Familia, primera escuela de las virtudes humanas

El desarrollo de una virtud depende de dos factores: la intensidad con la que se vive y la rectitud de los motivos al vivirla. La familia puede lograr que las personas desarrollen las virtudes motivadas por el amor, y no apenas por una motivación de mayor rendimiento como sucede en el plano social más amplio. El amor es un motor poderoso que impulsa a cada miembro de la familia a sentir el deber de ayudar a los demás miembros a mejorar.

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La familia como primera escuela de las virtudes humanas

Habiendo analizado la crisis de valoración desde la perspectiva de la educación familiar, iniciamos el tratamiento del papel de la familia en la educación de las virtudes humanas, para lo cual emplearemos como material de referencia el libro “La educación de las virtudes humanas. David Isaacs. 2000”. Por su naturaleza, la familia cuenta con una serie de posibilidades que podrían compararse con los rasgos estructurales de la persona. La eficacia de la familia en cuanto a la formación de las virtudes humanas dependerá del concepto de vida y de hombre que tiene cada familia. En dicha línea de pensamiento pasamos a analizar cuanto sigue:

Importancia de las virtudes humanas.

Conocer y aceptarse a sí mismo, con las virtudes, limitaciones y potencialidades, es el primer paso para desarrollar la libertad personal. Para ello se necesitan de los hábitos operativos buenos, que hacen falta para autodominarse y luego entregarse. Son tres los pasos necesarios para el proceso de conformación de la personalidad irrepetible de cada persona: autoconocerse para autoposeerse para entregarse. Esto se puede lograr mediante el desarrollo de las virtudes humanas, al punto de afirmarse que la madurez natural del hombre es resultado del desarrollo armónico de las virtudes humanas.

El papel de la familia en la formación de las virtudes humanas.

El desarrollo de una virtud depende de dos factores: la intensidad con la que se vive, y la rectitud de los motivos al vivirla. La familia puede lograr que las personas desarrollen las virtudes motivadas por el amor, y no apenas por una motivación de mayor rendimiento como sucede en el plano social más amplio.

El amor es un motor poderoso que impulsa a cada miembro de la familia a sentir el deber de ayudar a los demás miembros a mejorar. La familia ayuda a sus miembros a interiorizar las influencias externas culturales y sociales. La familia ayuda a traducir lo relevante del contexto, a considerar en algo significativo para la conformación de la personalidad irrepetible de cada uno de sus miembros.

Tres preguntas con relación a la familia como formadora de las virtudes humanas.

1) ¿Pueden, la persona y la sociedad desarrollar las virtudes humanas sin la familia? Sólo la persona educada integralmente puede servir mejor a los demás, al desarrollar mejor sus potencialidades. La familia, por sus lazos naturales, es un espacio valioso para el desarrollo de los rasgos irrepetibles de cada persona, y -por lo tanto- de las virtudes humanas que todas las sociedades necesitan.

2) ¿En qué grado la persona queda satisfecha mediante su contacto con la familia? La satisfacción personal, que permite velar por el bienser y el bienestar de los demás, nace de estar a gusto con uno mismo, lo que es una consecuencia de haber descubierto la finalidad por la cual uno ha sido creado. Esta finalidad se descubre en lo más natural de la vida: en las relaciones cotidianas de afecto, trabajo y compromiso que se dan en el seno familiar.

3) ¿En qué grado se encuentra un desarrollo personal en la familia? Sin la familia, conforme a lo analizado, difícilmente se podría conseguir el desarrollo de las virtudes, pues es el mejor lugar para que estos hábitos operativos buenos se cristalicen al proveer los dos factores para el desarrollo de las virtudes: la posibilidad de vivirlos intensamente y percibir la rectitud de los motivos al vivirlos.

Compatriotas: Así como existen familias en pleno desarrollo, unidas y satisfechas, también existen muchas familias cuya convivencia está marcada por envidias, reproches, disgustos y humillaciones. Pero no por ello podemos afirmar que la familia está en crisis. Muchas familias pueden atravesar por una crisis por la visión mezquina de vida que tienen y que no permiten a sus miembros descubrir las posibilidades de la institución familiar ni pensar en la finalidad de sus vidas.

¿Cómo es nuestra familia? ¿Predominan los reproches y humillaciones por las limitaciones y fracasos, o se trasmite confianza para desarrollar las potencialidades de cada miembro, como ser único y valioso? ¿Qué virtudes vivenciamos en nuestros hogares? ¿Con qué convicción e intensidad lo inculcamos a los demás? ¿Cuál es el nivel de coherencia entre el discurso y los hechos? En nuestra familia, como escuela primera de las virtudes humanas, ¿qué estamos fomentando? ¿Niños y jóvenes egoístas, soberbios y prepotentes? ¿O niños y jóvenes amables, respetuosos, honestos y solidarios? La práctica de las virtudes humanas hace a las familias unidas y alegres, y ello es necesario para la construcción de un nuevo Paraguay.
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