Hogar como escuela de vida: identidad y pertenencia familiar

Cada familia, como parte de sus funciones afectiva y educativa, tiene como sagrada misión inculcar el sentido de identidad y pertenencia, que implica lograr que cada miembro de la familia acepte y asuma de manera consciente y responsable ser miembro de este singular grupo primario: la familia. La gran tarea de los padres consiste en encaminar a los hijos a reconocer y valorar los rasgos peculiares de la sociedad familiar, para lo cual será necesario, entre otros requisitos tener en cuenta cuanto sigue:

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Un factor clave para asumir la identidad: Reconocer las raíces. La familia se origina en la institución de matrimonio, o en la unión de hecho entre varón y mujer, que engendra y cobija a los hijos resultantes de tal unión. Tal pareja proviene, de hecho, de dos familias distintas, con sus respectivos fundadores, los abuelos paternos y maternos, que a su vez tienen sus ancestros, y estos a sus antepasados. Y es a la representación gráfica de esta secuencia de ancestros y descendientes lo que se denomina el árbol genealógico familiar, cuya confección puede significar una primera tarea que ayude a los miembros de una familia a reconocerse y aceptarse conforme a las características peculiares de la misma, con sus virtudes y limitaciones, pero sobre todo, conforme a la historia particular de cada familia. Para sentirnos parte, amar y respetar nuestra familia, primero debemos conocerla, y ¡qué mejor ejercicio que elaborar en familia el árbol genealógico! Esto puede significar la excelente oportunidad para que los hijos conozcan diferentes facetas de la personalidad, así como el origen y entorno familiar de sus padres, y de sus antepasados.

El sentido de ubicuidad para lograr la Pertenencia. Lograr que cada miembro se sienta parte activa y comprometida del grupo familiar implica desarrollar el sentido de pertenencia, para lo cual resulta de fundamental importancia el sentido de ubicuidad. Y estar ubicado implica, entre otros aspectos, ser consciente de la realidad familiar, de su posición, ingresos y gastos, de sus carencias y posibilidades, de sus fortalezas y oportunidades, conforme a la ocupación y posibilidades laborales de los padres y, eventualmente, de algunos hermanos. Esta ubicuidad permite a cada miembro de la familia interpretar la compleja y dinámica realidad en la cual está inserta la familia, aceptando tal realidad y actuando en consecuencia. La falta de ubicuidad es lo que genera tensiones inútiles en las familias, cuando los hijos exigen en forma desmedida a los padres, y estos en lugar de compartir de manera realista y responsable la real situación, muchas veces tratan de “dar los gustos” a los hijos, asumiendo compromisos que luego no pueden cumplir, que incluso derivan en penosas situaciones extremas, como el deterioro de la salud, y hasta la quiebra económica, que incluso puede tener derivaciones más nefastas como la incursión en la delincuencia y marginalidad de los hijos, al intentar por cualquier medio acceder a sus caprichos.

Compatriotas: ¡Qué importante es lograr que los hijos, en especial los niños y jóvenes, desarrollen el sentido de identidad y pertenencia a su familia! Cuántas preocupaciones, tensiones, e incluso situaciones de extrema gravedad podríamos evitar al compartir con ellos, con realismo y objetividad, los rasgos propios de su familia, desde sus antepasados hasta la actualidad, sin maquillar ni evadir la realidad, con sus dificultades, compromisos, posibilidades y amenazas, dando pleno valor al historial de lucha y conquistas de su familia, y así aprender a realizarse como personas, capitalizando las potencialidades y haciendo frente a las adversidades. Al educar a los hijos para que se inserten en sociedad orgullosos de su identidad y pertenencia, ellos estarán mejor predispuestos valorar y honrar su apellido y a su familia con su conducta cotidiana. ¡Adelante, juntos podemos!
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