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La celebración de la misa el Domingo de Pascua tuvo inicio solo después que la celebración de la vigilia empezó a ser más corta y terminar antes de la medianoche, pues mientras era costumbre terminarla poco antes del alba, el domingo no se tenía otra celebración.
En Roma hasta el papa Siricio ( 399) no había otra celebración en el domingo. Sin embargo, ya en el siglo V, surgió una misa del alba, que cada vez asumió una mayor solemnidad; y cuando en la Edad Media ya no existía la vigilia por la noche, la misa de este domingo era la celebración más importante del año litúrgico.
Muchas otras devociones populares fueron también surgiendo en torno al alba del Domingo de Pascua, como una procesión hasta el lugar del sepulcro, la conmemoración del encuentro de la Virgen de los Dolores con el Cristo resucitado. Con la reforma litúrgica el domingo recuperó su dignidad de tercer día del triduo pascual. La liturgia de la palabra de las misas resaltan la importancia del kerigma cristiano, esto es el anuncio de la buena noticia de la victoria sobre la muerte. La misa de la mañana relata el episodio en que primero María Magdalena va muy temprano al sepulcro y lo encuentra vacío, después vienen también Pedro y el discípulo amado, y al verlo vacío, el discípulo amado cree. En la misa vespertina se puede proclamar el episodio de los discípulos de Emaús, que en la comida del atardecer reconocen al Señor resucitado.
¡Cristo resucitó! !Aleluya, aleluya!
"El Angel dijo a las mujeres: «Ustedes no teman, porque yo sé que buscan a Jesús crucificado. No está aquí, pues ha resucitado tal como había anunciado. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto»" (Mt 28, 5-6).
Este es el evangelio que se proclama en la celebración de la vigilia pascual de este año. Esta vigilia es la celebración más importante de la Iglesia, San Agustín la llamaba "madre de todas las vigilias". De hecho es una celebración muy llena de signos: el fuego, la noche, la Luna llena, el cirio pascual, la candelas, las lecturas que nos hablan de los momentos más importantes de la historia de la salvación, la bendición del agua, la invocación de todos los santos, la renovación de las promesas bautismales y la participación al banquete eucarístico.
La Iglesia exulta de alegría: "El sepulcro está vacío". La muerte, el peor de nuestros enemigos, fue vencida. Jesucristo, asesinado por la maldad de los hombres, está resucitado. Aquel a quien las fuerzas del mal pensaban destruir completamente, porque creían que la muerte era un arma invencible, resucita victorioso, y ahora vive eternamente. Los paganos piensan que "en la vida para todo tenemos una solución, menos para la muerte", pero Jesucristo muestra que para los que viven en él ni la muerte es un problema.
Nuestra vida ahora puede realmente ser una vida verdadera. Porque con su sacrificio podemos vencer el pecado que nos desfigura y con la participación en su Resurrección podemos volvernos inmortales.
La muerte siempre fue un problema para los hombres. Estos siempre se sintieron impotentes delante de ella, y han buscado de todos los modos una forma de poder vencerla. Aun hoy, algunos buscan hacer grandes cosas, para por lo menos ser recordados; otros se proyectan en sus hijos y piensan que ellos son la continuación de sus vidas; otros están siempre buscando el "elixir de la vida eterna" o al menos alguna medicina que pueda prolongar la vida...
Pero nosotros cristianos creemos que la única forma posible de vencer efectivamente la muerte es uniéndonos a Cristo resucitado. Es el vencedor que nos hará participar de su victoria.
Es por eso que el anuncio de la Resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe. Fue una experiencia tan grande para los discípulos que le vieron ser torturado, que le vieron ser crucificado, que sabían dónde fue sepultado... encontrarlo vivo, que ellos querían decir a todos: Jesús Nazareno, aquel que fue muerto, ya resucitó, está vivo y se hace presente en la comunidad.
Es solamente cuando ellos lo contemplan resucitado que entienden qué significado quería decir que Jesús era realmente el Hijo de Dios, y por eso, solo después de su Pascua empiezan a llamarle Señor, "Kyrios", título este reservado solamente para Dios. Por eso decir que "Jesús es el Señor" es una fuertísima profesión de fe, es identificarlo con el Dios del Antiguo Testamento, es decir Jesús es el Dios de nuestros padres. Es él el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob.
Por otro lado, el hecho de su victoria sobre la muerte cambiaba todas las perspectivas de los discípulos. Ya no tenían más por qué tener miedo, pues aun lo peor que los hombres podían hacerles, no sería capaz de destruirlos, si ellos estuvieran unidos a Cristo. Jesús es el Señor, él es el omnipotente. Fue así que las comunidades primitivas empezaron a reunirse cada domingo, únicamente para celebrar la victoria de Cristo sobre la muerte. Al inicio no existían otras fiestas. En la misa dominical siempre se proclamaba el evangelio de la Resurrección.
También nosotros somos invitados a celebrar la Resurrección de Cristo, no solamente para recordar un hecho del pasado, sino para hacerlo vivo y eficaz en nuestras vidas. Para a través del sacramento de su Pascua, podamos experimentar en nuestras vidas su fuerza resucitadora.
Nuestro Dios no es un Dios impotente o perdedor. El es el viviente eternamente y quiere hacernos participar de su vida.
¡Felices pascuas!.
Muchas otras devociones populares fueron también surgiendo en torno al alba del Domingo de Pascua, como una procesión hasta el lugar del sepulcro, la conmemoración del encuentro de la Virgen de los Dolores con el Cristo resucitado. Con la reforma litúrgica el domingo recuperó su dignidad de tercer día del triduo pascual. La liturgia de la palabra de las misas resaltan la importancia del kerigma cristiano, esto es el anuncio de la buena noticia de la victoria sobre la muerte. La misa de la mañana relata el episodio en que primero María Magdalena va muy temprano al sepulcro y lo encuentra vacío, después vienen también Pedro y el discípulo amado, y al verlo vacío, el discípulo amado cree. En la misa vespertina se puede proclamar el episodio de los discípulos de Emaús, que en la comida del atardecer reconocen al Señor resucitado.
¡Cristo resucitó! !Aleluya, aleluya!
"El Angel dijo a las mujeres: «Ustedes no teman, porque yo sé que buscan a Jesús crucificado. No está aquí, pues ha resucitado tal como había anunciado. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto»" (Mt 28, 5-6).
Este es el evangelio que se proclama en la celebración de la vigilia pascual de este año. Esta vigilia es la celebración más importante de la Iglesia, San Agustín la llamaba "madre de todas las vigilias". De hecho es una celebración muy llena de signos: el fuego, la noche, la Luna llena, el cirio pascual, la candelas, las lecturas que nos hablan de los momentos más importantes de la historia de la salvación, la bendición del agua, la invocación de todos los santos, la renovación de las promesas bautismales y la participación al banquete eucarístico.
La Iglesia exulta de alegría: "El sepulcro está vacío". La muerte, el peor de nuestros enemigos, fue vencida. Jesucristo, asesinado por la maldad de los hombres, está resucitado. Aquel a quien las fuerzas del mal pensaban destruir completamente, porque creían que la muerte era un arma invencible, resucita victorioso, y ahora vive eternamente. Los paganos piensan que "en la vida para todo tenemos una solución, menos para la muerte", pero Jesucristo muestra que para los que viven en él ni la muerte es un problema.
Nuestra vida ahora puede realmente ser una vida verdadera. Porque con su sacrificio podemos vencer el pecado que nos desfigura y con la participación en su Resurrección podemos volvernos inmortales.
La muerte siempre fue un problema para los hombres. Estos siempre se sintieron impotentes delante de ella, y han buscado de todos los modos una forma de poder vencerla. Aun hoy, algunos buscan hacer grandes cosas, para por lo menos ser recordados; otros se proyectan en sus hijos y piensan que ellos son la continuación de sus vidas; otros están siempre buscando el "elixir de la vida eterna" o al menos alguna medicina que pueda prolongar la vida...
Pero nosotros cristianos creemos que la única forma posible de vencer efectivamente la muerte es uniéndonos a Cristo resucitado. Es el vencedor que nos hará participar de su victoria.
Es por eso que el anuncio de la Resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe. Fue una experiencia tan grande para los discípulos que le vieron ser torturado, que le vieron ser crucificado, que sabían dónde fue sepultado... encontrarlo vivo, que ellos querían decir a todos: Jesús Nazareno, aquel que fue muerto, ya resucitó, está vivo y se hace presente en la comunidad.
Es solamente cuando ellos lo contemplan resucitado que entienden qué significado quería decir que Jesús era realmente el Hijo de Dios, y por eso, solo después de su Pascua empiezan a llamarle Señor, "Kyrios", título este reservado solamente para Dios. Por eso decir que "Jesús es el Señor" es una fuertísima profesión de fe, es identificarlo con el Dios del Antiguo Testamento, es decir Jesús es el Dios de nuestros padres. Es él el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob.
Por otro lado, el hecho de su victoria sobre la muerte cambiaba todas las perspectivas de los discípulos. Ya no tenían más por qué tener miedo, pues aun lo peor que los hombres podían hacerles, no sería capaz de destruirlos, si ellos estuvieran unidos a Cristo. Jesús es el Señor, él es el omnipotente. Fue así que las comunidades primitivas empezaron a reunirse cada domingo, únicamente para celebrar la victoria de Cristo sobre la muerte. Al inicio no existían otras fiestas. En la misa dominical siempre se proclamaba el evangelio de la Resurrección.
También nosotros somos invitados a celebrar la Resurrección de Cristo, no solamente para recordar un hecho del pasado, sino para hacerlo vivo y eficaz en nuestras vidas. Para a través del sacramento de su Pascua, podamos experimentar en nuestras vidas su fuerza resucitadora.
Nuestro Dios no es un Dios impotente o perdedor. El es el viviente eternamente y quiere hacernos participar de su vida.
¡Felices pascuas!.