El mundo suprasensible de Platón

Platón (427-347 a.C.) sostenía que la moral y la teoría del estado necesitaban de una metafísica previa, de una teoría sobre “el qué” del hombre y del universo. Pero entendió que para dicho propósito era necesario conocer de antemano, en qué consiste el saber.

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Se pregunta si el conocimiento es posible; de serlo, ¿cómo llega a serlo? Previa a la metafísica se sitúa así una teoría del conocimiento donde Platón explica los orígenes de nuestras ideas y trata de precisar el sentido de la verdad.

El mundo en que vivimos está hecho de cambio o, como dice Platón, de generación y corrupción. Todo cuanto nos rodea, y también nosotros mismos, estamos de tránsito. La semilla se hace árbol y el árbol da flores que dan frutos.

Lo sensible mutable

Pero cuando el árbol es árbol ya no es semilla, ni es árbol la flor cuando es flor, ni flor el fruto cuando es fruto. Todo lo que existe deviene y al devenir cesa de ser lo que era.

La naranja antes de ser naranja ha sido flor de azahar. He ahí el cambio de un tipo de ser (la flor) a otro tipo de ser (el fruto). Pero si consideramos tan solo el fruto, el cambio es igualmente patente. Nacido de la flor, el fruto crece, verde primero, se pinta poco a poco de amarillo, se dora al sol, madura, estalla abandonado a sí mismo, y si no es arrancado y consumido, acaba por caer de la rama y pudrirse en el suelo.

En cada nuevo momento de su ser, el fruto no es ya lo que era ni es todavía lo que va a ser. Sucede como si las cosas estuvieran llenas de una suerte de velocidad interna que las crea, las desarrolla y las destruye.

Las ideas eternas

Por esto podemos decir que son y no son, que su modo de existir es un modo de existir a medias entre el no-ser de lo que fue y el no-ser de lo que todavía no alcanzan a ser.

¿Cómo podría explicarse aquello que es contradictorio, aquello que a medida que se hace se va deshaciendo hasta perecer? ¿Cómo definir lo que es pasajero si no puedo fijarlo, si cuando trato de definirlo ya no es lo mismo que trataba de definir en un principio?

Platón no se contenta con afirmar que en el mundo en que vivimos, estamos juntos de paso; no se contenta con decir que el mundo es contradictorio, fugaz, pasajero. ¿Cómo explicar este cambio constante?, ¿cómo buscar alguna razón para esta vertiginosa sinrazón en que vivimos?

Para hacerlo, Platón establece poco a poco, a lo largo de su vida, la teoría de las ideas. Toma la palabra idea del lenguaje común y corriente, y le da una significación especial.

La palabra idea procede de un verbo griego que significa ver, mirar, examinar. Así, idea, en el lenguaje común de los atenienses, significaba “algo visto”, su aspecto exterior, la apariencia de una cosa.

Para Platón, la idea de cada cosa es precisamente aquello que no cambia ni puede aceptar ninguna variación. Cree que estas ideas, es decir, estos seres, tienen una existencia propia, independiente de nuestro mundo, una especie de cielo que llama Topos Uranus.

Las ideas son así, las esencias de las cosas, esencias que existen en sí y por sí. Mediante la existencia de un mundo de ideas, que son entes, seres reales, Platón trata de explicar nuestro mundo.

La teoría de Platón es la de los dos mundos. Considera que el alma, antes de unirse a determinado cuerpo, preexistió en el mundo inteligible donde tuvo oportunidad de contemplar directamente las ideas; al unirse a un cuerpo, para formar un hombre, lo hará temporalmente, en plan de purificación, después regresará a su lugar, que es el mundo de las ideas.

Nuestro mundo es tan solo posible como copia o imitación de las ideas y el conocimiento no es más que una reminiscencia de los tipos y causas que el alma vio en el mundo suprasensible, en el Topos Uranus.
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