Cargando...
¿Cómo es la realidad que conocemos?, ¿cuál es su naturaleza?,¿como empezó? El problema se presenta para el filósofo, bastante complejo de explicar, con elementos eminentemente dialécticos, de manera que plantea la cuestión en términos que hasta un niño podría entenderlo.
Podríamos contarlo así: Había una vez unos hombres que se encontraban en el fondo de una caverna, encadenados de espaldas a la entrada. Pero frente a esa entrada había un camino, y un poco más allá, una gran hoguera. Por el camino iban pasando los verdaderos hombres que iban llevando consigo todo tipo de objeto.
En el fondo de la caverna, los hombres que creían ser los verdaderos, veían las sombras de todo lo que iba desfilando frente a la entrada. Ellos no podían darse vuelta por una suerte de sortilegio. Sólo les queda seguir mirando las sombras que danzan frente a sus ojos en el fondo y toman por realidad lo que ven.
Hacia la realidad
Así se pasan un tiempo largo, indeterminado, hasta que un día, uno de ellos logra soltarse de sus cadenas y tímidamente va hacia la entrada. Al principio, el mirar las llamas de la gran hoguera lo enceguese. Le cuesta bastante tiempo acostumbrarse y sobreponerse al temor, pero, finalmente consigue llegar a dicha entrada, y aún más, empieza a desplazarse hacia afuera, hasta que puede salir.
Es entonces que alcanza a ver la realidad tal cual es. Ante sus ojos, el universo se le hace patente sin censuras. Consigue ver los tipos y causas de todo cuanto existe. Los objetos se le presentan puros y desmesuradamente nítidos, y cobran ante sus sentidos una belleza extraordinaria. Los objetos que él veía como sombras tienen ahora una tercera dimensión, un colorido y una vitalidad que le llenan de alborozo.
La realidad que percibe está llena de luz y de perfecta armonía. El fugitivo siente una emoción incomparable a todo lo que había vivido, y antes que seguir huyendo, siente la necesidad irreprimible de volver a la caverna a contarle a sus semejantes, que aquellas sombras que por tanto tiempo tomaron como verdades, son sólo eso, sombras.
El sabio halla su fin
Desasosegado por la emoción regresa a su caverna con la idea de liberar a sus hermanos. Cuando llega, hace lo imposible para que estos volteen el rostro y miren lo que hay detrás de ellos. Les dice que se levanten, que rompan sus cadenas, que salgan, que huyan de allí y que se vayan a mirar la realidad tal como es, deslumbrante y maravillosa.
Pero es inútil. Sus congéneres lo toman por loco y peligroso y deciden matarlo, para que no siga queriendo contaminar sus mentes tranquilas y apacibles, y los dejen continuar en paz con la única realidad que conocen.
Ellos no pueden comprender que el mundo que logró ver su semejante era el que pertenecía a una realidad perfecta, que lo que él vio eran los tipos y causas de todo lo que existía en estado irreprochable, el mundo de las ideas, el mundo suprasensible y celeste, el topos uranus.
En la muerte del hombre que logró convertirse en sabio, flota el recuerdo de Sócrates, como el de muchos otros maestros como Jesucristo, Ghandi, o Martin Luther King, por citar algunos, que han dejado este mundo por la necedad de quienes por incapacidad o temor prefieren matar a quienes les inoportuna con sus apremios sobre un mundo que para ellos, simplemente, no existe.
Podríamos contarlo así: Había una vez unos hombres que se encontraban en el fondo de una caverna, encadenados de espaldas a la entrada. Pero frente a esa entrada había un camino, y un poco más allá, una gran hoguera. Por el camino iban pasando los verdaderos hombres que iban llevando consigo todo tipo de objeto.
En el fondo de la caverna, los hombres que creían ser los verdaderos, veían las sombras de todo lo que iba desfilando frente a la entrada. Ellos no podían darse vuelta por una suerte de sortilegio. Sólo les queda seguir mirando las sombras que danzan frente a sus ojos en el fondo y toman por realidad lo que ven.
Hacia la realidad
Así se pasan un tiempo largo, indeterminado, hasta que un día, uno de ellos logra soltarse de sus cadenas y tímidamente va hacia la entrada. Al principio, el mirar las llamas de la gran hoguera lo enceguese. Le cuesta bastante tiempo acostumbrarse y sobreponerse al temor, pero, finalmente consigue llegar a dicha entrada, y aún más, empieza a desplazarse hacia afuera, hasta que puede salir.
Es entonces que alcanza a ver la realidad tal cual es. Ante sus ojos, el universo se le hace patente sin censuras. Consigue ver los tipos y causas de todo cuanto existe. Los objetos se le presentan puros y desmesuradamente nítidos, y cobran ante sus sentidos una belleza extraordinaria. Los objetos que él veía como sombras tienen ahora una tercera dimensión, un colorido y una vitalidad que le llenan de alborozo.
La realidad que percibe está llena de luz y de perfecta armonía. El fugitivo siente una emoción incomparable a todo lo que había vivido, y antes que seguir huyendo, siente la necesidad irreprimible de volver a la caverna a contarle a sus semejantes, que aquellas sombras que por tanto tiempo tomaron como verdades, son sólo eso, sombras.
El sabio halla su fin
Desasosegado por la emoción regresa a su caverna con la idea de liberar a sus hermanos. Cuando llega, hace lo imposible para que estos volteen el rostro y miren lo que hay detrás de ellos. Les dice que se levanten, que rompan sus cadenas, que salgan, que huyan de allí y que se vayan a mirar la realidad tal como es, deslumbrante y maravillosa.
Pero es inútil. Sus congéneres lo toman por loco y peligroso y deciden matarlo, para que no siga queriendo contaminar sus mentes tranquilas y apacibles, y los dejen continuar en paz con la única realidad que conocen.
Ellos no pueden comprender que el mundo que logró ver su semejante era el que pertenecía a una realidad perfecta, que lo que él vio eran los tipos y causas de todo lo que existía en estado irreprochable, el mundo de las ideas, el mundo suprasensible y celeste, el topos uranus.
En la muerte del hombre que logró convertirse en sabio, flota el recuerdo de Sócrates, como el de muchos otros maestros como Jesucristo, Ghandi, o Martin Luther King, por citar algunos, que han dejado este mundo por la necedad de quienes por incapacidad o temor prefieren matar a quienes les inoportuna con sus apremios sobre un mundo que para ellos, simplemente, no existe.