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Antes que su reconstrucción, está más preocupada por el patio baldío que quedará en el lugar y cuenta detalles de la vivienda.El pasado martes 15 de este mes, los obreros ingresaron a la que fuera la vivienda del célebre Hermenegildo Roa, sobre la avenida Mariscal López c/ Dr. Morra, y empezaron a demolerla. Aunque se trata de una vivienda de hace más de 100 años, por esas cosas de la burocracia municipal, nada indicaba que se tratara de un bien patrimonial que debía ser protegido.
Rosa, que vive a un costado de la vivienda derruida, dijo que "nunca fuimos propietarios, sino protegidos de mi tío que era el verdadero dueño de la casa, hombre muy ilustre en su época, muy considerado, con muchos títulos, hasta llegó a dirigir un diario, incluso fue el secretario de la Curia Metropolitana; fue una personalidad. Hermenegildo fue quien consiguió que Totí (Augusto) entrara al Colegio San José, vivió en esa casa hasta su primer exilio, que fue en la época de (Higinio) Morínigo, en 1947, cuando escribía contra Natalicio González".
"Esa casa heredó Carmen Roa, que fue una hija adoptiva de monseñor Hermenegildo y una hermana viejita, Raimunda Roa Gómez. Era soltera, una maestra, que la madre le dijo que no se casara nunca. Cumplió su palabra, despidió a su novio, se dedicó a toda la sobrinada, que eran 13, y junto con Hermenegildo adoptaron cinco huérfanos".
"Años después, Carmen vendió la casa a Esteban Grillón, casado con Delfina Chase Florentín, para que quede en la familia, creo que en los años 90, Grillón perdió el puesto de cónsul paraguayo en Miami, Estados Unidos, y no pudo pagar una cuota que tuvo que asumir para pagar la casa. Entonces se quedó en posesión de la propiedad Gustavo Saba. Este se hizo cargo de la misma, la alquilaba: primero estuvo una casa de regalos, después el Banco que quebró y últimamente el casino. Ahora se vendió parece, pero no sabemos quiénes son los verdaderos dueños y la demolición comenzó el 15 de diciembre", sostuvo Roa Bastos.
"Que quede bien claro que nosotros no pretendemos nada, nos queda la nostalgia de ver una casa que era de nuestros parientes, pero nada más. Nos duele ver que se demoliera. Me perjudica enormemente porque acá quedará un baldío quién sabe por cuánto tiempo, pero repito que solo nos queda la nostalgia de donde vivimos nuestra infancia", explicó en una conversación telefónica ayer con ABC Color.
Existe, incluso, un recurso de amparo planteado en los estrados judiciales por Martín Almada.
Rosa, que vive a un costado de la vivienda derruida, dijo que "nunca fuimos propietarios, sino protegidos de mi tío que era el verdadero dueño de la casa, hombre muy ilustre en su época, muy considerado, con muchos títulos, hasta llegó a dirigir un diario, incluso fue el secretario de la Curia Metropolitana; fue una personalidad. Hermenegildo fue quien consiguió que Totí (Augusto) entrara al Colegio San José, vivió en esa casa hasta su primer exilio, que fue en la época de (Higinio) Morínigo, en 1947, cuando escribía contra Natalicio González".
"Esa casa heredó Carmen Roa, que fue una hija adoptiva de monseñor Hermenegildo y una hermana viejita, Raimunda Roa Gómez. Era soltera, una maestra, que la madre le dijo que no se casara nunca. Cumplió su palabra, despidió a su novio, se dedicó a toda la sobrinada, que eran 13, y junto con Hermenegildo adoptaron cinco huérfanos".
"Años después, Carmen vendió la casa a Esteban Grillón, casado con Delfina Chase Florentín, para que quede en la familia, creo que en los años 90, Grillón perdió el puesto de cónsul paraguayo en Miami, Estados Unidos, y no pudo pagar una cuota que tuvo que asumir para pagar la casa. Entonces se quedó en posesión de la propiedad Gustavo Saba. Este se hizo cargo de la misma, la alquilaba: primero estuvo una casa de regalos, después el Banco que quebró y últimamente el casino. Ahora se vendió parece, pero no sabemos quiénes son los verdaderos dueños y la demolición comenzó el 15 de diciembre", sostuvo Roa Bastos.
"Que quede bien claro que nosotros no pretendemos nada, nos queda la nostalgia de ver una casa que era de nuestros parientes, pero nada más. Nos duele ver que se demoliera. Me perjudica enormemente porque acá quedará un baldío quién sabe por cuánto tiempo, pero repito que solo nos queda la nostalgia de donde vivimos nuestra infancia", explicó en una conversación telefónica ayer con ABC Color.
Existe, incluso, un recurso de amparo planteado en los estrados judiciales por Martín Almada.