No obstante, es bueno partir de las situaciones típicas que deben sobrellevar los padres de familia para madurar y cosechar los buenos frutos. El primer gran valor que un padre responsable trasmite es la entereza, al sobrellevar con estoicismo y en forma cotidiana muchos sinsabores e ingratitudes.
Entre las principales ingratitudes o sinsabores del rol paterno, recordamos los siguientes:
Una misión delicada: Ser responsable de todo. Ante cualquier error de procedimiento de algún miembro de la familia, es el primero en ser recordado y culpado. La culpa lo tiene el padre, afirman todos, del interior del hogar hasta el último vecino.
Una pesada carga: Ser figura opacada. Es una figura de relleno. Le identifican con adjetivos como: el viejo, lekaja, como descalificándolo por los años vividos (¿años vividos, o años sobrevividos, apenas, para cumplir con los deseos, caprichos, ideales y sueños de los hijos?).
La cruz a cargar: No ser comprendido. Su rol reducimos al de mero proveedor. Con tal de que traiga la plata lo demás no importa. A nadie le interesa cómo pasa su día laboral, qué dificultades y sinsabores le acompañan. Esa es su responsabilidad, pensamos o acaso digamos en voz baja.
Y ante los más mínimos errores, la crítica implacable, y llegamos a juzgarle como seres perfectos. No obstante, cuántas veces analizamos que nadie enseña a ser padres, que aprenden en la escuela más difícil: la escuela de la vida. Allí radica, quizás, mucho de sus errores. ¡Qué bien le haría a nuestro padre que más veces le demostremos afecto y comprensión!
Valores que trasmite la paternidad responsable
A pesar de los sinsabores, un padre de familia enseña con su ejemplo numerosos valores. Entre los principales mencionemos:
Enseñan disciplina. Qué mejor testimonio de organización personal, que levantarse temprano todos los días del año, faltar únicamente en casos justificados al trabajo, esmerarse por llegar temprano y retirarse luego de concluir el horario de trabajo, sin importar el frío, la lluvia, el calor. Y su permanente preocupación para ordenar nuestras vidas, al que llamamos plagueo.
Demuestran amor. Aunque pocas veces lleguen a vocalizar el te quiero, hijo/a, qué cantidad de veces demuestran el inmenso amor y cariño a sus hijos; de lo contrario, ¿cómo se justifica la resistencia física y emocional para tanta entrega cotidiana, ya sea en el hogar y el trabajo? O la increíble manera en que da soluciones a la mayoría de nuestros reclamos (¡tantas veces egoísta!).
Trasmiten responsabilidad. Con tal de no atrasarse no dudan en llevar el trabajo en casa, sin importar la fatiga y renunciando al merecido descanso. Y ni qué decir en cuanto a la administración eficiente, aunque muy resistida, del presupuesto familiar: el escaso recurso que debe alcanzar para el mes, poniendo en juego todo el ingenio y empeño para tan difícil cometido, sacrificando para ello, muchas veces, los intereses y gustos personales.
Queridos niños y jóvenes. Qué delicada misión constituye la paternidad responsable. Merece nuestro reconocimiento. Aunque muchas veces ingrato, es muy importante que los padres asuman con valentía este rol de la paternidad responsable. Nosotros podemos colaborar en mucho para que así sea:
1°) Preparándonos de manera seria para cuando llegue el momento. No basta con procrear y ser padres biológicos, sino asumir integralmente el rol educativo que la sociedad espera de un padre de familia.
2°) Ayudando a nuestros padres, especialmente a aquellos que no logran interpretar este alcance de su paternidad, con el diálogo, las expresiones de respeto y cariño, y muy especialmente el perdón a sus faltas. ¡¡Adelante, juntos es posible!!
Entre las principales ingratitudes o sinsabores del rol paterno, recordamos los siguientes:
Una misión delicada: Ser responsable de todo. Ante cualquier error de procedimiento de algún miembro de la familia, es el primero en ser recordado y culpado. La culpa lo tiene el padre, afirman todos, del interior del hogar hasta el último vecino.
Una pesada carga: Ser figura opacada. Es una figura de relleno. Le identifican con adjetivos como: el viejo, lekaja, como descalificándolo por los años vividos (¿años vividos, o años sobrevividos, apenas, para cumplir con los deseos, caprichos, ideales y sueños de los hijos?).
La cruz a cargar: No ser comprendido. Su rol reducimos al de mero proveedor. Con tal de que traiga la plata lo demás no importa. A nadie le interesa cómo pasa su día laboral, qué dificultades y sinsabores le acompañan. Esa es su responsabilidad, pensamos o acaso digamos en voz baja.
Y ante los más mínimos errores, la crítica implacable, y llegamos a juzgarle como seres perfectos. No obstante, cuántas veces analizamos que nadie enseña a ser padres, que aprenden en la escuela más difícil: la escuela de la vida. Allí radica, quizás, mucho de sus errores. ¡Qué bien le haría a nuestro padre que más veces le demostremos afecto y comprensión!
Valores que trasmite la paternidad responsable
A pesar de los sinsabores, un padre de familia enseña con su ejemplo numerosos valores. Entre los principales mencionemos:
Enseñan disciplina. Qué mejor testimonio de organización personal, que levantarse temprano todos los días del año, faltar únicamente en casos justificados al trabajo, esmerarse por llegar temprano y retirarse luego de concluir el horario de trabajo, sin importar el frío, la lluvia, el calor. Y su permanente preocupación para ordenar nuestras vidas, al que llamamos plagueo.
Demuestran amor. Aunque pocas veces lleguen a vocalizar el te quiero, hijo/a, qué cantidad de veces demuestran el inmenso amor y cariño a sus hijos; de lo contrario, ¿cómo se justifica la resistencia física y emocional para tanta entrega cotidiana, ya sea en el hogar y el trabajo? O la increíble manera en que da soluciones a la mayoría de nuestros reclamos (¡tantas veces egoísta!).
Trasmiten responsabilidad. Con tal de no atrasarse no dudan en llevar el trabajo en casa, sin importar la fatiga y renunciando al merecido descanso. Y ni qué decir en cuanto a la administración eficiente, aunque muy resistida, del presupuesto familiar: el escaso recurso que debe alcanzar para el mes, poniendo en juego todo el ingenio y empeño para tan difícil cometido, sacrificando para ello, muchas veces, los intereses y gustos personales.
Queridos niños y jóvenes. Qué delicada misión constituye la paternidad responsable. Merece nuestro reconocimiento. Aunque muchas veces ingrato, es muy importante que los padres asuman con valentía este rol de la paternidad responsable. Nosotros podemos colaborar en mucho para que así sea:
1°) Preparándonos de manera seria para cuando llegue el momento. No basta con procrear y ser padres biológicos, sino asumir integralmente el rol educativo que la sociedad espera de un padre de familia.
2°) Ayudando a nuestros padres, especialmente a aquellos que no logran interpretar este alcance de su paternidad, con el diálogo, las expresiones de respeto y cariño, y muy especialmente el perdón a sus faltas. ¡¡Adelante, juntos es posible!!