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Los valores de la familia se manifiestan no en la estadística sociológica ni en la fuerza de la ley, sino en el misterio del amor. Claro que esta concepción personalista de la familia no desconoce los demás valores de la familia -por ejemplo, valor sociológico, valor jurídico, entre otros-, pero trata de darles el lugar que por naturaleza deben ocupar. Por ello, la familia es, antes que cualquier otra cosa, una comunidad de personas que conviven en el amor para lograr su madurez psíquica y humana.
La misma naturaleza -dijeron Aristóteles y Santo Tomás de Aquino- instituyó la familia para satisfacer las necesidades de la vida diaria: casa, vestido y sustento. Por ello, Aristóteles, citando a los poetas añadía, que los miembros de la familia son compañeros de mesa o compañeros de fogón.
En la familia deben reinar la paz, el amor, la alegría, la diversión. Si la familia es psicológicamente sana y humanamente normal habrá un hermoso ambiente de tranquilidad y de dicha. Todo esto supone que la familia vive en el amor.
La tarea principal de los padres es la educación. Tarea difícil, por cierto, pero importantísima. El niño es un haz de posibilidades, está abierto a todos los futuros; es apenas una esperanza que puede llegar a ser una hermosa realidad. Lo que llegue a ser depende en gran parte de los padres. De aquí su grave responsabilidad.
Por educación se entiende, en general, la promoción de los hijos hasta su estado perfecto de personas. Lo cual indica que la educación abarca el aspecto físico-fisiológico, el aspecto psíquico cognoscitivo y volitivo, el aspecto afectivo y el aspecto sobrenatural (en el creyente). En pocas palabras, la educación consiste en la formación de la persona funcionalmente completa.
Ordinariamente los padres tratan de hacer de los hijos una copia, una réplica de sí mismos: se proyectan en los hijos y se empeñan en que los hijos sean lo que ellos, los padres no pudieron ser -proyección por deseos frustrados-. Para ello le imponen sus ideas, sus gustos, sus opiniones y, a veces, los padres son los que escogen la carrera de los hijos.
La verdadera educación consiste en ayudar a los hijos a que sean ellos mismos, es decir, a que desarrollen su propia personalidad. Tienen que dejarles progresivamente sus iniciativas para que vayan adquiriendo responsabilidades. Tienen que educarlos para la libertad. Mientras los hijos no sean independientes
-psicológicamente- de sus padres, no pueden ser personas completas. Pero independencia no significa que todos los miembros de la familia no colaboren en la armonía, en el bienestar, y en la felicidad de todos.
PARA LEER Y REFLEXIONAR
La familia no tiene valor puramente sociológico y jurídico; tiene ante todo, valor ético-filosófico: es una comunidad de personas que conviven.
La familia, como comunidad personal, tiene valores psíquicos y espirituales que la sociología no puede descubrir ni el derecho regular.
Los valores de la familia se manifiestan no en la estadística sociológica ni en la fuerza de la ley, sino en el misterio del amor.
La familia es, antes que cualquier otra cosa, una comunidad de personas, que conviven en el amor para lograr su madurez psíquica y humana.
En la familia deben reinar la paz, el amor, la alegría, la diversión. Si la familia es psicológicamente sana y humanamente normal habrá un hermoso ambiente de tranquilidad y de dicha.
La tarea principal de los padres es la educación. Tarea difícil, por cierto, pero importantísima.
TENER EN CUENTA:
Ordinariamente los padres tratan de hacer de los hijos una copia, una réplica de sí mismos: se proyectan en los hijos y se empeñan en que los hijos sean lo que ellos, los padres no pudieron ser -proyección por deseos frustrados-. Para ello le imponen sus ideas, sus gustos, sus opiniones y, a veces, los padres son los que escogen la carrera de los hijos.
IMPORTANTE:
Por educación se entiende, en general, la promoción de los hijos hasta su estado perfecto de personas. Lo cual indica que la educación abarca el aspecto físico-fisiológico, el aspecto psíquico cognoscitivo y volitivo, el aspecto afectivo y el aspecto sobrenatural (en el creyente). En pocas palabras, la educación consiste en la formación de la persona funcionalmente completa.