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Luqueño vivió una semana caliente. La derrota de la semana pasada ante Rubio Ñu encendió la mecha. En la semana se conversó y se juramentaron que el partido de ayer iba a marcar el camino de la recuperación del equipo. Como hace mucho no ocurría, el equipo tuvo un recibimiento cálido, con petardos. La gente se ilusionó con que el juego de ayer sería el de la recuperación. Todo muy lindo, hubo mucha gente, se fue la familia.
Sin embargo el sueño pronto se transformó en pesadilla. A los siete minutos de juego Carlos Machuca puso adelante a Independiente. Todo volvió a ser como antes. El equipo no mostró nada, ni siquiera tuvo entereza moral, no mostró dignidad alguna. Con ese estado de cosas Independiente jugó a placer. manejó el partido y generó varias situaciones de gol. Michel Romero, de gran gestión ayer, anotó el segundo, para que el público local despidiera con silbidos e insultos a sus jugadores cuando culminó la primera etapa. En el segundo tiempo las cosas fueron casi iguales. La visita jugando relajada y manejando los tiempos del partidos. Luqueño, conforme transcurrieron los minutos, fue cayéndose hasta dar pena. Machuca puso el 3-0 a cinco del final para incendiar el Feliciano Cáceres. De nuevo los salvajes y violentos pararon un partido. De nuevo la violencia le ganó al fútbol. De nuevo la irracionalidad le ganó al sentido común. Lamentablemente en nuestros estadios mandan los salvajes.
Sin embargo el sueño pronto se transformó en pesadilla. A los siete minutos de juego Carlos Machuca puso adelante a Independiente. Todo volvió a ser como antes. El equipo no mostró nada, ni siquiera tuvo entereza moral, no mostró dignidad alguna. Con ese estado de cosas Independiente jugó a placer. manejó el partido y generó varias situaciones de gol. Michel Romero, de gran gestión ayer, anotó el segundo, para que el público local despidiera con silbidos e insultos a sus jugadores cuando culminó la primera etapa. En el segundo tiempo las cosas fueron casi iguales. La visita jugando relajada y manejando los tiempos del partidos. Luqueño, conforme transcurrieron los minutos, fue cayéndose hasta dar pena. Machuca puso el 3-0 a cinco del final para incendiar el Feliciano Cáceres. De nuevo los salvajes y violentos pararon un partido. De nuevo la violencia le ganó al fútbol. De nuevo la irracionalidad le ganó al sentido común. Lamentablemente en nuestros estadios mandan los salvajes.