El ser único e irrepetible corresponde a la persona

¿Qué es la persona? Etimológicamente “persona” es “máscara, rostro”. Del latín “persona-ae” (máscara). Posteriormente significó el papel que los actores -los actores actuaban con máscara- representaban en el teatro. Finalmente, la palabra persona pasó a la filosofía y significó “una sustancia individual de naturaleza racional”.

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Ordinariamente se dice que el hombre es un compuesto de dos elementos: cuerpo y espíritu. Sin embargo, la realidad es que la persona humana es una bi-unidad o una unidad plural. Así dice Chauchard: “el hombre no tiene un cuerpo y un alma, es un cuerpo que piensa y actúa... No tiene un cuerpo y un alma, existe y es simultáneamente cuerpo y alma, unidad compuesta”.

Lo principal de la unidad psicosomática -la persona- es el espíritu. El espíritu es tanto más él mismo cuanto más consciente. No que espíritu y conciencia se identifiquen -muchas veces no tenemos conciencia y no por eso dejamos de ser espíritu-, sino que la conciencia es la vida del espíritu. De este modo, el espíritu como conciencia, actúa de tres maneras: como conciencia de lo universal: razón; como conciencia de sí: reflexión; y como conciencia de los valores: apreciación.

a) Conciencia de lo universal: razón

La razón es propia del hombre, es lo que lo distingue del animal. La razón es la facultad de lo universal. Capta la esencia de las cosas: los sentidos captan los fenómenos
-lo sensible, lo que cambia-, la razón capta lo que es.

Identifica los entes al descubrir su esencia. La razón es conciencia unificadora porque es visión: la razón racional capta la noción de color, desligada de todo objeto coloreado. Y va más allá; no sólo capta las relaciones de semejanza, sino que capta cualquier relación: La razón es la facultad de la relación.

Entonces, la conciencia es conciencia de las esencias y conciencia de las relaciones universales porque tiene la capacidad de abstracción. Por la razón el espíritu va más allá de lo real concreto: abstracción de lo singular en la visión de lo permanente; abstracción de lo sensible en la visión de lo inteligible; abstracción de lo múltiple en la visión de la unidad; abstracción del ser en la visión de los entes. La razón es exigencia de unidad.

La razón, en su actividad primera, es conciencia de la unidad. Es visión de lo inteligible, de lo universal, de lo que está más allá del tiempo y del espacio.

b) Soy un ente que piensa

Si la persona es un ente que piensa, consecuentemente es espíritu. El pensamiento se manifiesta no sólo por la razón, sino ante todo, por la visión de mi propio yo. No hay pensamiento sin un yo pensante. La conciencia es un centro original que refiere a sí mismo todos los actos de pensamiento. El centro es el yo; la referencia es la reflexión. La reflexión es, pues, el volver del sujeto sobre sí mismo. Por el que se conoce como origen de su pensamiento.

Este volver es una intuición en la que el yo está presente a sí mismo. Esta es una característica propia del espíritu. La materia no se conoce: el ojo, por ejemplo, no se ve porque está orientado hacia afuera; la conciencia se ve porque, aunque se dirija hacia afuera, se da cuenta de que es fuente incesante de su actividad y de que se dirige hacia los objetos.

La primera actividad del espíritu -conocimiento de las esencia- es objetiva; la segunda actividad -conocimiento de su propia esencia- es subjetiva, de modo que conocerse y conocerse conociendo son lo mismo, es decir, la conciencia es simultáneamente, en una sola intuición, conciencia de sí y conciencia de la conciencia de sí.

c) Conciencia de los valores

El espíritu no queda definido por la conciencia de sí. La conciencia de lo universal y la conciencia de sí no tiene sentido si no son manifestación de otra actividad: la apreciación. Por la razón, el espíritu se orienta hacia lo objetivo; por la reflexión se orienta hacia lo subjetivo. Pero falta la síntesis.

Aunque la orientación hacia un objeto es orientación de un sujeto, la actividad cognoscitiva del sujeto es siempre actividad que implica un objeto, sin embargo, la apreciación es la reconciliación -la síntesis- de lo subjetivo y de lo objetivo, porque el valor es lo que el sujeto capta en un objeto.

Así, la apreciación supera, une y completa las otras dos formas de conciencia espiritual, Las supera porque ya no es conciencia del ser ni conciencia del yo, sino es justificación del ser. Las une porque es la síntesis de sujeto y objeto. Las completa porque da a cada una de ellas sentido y orientación.

La conciencia, mediante la apreciación, es decir, a través de los valores, se orienta hacia la acción. De esta manera el espíritu es conciencia analógica, conciencia psicológica y conciencia axiológica; o si se quiere, el espíritu es ente, conciencia y valor. Y en tanto conciencia, el espíritu se opone a la materia como lo abierto se opone a lo cerrado, la comunicación a la soledad, lo dinámico a lo estático, el para-sí al en-sí, el sujeto al objeto.

O sea, que la persona -el espíritu- es apertura, comunicación, dinamismo, interioridad. En este sentido se podría decir que el espíritu no es ni naturaleza, ni objeto, ni ser; él es sujeto, acto, libertad.
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