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En su desarrollo, la tecnología del siglo XIX terminó por construir una actividad conjunta de mecánicos e ingenieros, que crean máquinas y sistemas de máquinas que funcionan como si se rigieran por leyes naturales inmutables.
La imagen concreta de la tecnología industrial quedó reflejada en la cadena de montaje. Aunque las operaciones de montaje representan sólo el diez por ciento del trabajo en la industria, constituye la culminación de la tendencia hacia la mecanización y las grandes máquinas, el despliegue de un movimiento continuo y controlado y la desaparición de cualquier tipo de capacidad profesional específica.
Fue Henry Ford el que creó la primera cadena de montaje para la producción de magnetos, antecedente de la cadena de montaje de chasis del modelo T, lo que constituyó un acontecimiento revolucionario. Cuatro principios del diseño y de la organización tecnológicos dieron su carácter mecánico a la cadena de montaje. La fabricación en serie de las piezas de repuesto, la continuidad del proceso de producción, la vinculación de la maquinaria y la reducción de la tarea a simple trabajo físico. Todo ello dio lugar a una sociedad de fabricación en gran escala.