Emilia Pardo Bazán: El Naturalismo en España

Es una de las mayores intelectuales del siglo XIX, y una de las novelistas más significativas. Cultivó la novela y el relato de ensayo, la historia; fue conferenciante, articulista y profesora en la Complutense.

Este artículo tiene 22 años de antigüedad
Nació en La Coruña, en el seno de una familia aristocrática, lo que no fue obstáculo para que defendiera con entusiasmo el naturalismo. Empezó a publicar poesía a la edad de 16 años.

A los 17 se casa y se traslada a Madrid, donde se mueve por círculos artísticos. Su amistad con Ginés de los Ríos le dio a conocer las doctrinas krausistas y a Galdós y a Clarín.

Fue una mujer cosmopolita, en París conoce al padre del naturalismo: Émile Zola, y defiende esta corriente literaria frente a la sociedad española religiosa y conservadora.

En su obra La cuestión palpitante de 1883, si bien la autora niega el determinismo (niega el azar y el libre arbitrio) por su convicciones religiosas. Está en oposición con los que pretenden hacer una “novela experimental”. Para ella, el naturalismo es una variedad del realismo.

En sus mejores páginas sobresalió la creación de personajes únicos y de situaciones intensamente conflictivas. También escribió evocaciones sensibles del campo, como lo hicieron muchos de sus compañeros, arraigados en los vigorosos escenarios naturales de las provincias españolas.

Su admiración por Pereda y Galdós explica quizá el acento que puso en el examen minucioso de la realidad como algo fundamental, para la creación novelística, aunque no se inclinó por seleccionar los aspectos más repulsivos de la vida, como expresó en el prólogo de Viaje de novios”, la novela es traslado de la vida, no su embellecimiento.

Su primera novela Pascual López de 1879, es una historia sentimental y tradicional dentro de la tradición romántica.

En la novela Tribuna dirige su atención a los estratos más bajos, la historia está cargada de la inquietud social de la época, vista a través de las injusticias sufridas por los miembros de esta clase.
Es la única novela sobre la clase obrera de su generación e inicia la asimilación de los recursos naturalistas.

Sus obras maestras son: Los pazos de Ulloa de 1886 y La madre naturaleza de 1887. La primera presenta el ambiente violento y el embrutecimiento del mundo rural gallego, donde al hidalgo noble, primitivo y brutal, se le opone la rebeldía de las nuevas clases sociales que acabarán por derribarle: el determinismo naturalista es aquí fundamentalmente social.

La segunda, continuación de la primera, trata de las incestuosas relaciones de los dos personajes (que ignoran ser hermanos) donde el fatalismo de la moral natural determina sus vidas a través de la naturaleza.

Con Morriña e Insolación vuelve a la técnica realista. Con Una cristiana y La prueba comienza la fase más espiritual de su obra, ello no es sólo un reflejo de la evolución personal de la autora, sino una tendencia espiritualista que arraigaba en Europa (Tolstoi y Dostoievski).

La sirena negra de 1908, es una novela repleta de elementos modernistas y expresionistas, donde existe un monólogo interior y elementos oníricos.

Además de estas novelas escribió cientos de cuentos, que junto con los de Clarín se encuentran entre los mejores del siglo.

Recibió en vida numerosos honores, pero su deseo de ser elegida miembro de la Real Academia de la Lengua no se vio cumplido.
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