Factores culturales como elementos de cohesión

La interculturalidad, considerada como una metodología de participación ciudadana, es ahora parte del proceso de fortalecimiento de la identidad del hombre como eje paradigmático que busca asumir el poder de decisión para promover conjuntamente con los otros sectores de la población y de manera especial con la sociedad civil, el desarrollo local inspirado en los valores culturales.

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El tema de la identidad requiere un análisis especial para poder asumir con absoluta propiedad los criterios más adecuados que lleven a estructurar contextos culturales que, eliminando la polarización de las culturas, sea capaz de promover espacios de aprovechamiento de la extraordinaria gama de factores que constituye la diversidad cultural en nuestro país, pues, culturalmente diferenciados y que reclaman para sí el tratamiento de nacionalidades por sus expresiones culturales propias que, hoy más que nunca, emergen en busca de un proyecto político nacional sustentado en la pluriculturalidad y en la unidad. ¿Cómo influye esto desde el ámbito de la globalización?

La globalización económica, en términos generales, debe ser entendida como un fenómeno que posibilita la libre circulación de bienes y servicios, elimina las fronteras, crea un mercado y un espacio suprarregional ampliado, y permite la complementariedad y el intercambio. Todo lo anterior se ha manifestado en la rápida internacionalización de la producción y las finanzas, en el crecimiento del intercambio comercial, la movilidad mayor de los factores productivos y, particularmente, del capital y de la integración intersectorial de la economía a nivel local e internacional.

Ciudadanía, democracia y construcción de políticas culturales

Ahora bien, frente a la irremediable utopía de la globalización, las organizaciones populares rurales y urbanas deben definir sus planteamientos para las políticas culturales que respondan a nuestra realidad. No se puede admitir de ninguna manera que el Estado incremente la diferencia entre los que tienen y los que no tienen, amparado en la ilusoria globalización de la economía. Por su parte, el pueblo indígena al cuestionar los diferentes factores de comportamiento de la sociedad y del Estado, han hecho planteamientos que deben ser la base de políticas culturales para ser aplicadas desde la sociedad civil y desde el Estado, reconociendo que estos pueblos tienen sus propias políticas culturales que han generado procesos de crecimiento humano individual y colectivo en el esquema de la sociedad.

Participación ciudadana y democracia en la construcción de políticas culturales

La sociedad civil tiene un rol muy decisivo, tanto en la construcción de políticas culturales como en el diseño de una democracia plena, porque forma parte del tejido social que busca definir su identidad en la diversidad. Anotemos algunas ideas que pueden ser consideradas como parte de la responsabilidad que ha de asumir la sociedad:

1. Apoyar la reconstrucción de la historia común de nuestros pueblos. Es necesario que se investigue sobre la participación de todos los segmentos de la población en los procesos históricos. Es necesario que todos encuentren las raíces comunes para un mejor entendimiento de su diversidad cultural y el fortalecimiento de su identidad.

2. Ha sido tradicional, casi obligatorio, que los pueblos indígenas tengan interlocutores; se les ha negado el derecho a su representatividad. Cada vez que se ha producido un acontecimiento reivindicacionista, han sido la iglesia o los intelectuales los que han asumido el papel de intermediarios ante el gobierno.

La participación ciudadana podría construir un puente, entre el Estado y la sociedad para lograr la estructuración de un estilo diferente de gobernar, donde las decisiones al más alto nivel sean el fruto de un proceso participativo que se origina en el individuo y la familia como el eje de la sociedad, se fortalezca en las organizaciones barriales, comunales, departamentales y nacionales para consolidarse en el estrato más amplio que es la sociedad, dando un vuelco total a la famosa pirámide, donde el poder de decisión está en la superestructura política, acostumbrada a gobernar para los otros no con los otros.
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