El Paraguay quiere vivir en paz con sus vecinos

Al conmemorar el Bicentenario de su Independencia patria, el pueblo paraguayo se siente honrado por la visita de varios presidentes y presidentas de países amigos, y otros dignatarios. El pueblo paraguayo es agradecido.

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La Nación paraguaya fue virtualmente exterminada durante los casi siete años de ocupación militar por parte de las tropas del Imperio del Brasil, cuando ya no existía ejército paraguayo que se le opusiera, pues el mismo había sido destruido en diciembre de 1868 en la batalla de Itá Ybaté, y el Mariscal López era apenas un fugitivo por los confines del Amambay.   

Como lo señalaron algunos senadores brasileños en ocasión del reciente debate sobre la nota reversal que concede una nueva limosna al Paraguay. El propio generalísimo del ejército imperial, Duque de Caxias, a comienzos de 1869, tras la ocupación de Asunción, le comunicó al Emperador Pedro II que la guerra contra el Paraguay estaba terminada, solicitando en consecuencia su relevo del cargo de comandante del ejército imperial. Inhumanamente, el Emperador no aceptó el veredicto de Caxias de que el enemigo ya no existía –solo un pueblo inerme– y envió a su yerno, el sanguinario Conde D’Eu, para perpetrar un horroroso "genocidio americano", al decir de sus propios conciudadanos, como Julio José Chiavenato y algunos senadores federales de su país que se manifestaron recientemente al respecto de esa terrible tragedia.   

Pero, como ningún debate acerca del pasado podría reparar ese holocausto ejecutado contra los paraguayos y las paraguayas por las fuerzas militares del Imperio contra el ya indefenso pueblo paraguayo, vale más la pena volver a exponer ahora la verdad acerca de Itaipú; algunas verdades que resonaron con fuerza en el recinto del Senado federal brasileño en la ocasión ya citada del tratamiento de la nota reversal de referencia, de boca de muchos senadores, dignos y probos.   

Hay que insistir en que el Paraguay no solo aporta la mitad del caudal hídrico del río Paraná; aporta muchos miles de kilómetros cuadrados de su territorio para sostener la vital energía potencial del embalse de la represa.

Así también, ni el Tesoro paraguayo ni el Tesoro brasileño han aportado un centavo de dólar de sus contribuyentes para la construcción de la usina hidroeléctrica; ella fue totalmente financiada con empréstitos foráneos y domésticos –si bien con el aval del Tesoro brasileño– que se vienen pagando puntualmente, con intereses usurarios aplicados por Eletrobrás. Es más, el Tesoro brasileño se benefició enormemente al quebrarse la paridad del real con el dólar americano, que era la moneda de referencia de Itaipú, en ocasión de la llamada "crisis del real".   

Inclusive, sin la participación del Paraguay, Itaipú jamás hubiese sido construida, porque el río Paraná pertenece a ambos países por mitad.  

Concomitantemente, mediante la construcción de Itaipú, el Brasil resolvió un grave problema fronterizo con el Paraguay, en el que, conforme con el Tratado de Límites de 1872, llevaba las de perder en un eventual arbitraje internacional.   

De conformidad con el derecho internacional, Itaipú es una sociedad comercial de participación igualitaria por ambas partes, por lo que las obligaciones y derechos son rigurosamente iguales.

El hecho de que hasta ahora los gobiernos paraguayos se hayan conformado con una comparativamente ridícula limosna considerando el valor real de nuestra energía de la que se apropia, y que por el aumento de esa limosna ahora el presidente Fernando Lugo, renegando de su promesa electoral, haya reculado del reclamo que debía presentar al Gobierno del Brasil por la rectificación de la inequidad inserta en el leonino tratado, no implica que el pueblo paraguayo acepte pasivamente la humillante abdicación de su inconsecuente Presidente.  

Excelentísima presidenta Rousseff: por las razones más arriba expuestas, la Nación paraguaya no tiene por qué agradecer a usted ni al hermano pueblo brasileño por esta nueva dádiva con la que su gobierno pretende disfrazar la ignominiosa usurpación de nuestra soberanía en Itaipú. No tenemos por qué agradecer que nos devuelvan una pequeñísima fracción de lo que nos han despojado.

A LA PRESIDENTA ARGENTINA

Excelentísima señora presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner:  

Como aliada del Brasil en la Guerra de la Triple Alianza, y aunque las fuerzas militares argentinas no tuvieron participación material activa en el "genocidio americano" cuando ya no existía el ejército del Mariscal Francisco Solano López sino una indefensa población civil, su país es moralmente tan responsable como el Brasil de ese horrendo crimen de lesa humanidad, y, por tanto, si ha de invocarse el pasado, la Argentina también tiene una deuda histórica con el Paraguay, que, ciertamente, el pueblo paraguayo no le ha reclamado ni le reclamará, con la condición de que ahora ponga fin a la continuación de otra verdadera guerra contra nuestro país, aun cuando ella sea por otros medios, como el económico.   

Al igual que Itaipú con el Brasil, Paraguay tiene con la Argentina la hidroeléctrica de Yacyretá en condominio paritario, con las mismas obligaciones y derechos societarios de una y otra parte. Como su gobierno –al igual que el brasileño– a menudo trata de justificar la conculcación de la soberanía paraguaya en la usina con iguales o similares argumentos ensayados por aquel, aprovechamos su presencia en nuestro país para decirle directa y francamente que el pueblo paraguayo no va a claudicar en su reclamo por un trato equitativo y justo en Yacyretá, mediante la renegociación del vil tratado que elimine las asimetrías de gestión y de beneficios que contiene, a más de la restitución de nuestra soberanía nacional conculcada por un acuerdo firmado por un gobierno autoritario que mantenía sojuzgado al pueblo paraguayo.   


Las verdades ratificadas a la excelentísima presidenta Rousseff respecto de Itaipú las consideramos plenamente válidas ante usted respecto de Yacyretá, más aun llevando en cuenta que el territorio paraguayo que cubre el embalse de la represa es mucho mayor en extensión que el ocupado por el lago de Itaipú. Esas valiosas tierras están hipotecadas a perpetuidad y ya nunca podrán servir para asientos humanos de paraguayos.   

El Gobierno argentino, al igual que el brasileño, viene cometiendo abusos financieros contra los intereses del pueblo paraguayo mediante acuerdos violatorios del Tratado, convenidos por nuestros codiciosos gobernantes de turno, no aprobados por el Congreso nacional, como las inicuas notas reversales de enero de 1992, o la más reciente propuesta vuestra, el "Plan de Terminación de Yacyretá", que, de aceptarla, el Paraguay tendría que cederles energía a precio vil por casi medio siglo. Eso, excelentísima señora Presidenta, no lo va a consentir el pueblo paraguayo, independientemente de que se lo conceda el presidente Lugo, o cualquier otro mandatario codicioso en el futuro. 

Hasta ahora, confiamos en la buena voluntad y espíritu de justicia de la Nación argentina para un trato justo y equitativo en Yacyretá, así como en relaciones comerciales mutuamente beneficiosas, sin trabas arancelarias ni burocráticas encubiertas.  

Resulta irónico que la política de mal vecino de la Argentina hacia el Paraguay no haya terminado con el despojo territorial del que nuestro país fue víctima tras la guerra genocida que nos trajera su país en alianza con el Imperio del Brasil. Continuó después, por medios menos violentos, pero igualmente lesivos contra el Paraguay, como las recurrentes trabas a la navegación del río Paraná, inauguradas durante la dictadura de Rosas y mantenidas virtualmente sin solución de continuidad hasta hoy día, incluido el reciente boicot de servicio portuario contra buques de bandera paraguaya en puertos argentinos, que ocasionó una pérdida de más de 250 millones de dólares a los agentes económicos de nuestro país, y la amenaza de otra medida de fuerza similar por el mismo sindicato en cualquier momento.   

El Tratado del Mercosur no ha servido para poner fin a la hostilidad económica y comercial de su país contra el Paraguay, señora Presidenta. En vez de invertir en infraestructuras en las fronteras con nuestro país y simplificar los engorrosos trámites aduaneros que dificultan la libre circulación de bienes, servicios y personas garantizada en el tratado de integración regional, la Argentina –igual que el Brasil– no cesa de implementar medidas administrativas que restringen el libre comercio. Son hechos frecuentes que nuestros productos agrícolas se pudran en las terminales aduaneras de su país por demoras excesivas, con pretextos diversos. Otras veces se pierden productos cárnicos destinados a Chile por tránsito terrestre, a causa de que nuestros camiones son retenidos arbitrariamente a su paso por territorio argentino. Mientras tanto, los puentes que hace tiempo los países signatarios del Mercosur se han comprometido a construir, para la interrelación del transporte terrestre y ferroviario entre los países de la región, no han pasado de las promesas.

AL PRESIDENTE DE BOLIVIA

Finalmente, tenemos algo que decir al excelentísimo señor presidente de Bolivia, Evo Morales:  

Es lamentable que habiendo sido Bolivia el primer país en reconocer formalmente la independencia del Paraguay en la Convención Nacional reunida en Sucre en el año 1843, menos de 10 años después planteara por primera vez reclamo territorial sobre nuestro Chaco, aunque no directamente al Gobierno paraguayo. Fue en 1852, a raíz del tratado suscrito por el Paraguay y la Confederación Argentina por el que esta nación reconocía al río Paraguay como de propiedad paraguaya "de costa a costa".   

Obviamente, nuestro presidente, Don Carlos Antonio López, rechazó tal reclamo, sosteniendo que el Chaco perteneció siempre al Paraguay, desde Olimpo hasta Formosa. El Laudo Hayes reconfirmó la soberanía paraguaya sobre dicho territorio. Sin embargo, tras la pérdida de su litoral sobre el océano Pacífico, los gobernantes de Bolivia volvieron las espaldas al mar y pusieron sus miras en el litoral occidental del río Paraguay. Tras medio siglo de estéril porfía diplomática, estalló la guerra que definió el pleito fronterizo. Aunque no logramos que nuestro límite con Bolivia fuera el río Parapití, aceptamos lo que determinó el Tratado de Paz.   

Desde el fin de la contienda bélica hasta el derrocamiento de la dictadura de Alfredo Stroessner, las relaciones entre nuestros dos países fueron más bien frías, aunque correctas. Desde el advenimiento de gobiernos democráticos, el Paraguay buscó un mayor acercamiento con Bolivia. Para el efecto, se mejoró la ruta Transchaco hasta la frontera, con lo que se posibilitó un incipiente aunque auspicioso intercambio comercial, pese a que recién bajo su gobierno Bolivia construyó un camino pavimentado hasta nuestra frontera, conectando Villamontes con Infante Rivarola.   

Nos preocupa, sin embargo, la contradicción inherente entre la política de buena vecindad y de cooperación que usted predica con relación al Paraguay, y la desproporcionada concentración y potenciamiento de sus fuerzas armadas sobre el área de influencia de nuestra común frontera del Chaco, particularmente luego de su firma de un convenio de cooperación militar en el ámbito de la defensa con el presidente Hugo Chávez, de Venezuela.   


Nos preocupa la continua adquisición de material bélico, incluidos aviones de combate, helicópteros y tanques, tanto de Rusia como de China, a más de lo que recibe como cooperación de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana de Venezuela. Nos cuesta entender que usted gaste dinero de su pueblo para comprar armamento, cuando sus necesidades sociales de salud, educación, trabajo y bienestar son tan críticas como las nuestras.   

Aunque nuestro Presidente de la República, su amigo personal ideológicamente afín, Fernando Lugo, nos asegura constantemente que las adquisiciones militares que usted realiza no responden a ninguna hipótesis de eventual conflicto con nuestro país ni con ningún otro, el aumento de la capacidad militar de Bolivia coloca al Paraguay en un dilema de seguridad que forzosamente lo obliga a gastar dinero del pueblo para reforzar nuestra menguada capacidad militar, pese a que el presidente Lugo prometió solemnemente en un foro de la Asamblea General de las Naciones Unidas que él no iba a gastar el importe de un mendrugo de pan para comprar armas.   

Por lo tanto, señor presidente Evo Morales, le exhortamos, en nombre de la paz y la tranquilidad de nuestros dos pueblos hermanos, a suspender la compra de más armamento para sus Fuerzas Armadas y la militarización de la frontera entre nuestros dos países.

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