La Obediencia como virtud. Consiste en aceptar como si fueran propias las decisiones de quien tiene y ejerce autoridad, con tal que no se opongan a la justicia, y realizar con prontitud lo decidido, actuando con empeño para interpretar y cumplir fielmente la voluntad de quien manda, lo que implica reconocer su autoridad. Por ello, la obediencia jamás puede interpretarse como sumisión ciega, que equivaldría a esclavitud. Para desarrollar tal virtud, se necesitará una capacidad de observación y una sensibilidad importante por parte de los padres, como educadores, porque puede haber muchos factores que colaboren en producir actitud de rebeldía y desobediencia en los hijos.
¿Obediencia en la sociedad actual? Resulta evidente que la poca aceptación de esta virtud, por lo menos en los mayores, radica en que se ha puesto en duda la misma necesidad de contar con autoridades. Es que esta sociedad permisiva prioriza lo material y el culto al placer momentáneo, donde ni el pasado ni el futuro tienen significado, que induce a las personas a actuar ciegamente, impulsadas por sus instintos. Quizás sea ésta la principal causa de la poca atención y escasa aceptación de la obediencia como una virtud o un valor en la sociedad actual. En este contexto, la misión de los padres como primeros educadores es ayudar a los niños y jóvenes : 1º) A entender que es necesario contar con autoridades, y por tanto, que es necesario obedecer durante toda la vida; 2º) Aceptar y respetar las decisiones que tomen las autoridades que influyen sobre una persona, toda vez que no vayan en contra de la justicia; y 3º) Ayudarles a reconocer a las personas que tienen autoridad conferida: autoridad en la vida civil, en la vida cultural, en la vida social, para lo cual deben ayudarles a discriminar de manera apropiada que la autoridad es real cuando la persona que ostenta la autoridad protege y hace vivir valores que valen la pena, con riqueza de testimonio y coherencia de vida. De esta manera nuestros hijos estarán atentos para evitar el riesgo latente que implica aceptar la autoridad de otras personas, no por la validez de sus valores que sostienen, sino por su capacidad de influir en base al entusiasmo y el activismo. ¡La clave es conseguir que los hijos piensen antes de actuar!
¿Por qué inculcar obediencia a los hijos? La educación en esta virtud, que en los primeros años de la niñez se inspira en la autoridad de los padres, conviene que a partir de la pubertad sea consecuencia de una actitud reflexiva, donde los motivos para obedecer deben coincidir con los valores que los jóvenes empiezan a vivir más conscientemente. Los hijos que no aprenden a reconocer el valor de la obediencia cuando jóvenes, tendrán más dificultades de descubrirla después y de adquirirla como hábito. De lo anterior se colige que la obediencia como hábito operativo bueno tiene mayor posibilidad de desarrollo por los hijos, en primer lugar, en relación con los padres, y, en segundo plano, en su vinculación con los profesores/as de la educación escolarizada. El desafío consiste en trasmitir la necesidad de instalar en cada uno, y por toda la vida, la virtud de la obediencia, explicando claramente que si bien el que manda puede equivocarse, quien obedece jamás puede equivocarse, con tal que el mandado no sea contrario a la justicia. Vista así, la obediencia constituye la fuente de la verdadera libertad, pues el apego a la propia voluntad apenas sirve para esclavizar.
Compatriotas: ¿Cómo se está ejerciendo la autoridad conferida por Dios a los padres para educar a los hijos? Nuestra autoridad de padres debe traducirse en una influencia positiva que sostiene y acrecienta la autonomía y responsabilidad de cada hijo. De no ser así, lo más probable es que nuestros hijos no crean necesario obedecer ni a nosotros, ni a ninguna otra autoridad. Hagamos el esfuerzo para formar una nueva generación de paraguayos, respetuosa y obediente, pero no sumisa.
¿Obediencia en la sociedad actual? Resulta evidente que la poca aceptación de esta virtud, por lo menos en los mayores, radica en que se ha puesto en duda la misma necesidad de contar con autoridades. Es que esta sociedad permisiva prioriza lo material y el culto al placer momentáneo, donde ni el pasado ni el futuro tienen significado, que induce a las personas a actuar ciegamente, impulsadas por sus instintos. Quizás sea ésta la principal causa de la poca atención y escasa aceptación de la obediencia como una virtud o un valor en la sociedad actual. En este contexto, la misión de los padres como primeros educadores es ayudar a los niños y jóvenes : 1º) A entender que es necesario contar con autoridades, y por tanto, que es necesario obedecer durante toda la vida; 2º) Aceptar y respetar las decisiones que tomen las autoridades que influyen sobre una persona, toda vez que no vayan en contra de la justicia; y 3º) Ayudarles a reconocer a las personas que tienen autoridad conferida: autoridad en la vida civil, en la vida cultural, en la vida social, para lo cual deben ayudarles a discriminar de manera apropiada que la autoridad es real cuando la persona que ostenta la autoridad protege y hace vivir valores que valen la pena, con riqueza de testimonio y coherencia de vida. De esta manera nuestros hijos estarán atentos para evitar el riesgo latente que implica aceptar la autoridad de otras personas, no por la validez de sus valores que sostienen, sino por su capacidad de influir en base al entusiasmo y el activismo. ¡La clave es conseguir que los hijos piensen antes de actuar!
¿Por qué inculcar obediencia a los hijos? La educación en esta virtud, que en los primeros años de la niñez se inspira en la autoridad de los padres, conviene que a partir de la pubertad sea consecuencia de una actitud reflexiva, donde los motivos para obedecer deben coincidir con los valores que los jóvenes empiezan a vivir más conscientemente. Los hijos que no aprenden a reconocer el valor de la obediencia cuando jóvenes, tendrán más dificultades de descubrirla después y de adquirirla como hábito. De lo anterior se colige que la obediencia como hábito operativo bueno tiene mayor posibilidad de desarrollo por los hijos, en primer lugar, en relación con los padres, y, en segundo plano, en su vinculación con los profesores/as de la educación escolarizada. El desafío consiste en trasmitir la necesidad de instalar en cada uno, y por toda la vida, la virtud de la obediencia, explicando claramente que si bien el que manda puede equivocarse, quien obedece jamás puede equivocarse, con tal que el mandado no sea contrario a la justicia. Vista así, la obediencia constituye la fuente de la verdadera libertad, pues el apego a la propia voluntad apenas sirve para esclavizar.
Compatriotas: ¿Cómo se está ejerciendo la autoridad conferida por Dios a los padres para educar a los hijos? Nuestra autoridad de padres debe traducirse en una influencia positiva que sostiene y acrecienta la autonomía y responsabilidad de cada hijo. De no ser así, lo más probable es que nuestros hijos no crean necesario obedecer ni a nosotros, ni a ninguna otra autoridad. Hagamos el esfuerzo para formar una nueva generación de paraguayos, respetuosa y obediente, pero no sumisa.