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Durante la Edad Media fue desapareciendo lentamente la civilización romana, y empezó a forjarse la europea-occidental. El Cristianismo fue el puente de enlace entre las dos culturas, y una de las principales fuerzas motrices de la nueva Europa.
Este cristianismo consiguió dicho objetivo gracias a su capacidad de captación de los pueblos germanos, a través de la evangelización y educación, por medio de dos organizaciones básicas: el obispado y el monacato.
Oscuridad y penumbra
En Occidente, hacia finales de la Edad Media florecieron las catedrales góticas y el arte bizantino, entre otras cosas. De todos modos, fueron siglos de oscuridad, durante los cuales se desarrolló al mismo tiempo una cultura centrada en Dios -el teocentrismo-, mejor dicho, cristianismo, que prácticamente reguló todos los aspectos del diario vivir, pero que como contrapunto, también fue preparando el camino para la nueva época que se avecinaría.
La Edad Media se caracterizó por su mentalidad religiosa. Todo giraba en torno a la religión y a Dios: la filosofía, las ciencias, la cultura en general, el arte, la música, las fiestas, los nacimientos, las bodas, todo.
En esa época, Dios aparece en el centro del mundo y de la vida de las personas en todo Occidente. La Iglesia influía en todos los ámbitos de la sociedad, imponía normas, leyes y convivencia de la sociedad.
Hacia el Renacimiento
Nadie era oficialmente ateo en esa época, entre otras cosas, porque el ateísmo, aunque vigente ya entre algunos pensadores presocráticos, es un fenómeno que surge sólidamente recién en el siglo XIX. En la Edad Media, salvo excepciones, todo el mundo creía en Dios.
Después de Justiniano, los romanos cristianizados buscaban ampliar su territorio para incrementar su imperio. Entonces invaden todo lo que pueden, transmitiendo su cultura y creencias.
Durante centurias, se desconoce la filosofía presocrática y sólo contados eruditos manejan a Platón o Aristóteles.
En dicho trance comienza, y luego domina, el teocentrismo, cuando el hombre europeo, desprovisto de la magia dominante de la mitología antigua, que necesitaba un sustento para creer en algo, se apoya ciegamente en lo que dice la Biblia, en donde estaba escrito supuestamente cómo se debía vivir.
Las esculturas, por ejemplo, pasaron a segundo plano respecto a la arquitectura. Casi fueron exclusivamente un complemento de esta, al estar destinadas a la ornamentación barroca de grandes construcciones, como iglesias, castillos y palacios.
Las figuras, en dibujo o pintura, estaban estrechamente relacionadas con los textos bíblicos, ya que en ese tiempo prevalecía este teocentrismo, mediante el cual, todos los aspectos de la vida debían girar en torno a la creencia en Dios.
Esto fue así durante mucho tiempo. Toda filosofía quedó atrapada en los claustros, y entre la Patrística y la Escolástica se definiría toda especulación por un milenio.
Pero paulatinamente el hombre se empezó a dar cuenta de que la Biblia no aportaba conocimientos que le permitieran crecer intelectualmente, y empezó a dudar de esta en determinados aspectos, y emprendió la búsqueda de otros caminos.
Empieza a tener mayor auge la razón. Los alquimistas dan los primeros indicios de experimentación y son perseguidos por poner en duda lo que la Biblia decía. Pero la nueva época irrumpía inexorablemente y se llamaría Renacimiento.
Este cristianismo consiguió dicho objetivo gracias a su capacidad de captación de los pueblos germanos, a través de la evangelización y educación, por medio de dos organizaciones básicas: el obispado y el monacato.
Oscuridad y penumbra
En Occidente, hacia finales de la Edad Media florecieron las catedrales góticas y el arte bizantino, entre otras cosas. De todos modos, fueron siglos de oscuridad, durante los cuales se desarrolló al mismo tiempo una cultura centrada en Dios -el teocentrismo-, mejor dicho, cristianismo, que prácticamente reguló todos los aspectos del diario vivir, pero que como contrapunto, también fue preparando el camino para la nueva época que se avecinaría.
La Edad Media se caracterizó por su mentalidad religiosa. Todo giraba en torno a la religión y a Dios: la filosofía, las ciencias, la cultura en general, el arte, la música, las fiestas, los nacimientos, las bodas, todo.
En esa época, Dios aparece en el centro del mundo y de la vida de las personas en todo Occidente. La Iglesia influía en todos los ámbitos de la sociedad, imponía normas, leyes y convivencia de la sociedad.
Hacia el Renacimiento
Nadie era oficialmente ateo en esa época, entre otras cosas, porque el ateísmo, aunque vigente ya entre algunos pensadores presocráticos, es un fenómeno que surge sólidamente recién en el siglo XIX. En la Edad Media, salvo excepciones, todo el mundo creía en Dios.
Después de Justiniano, los romanos cristianizados buscaban ampliar su territorio para incrementar su imperio. Entonces invaden todo lo que pueden, transmitiendo su cultura y creencias.
Durante centurias, se desconoce la filosofía presocrática y sólo contados eruditos manejan a Platón o Aristóteles.
En dicho trance comienza, y luego domina, el teocentrismo, cuando el hombre europeo, desprovisto de la magia dominante de la mitología antigua, que necesitaba un sustento para creer en algo, se apoya ciegamente en lo que dice la Biblia, en donde estaba escrito supuestamente cómo se debía vivir.
Las esculturas, por ejemplo, pasaron a segundo plano respecto a la arquitectura. Casi fueron exclusivamente un complemento de esta, al estar destinadas a la ornamentación barroca de grandes construcciones, como iglesias, castillos y palacios.
Las figuras, en dibujo o pintura, estaban estrechamente relacionadas con los textos bíblicos, ya que en ese tiempo prevalecía este teocentrismo, mediante el cual, todos los aspectos de la vida debían girar en torno a la creencia en Dios.
Esto fue así durante mucho tiempo. Toda filosofía quedó atrapada en los claustros, y entre la Patrística y la Escolástica se definiría toda especulación por un milenio.
Pero paulatinamente el hombre se empezó a dar cuenta de que la Biblia no aportaba conocimientos que le permitieran crecer intelectualmente, y empezó a dudar de esta en determinados aspectos, y emprendió la búsqueda de otros caminos.
Empieza a tener mayor auge la razón. Los alquimistas dan los primeros indicios de experimentación y son perseguidos por poner en duda lo que la Biblia decía. Pero la nueva época irrumpía inexorablemente y se llamaría Renacimiento.