Fecundación y desarrollo embrionario

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Capacidad: Analiza los procesos de fecundación y desarrollo embrionario.

La fecundación


La fecundación es la unión del óvulo y del espermatozoide para formar la célula huevo o cigoto, que dará origen a un nuevo ser. En el caso de los humanos, tiene lugar en el tercio superior de las trompas de Falopio, después de que el espermatozoide haya superado un sinfín de obstáculos. Existen varios métodos para regular los procesos de fecundación.

El desarrollo embrionario


Una vez realizada la fecundación, el nuevo individuo empieza a sufrir una serie de transformaciones que ya no finalizarán hasta su muerte. Al principio el embrión debe implantarse en el útero materno para desarrollar posteriormente sus órganos y tejidos. El alimento necesario y los productos de desecho se adquieren o se eliminan respectivamente a través de la placenta, que es un órgano constituido por células de la madre y del hijo. En este apartado, nos centraremos en la especie humana, en la que al cabo de 280 días le sobreviene el parto y el embrión sale del seno materno para continuar su nueva vida.

Los primeros pasos del nuevo individuo


Tras la fecundación el cigoto, comienza a sufrir mitosis en un proceso conocido como segmentación, en el que se duplica el número de células hasta convertirse en una masa compacta de células, llamada mórula (del latín moru = mora –el fruto de la morera– más el sufijo diminutivo ula). Todo este proceso tiene lugar en unos cuatro días durante los cuales el embrión recorre la trompa hasta llegar al útero.
Después de llegar al útero, el embrión tardará unos tres días más en implantarse en el endometrio. En este período de tiempo sufre una serie de transformaciones hasta llegar a la fase de blástula, que se caracteriza porque en su interior aparece una cavidad o blastocele. En dicha fase se diferencia una capa superficial de células planas: el trofoblasto. Estas células secretan enzimas que digieren la capa superficial del endometrio y que facilitan la implantación del embrión; así se obtienen a la vez nutrientes para el mismo. Además, las células del trofoblasto generarán posteriormente el corion, células especiales que intervendrán en la formación de la placenta.
Ha transcurrido ya una semana y el embrión se encuentra implantado en la pared del útero. Durante la segunda semana, aparece la fase de gástrula, en la que las células embrionarias forman las tres hojas blastodérmicas: el endodermo, el mesodermo y el ectodermo que originarán todos los órganos del embrión y las principales envueltas embrionarias.
Estos primeros sucesos del desarrollo embrionario son comunes a todos los animales, y este hecho es una prueba más del origen común de todos estos organismos.

La aparición de los órganos y envueltas embrionarias


A partir de las tres hojas blastodérmicas se van formando, durante la gestación, los futuros órganos en un proceso conocido como organogénesis. Los esbozos de los órganos aparecen ya en la tercera semana, y a partir de la novena se encontrarán totalmente desarrollados. Por ejemplo, a la tercera semana el minúsculo corazón empieza a latir; durante la sexta, la actividad cerebral puede registrarse en el electroencefalograma y presenta las huellas digitales que le acompañarán toda la vida, y durante la octava semana empieza a funcionar su sistema nervioso.
Simultáneamente, aparecen una serie de membranas que rodean al embrión. A partir del ectodermo, se forma el saco amniótico, que está relleno de líquido amniótico y envuelve al embrión para protegerlo de los golpes. Además, el endodermo genera el saco vitelino, que contiene el vitelo, utilizado por el embrión para su nutrición. Por último, el mismo endodermo desarrolla el alantoides, que recogerá las sustancias de desecho del embrión.

La aparición de la placenta


Las reservas alimentarias del saco vitelino son escasas y muy pronto el embrión desarrolla una estructura para poder obtener el alimento y el oxígeno necesarios a través de la madre: se trata de la placenta.
La placenta se origina a partir del corion, el cual emite repliegues o vellosidades que penetran en el endometrio y forman este órgano tan especial que consta de tejidos de dos organismos distintos: el de la madre y el del hijo.
En la placenta, los vasos sanguíneos del embrión y los de la madre se yuxtaponen de forma que no existe mezcla de sangre de los dos organismos; sin embargo, como estos vasos están constituidos por membranas muy finas, es posible el intercambio de sustancias nutritivas, gases y sustancias de desecho entre la sangre de la madre y la del hijo.
De este modo, el saco vitelino y el alantoides van reduciendo su tamaño, pues el embrión, que ya está conectado a la placenta a través del cordón umbilical, intercambia a través de la misma tanto las sustancias nutritivas como las de desecho.
Por último, hay que destacar que la placenta interviene en la regulación hormonal de la gestación generando cantidades crecientes de estrógenos y progesterona a lo largo de la misma.
A partir de la semana 12ª, el embrión se dedica a crecer en tamaño y peso hasta que llega el momento de la salida de su refugio materno. En el sexto mes del embarazo, la vida del nuevo individuo ya puede ser viable fuera del claustro materno, aunque de manera excepcional y mediante incubadoras hospitalarias se ha llegado a mantener con vida a niños nacidos a los 5 meses de gestación.
Al final, se habrán cumplido 280 días (40 semanas) desde el momento de la fecundación: se acerca la hora del parto.

La salida al exterior


En estos momentos, la placenta deja de secretar progesterona, lo que provoca el aumento relativo de estrógenos maternos. Se cree que la progesterona inhibe la contractibilidad de los músculos uterinos, mientras que los estrógenos la favorecen. A su vez, la hipófisis materna y la del hijo liberan grandes cantidades de oxitocina que provocan contracciones uterinas, las cuales contribuyen a dilatar la zona del cuello uterino para permitir el paso del embrión. En estos momentos se rompe el saco amniótico y su líquido sale al exterior (rotura de agua). Todo este proceso se conoce como fase de dilatación y tiene una duración variable que va desde las 2 a las 10 horas, aunque en las madres primerizas es un poco más larga, ya que la dilatación del cuello uterino se da por primera vez.
En el momento en el que el feto tiene que salir al exterior, las contracciones se hacen más frecuentes e intensas y su efecto expulsor puede reforzarse mediante contracciones voluntarias de la musculatura abdominal. Esta fase suele durar, como máximo, una hora y posteriormente tendrá lugar la expulsión de la placenta.

Próxima semana: gráficos sobre fecundación y desarrollo embrionario con ejercicios.

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