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La Constitución de 1870 señaló un plan político para los pueblos indígenas: quería que estos se incorporaran a la civilización, la cual era para ella la civilización occidental. En el fondo, esto significaba que lo que quería era que los pueblos indígenas subsistentes se convirtieran en "paraguayos".
El enfoque reseñado no alcanzó mayor trascendencia. Permitió y aun impulsó el ingreso de misioneros cristianos en varios puntos del Chaco y de la Región Oriental, pero lo que más puede haber influido para que muchos de los pueblos indígenas chaqueños dejaran de ser "salvajes", como se los llamaba, fue la ocupación militar de la región, el ingreso de ganaderos, de empresas tanineras y de colonos menonitas. En la Región Oriental, igual resultado produjo la explotación yerbatera, maderera y ganadera y, por último, la "marcha al Este" de la creciente población paraguaya, ligada a la política stronista de aproximación física al Brasil, la cual también trajo aparejados el ingreso de colonos brasileños y la deforestación masiva.
La Constitución de 1992 produjo finalmente un nuevo planteamiento político. Quiso que los pueblos indígenas continuaran siendo "grupos de cultura anteriores a la formación y organización del Estado paraguayo" y preservaran "su identidad étnica en el respectivo hábitat". Socialmente, esos pueblos ya no eran enemigos de los paraguayos, pero para los constituyentes del 92 tampoco tenían que seguir estando sometidos a los paraguayos.
El plan de la Constitución de 1992 quizás se califica de sentimental y bondadoso, pero en los hechos no ha funcionado bien. En la Región Occidental se dieron grandes extensiones de tierra a distintos pueblos indígenas a título de presuntos "hábitats ancestrales" que de hecho no existieron, pues todos ellos eran realmente nómadas y se movían dentro de áreas a veces muy extensas y, por haber sido fijados en puntos precisos, tras acabar con la fauna silvestre de los mismos y aun con los árboles maderables, no parecen encontrar más solución que la de pedir creciente asistencia al Estado nacional. En la Región Oriental, las cosas parecen aun peores: las tierras que se les concedieron son menores, y los "paraguayos" les roban el bosque y aun les ocupan sus supuestos dominios. La solución es igual a la del Chaco: el asistencialismo estatal.
En todo esto no hay ventaja para los pueblos indígenas ni para el paraguayo. Solo la hay para algunos antropólogos y para varias ONG.
La solución del problema que se les ha creado a los pueblos indígenas probablemente debiera ser algo intermedio entre lo que quería la Constitución de 1870 y la que manda actualmente, la de 1992. Que esos pueblos, por ejemplo, continúen usando sus respectivos idiomas, que conserven sus creencias religiosas y aun ciertos elementos de su organización política y jurídica, pero a la par sean ciudadanos paraguayos con derecho a una educación adecuada y a empleo digno en la sociedad paraguaya, para lo cual los nativos deben ser capacitados como el resto de los habitantes de este país.
Las comunidades menonitas del Chaco tenían ese enfoque y convirtieron a indígenas en productores agrícolas y aun en trabajadores industriales competentes. El Ejército nacional, cuando realmente existía en el Chaco, también siguió una línea parecida al incorporar a indígenas como músicos, mecánicos de automotores o simplemente como soldados conscriptos.
En países como los Estados Unidos, hay pueblos indígenas que siguen viviendo en "reservaciones", pero con educación apropiada y atención de salud, obras viales, etc., y son además libres para salir de sus reservaciones y, aun quedándose en ellas, para entrar en la vida cultural y económica de esa nación, en el lugar que su aptitud y esfuerzo les permitan. Conservan su identidad étnica, pero son también ciudadanos plenos de su país.
Alguna solución como las mencionadas que dieron resultados tanto en nuestro país como en el exterior debe ser considerada por nuestras autoridades para terminar con el asistencialismo, que no soluciona absolutamente nada sino que agrava los problemas de los indígenas, mientras se crea una legión de gente y organizaciones que parece más bien hacer fuerza para mantener la actual situación pues viven a costilla de los mismos.