Esa vieja costumbre: La sobremesa

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Si bien en los últimos años se fue perdiendo, la sobremesa es una de esas costumbres que mejoran la experiencia gastronómica. Acá le contamos por qué hay que mantenerla y cultivarla. 

Uno de los momentos de tertulia por excelencia es la sobremesa. Ese quedarse, ya sea entre amigos o en familia, charlando después de haber tenido una buena comida. Un quedarse sin reloj al que prestar atención, y desenvolviendo una tertulia sin tema definido. Dejar fluir los temas e intentar que el apasionamiento no se siente a la mesa y arruine el momento. Una costumbre que pugna por sobrevivir a pesar de los avances del fast-food y la televisión.

Cuando los padres sentaron en la cabecera de la mesa al televisor, el diálogo familiar desapareció y con él la sobremesa, que por definición es un momento de intercambio, disfrute, reflexión, intimidad compartida. La televisión destruyó esto totalmente.

Puede que una buena digestión sea una de las funciones primordiales de la sobremesa. Según Brillat Savarin: "De todas las operaciones corporales, la digestión es la que más influye en el estado moral del individuo".

La charla amable, distendida, aun continuando con alguna que otra libación, es poco probable que afecte negativamente nuestra digestión. La sobremesa es el momento que las distintas culturas destinan al consumo de "bajativos" en diversas formas: tés de hierbas, licores, carajillos u orujos. Y el café, fiel compañero de los buenos puros, como un trago de ron, debe ser servido como le gustaba al príncipe Talleyrand: "Negro como el diablo, caliente como el infierno, puro como un ángel y suave como el amor".

Los abstemios. Se sabe que la sobremesa llega después de una cuidada, o no, ingesta de vino, y que en ella misma se instalan en la mesa el café y alcoholes más enérgicos que el que suele contener el vino. Entonces aparece un primer problema sobre qué hacer con los abstemios. El abstemio queda conectado a otra FM que los que libaron durante la comida, y ciertamente esta lejanía se profundizará a partir de la incorporación de algún licor, coñac, whisky, grappa, vodka o alguna botella empolvada de armagnac, lo que haya a la mano. Y como si fuera poco, el abstemio suele ser alguien que siempre anda apurado, mirando el reloj y buscando la oportunidad para levantarse de la mesa. Así que, mi consejo es: abstemios abstenerse de participar de la sobremesa.

Pero el alcohol es clave en la sobremesa. Si no pregúntele a un bodeguero cuántas veces, paseando su mirada por las barricas de su bodega, ha pensando: "Hay muchas charlas encerradas entre estas duelas".

Hábito campestre. Las comidas en el campo suelen venir acompañadas de sobremesas que terminan en siestas tardías. Mis recuerdos de otra encarnación, como me gusta considerar las memorias que van más allá de 30 años atrás, me traen las sobremesas que había en el campo de la familia Campion, cerca de Urdampilleta. El dueño de casa, Carlos, tenía un asistente-mayordomo que se llamaba Barrena, a quien le confiaba mantener la mesa permanentemente abastecida de alcohol, mientras las sobremesas se extendían hasta las 6 de la tarde.

Y diría que buena parte de las comidas en nuestros campos terminan en sobremesas, en las que suele haber una separación de sexos, que provocan que los hombres se queden sentados en la mesa, mientras las damas y los niños parten a otros rumbos, permitiendo que los temas vayan ganando en complejidad, y el humor que va apareciendo suba de tono sin necesidad de andarse cuidando por quién puede estar escuchando.

La baraja. Quizás sea el último ingrediente de una buena sobremesa: un mazo de cartas españolas, y terminar una buena comida, en una mesa debidamente regada de bajativos, con buenos puros a disposición de los comensales, y una partida de algún juego de esos que exaltan la amistad: el truco, el mus, el tute, el buraco o el que usted prefiera.

Conclusión. Creo que después de estas sesudas reflexiones a nadie le quedarán dudas de que la sobremesa es un hábito tan saludable como la siesta. Unos lo practicarán habitualmente, y hasta quizás diariamente, mientras que otros deberán esperar al fin de semana para poder disfrutarla. En cualquier caso, recuerde lo que leyó Terencio a la entrada del templo de Delfos: "Ne quid nimis" que quiere decir: "Nada en demasía". Así debe tomarse la sobremesa. Como dicen en España: "Use, pero no abuse".
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