FORMACIÓN ÉTICA Y CIUDADANA

La donación de órganos

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Capacidad: Reflexiona acerca de los conflictos bioéticos en la donación de órganos.

Partiendo de uno de los principios fundamentales de la bioética, que es el respeto de la voluntad del individuo como persona, podemos plantear la donación de órganos como un acto ético o no según la decisión del donante. Indudablemente, es un tema conflictivo porque involucra razones religiosas, filosóficas y la libertad de conciencia, que no siempre coinciden en todos los seres humanos. No obstante, veremos algunas consideraciones éticas que nos ayudarán a asumir una postura al respecto.


Donación, donante y donatario
Por donación entendemos el acto gratuito de un donante en beneficio de un donatario. La persona, llamada donante, enajena una cosa (un órgano) de forma voluntaria a otra, llamada donatario, que la acepta. El donante no debe ser forzado ni recibir nada a cambio como contraprestación.

Las legislaciones varían de un país en otro, pero en general, todas plantean ciertos límites para prevenir cualquier perjuicio que se pueda causar a sí mismo un donante irreflexivo: el donante puede donar sus bienes (en este caso sus órganos) siempre que no se perjudique a sí mismo.

Las leyes también se ocupan de proteger al donatario y para ello se le exige determinados requisitos formales para que la donación tenga validez, generalmente, por medio de procedimientos legales, como la escritura pública o notarial.















Epígrafe: Donar órganos es un acto de solidaridad que nos convierte en “donadores de vida” cuando se realiza en forma libre y generosa. Pero requiere un análisis serio para disipar las dudas y los temores antes de tomar una decisión. En la imagen, los miedos más frecuentes que atacan al donante.


Consideraciones bioéticas para la donación de órganos
 A nadie se le debería extraer un órgano si no ha documentado su voluntad de donarlo.
 Es necesario respetar la libertad de conciencia, lo que en la práctica significa que se debe actuar en todos los casos con consentimiento informado explícito.

 Cuando no existe expresión previa de voluntad del fallecido, ni a favor ni en contra de la donación, se debe recurrir a sus familiares más cercanos o personas más allegadas.
 Los familiares y allegados que donan los órganos del fallecido deben documentar su consentimiento, expresando que no hay voluntad en contra y demostrando con ese acto que están (y el fallecido lo habría estado) a favor de la donación.

La práctica de la donación de órganos NO es reciente
Es cierto que hoy se habla de la donación de órganos y se practica mucho más que antes, pero se sabe que el trasplante de tejidos, y en algunos casos de órganos, tiene sus raíces en la antigüedad, inclusive siglos antes de Cristo.

Como ejemplos bastan los autotrasplantes de piel en la India, método introducido en Europa desde el siglo XVI al XVIII y los trasplantes de dientes, testículos y ovarios también en los países del Primer Mundo, aunque sin ningún éxito. Sin embargo, es a inicios del siglo XX cuando los progresos de la medicina lograron el mayor desarrollo de los trasplantes de órganos.

El principio de la no–maleficencia
La cuestión ética y la científica están muy unidas en el tratamiento de la donación de órganos, ya que una mala ciencia en lo metodológico y lo técnico es también mala en lo ético. Lo primordial es la no–maleficencia, es decir, no causar ni hacer daño.

Proponer una donación de órganos sin tener un fundamento sólido y consistente, sin considerar las necesidades reales del donatario y las capacidades del donante, sin una investigación previa de las capacidades profesionales, la infraestructura y los recursos materiales necesarios, es antiético.

Pero si los procedimientos médicos de trasplante cumplen las exigencias técnicas y el donante actúa en forma autónoma y asegurando para sí y para el donatario los mayores resguardos posibles, la donación es un acto totalmente ético.

El problema ético en la donación terapéutica
La mayoría de los trasplantes de órganos que se realizan en forma terapéutica no presentan problemas técnicos o profesionales, y los riesgos para el donante son menores que los beneficios que aportan al donatario. El problema que sí presenta es de carácter ético en cuanto al diagnóstico de muerte del donante para la obtención de órganos.

Los trasplantes de los llamados “órganos singulares” se realizan obteniéndolos de un cadáver, y no sólo de un cadáver, sino que de un cadáver tan reciente como para que el órgano extraído pueda ser utilizado eficazmente.
El cambio en la definición de la muerte, desde un punto de vista médico, ha variado muchísimo: antes, para ser considerado un cadáver, la persona debía quedarse quieta, dejar de respirar, presentar las pupilas dilatadas y ponerse fría y rígida; actualmente, se habla de muerte cerebral, vascular, neurológica, etc., y se pasa de persona a cadáver en una fracción de minuto.

Este cambio de criterio sobre la muerte le confiere al diagnóstico de muerte una trascendencia enorme que debe ser motivo de reflexión y preocupación ética permanente de los médicos encargados de efectuarlo.
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