El método de la pedagogía

Método de la pedagogía no viene a ser otra cosa, sino la búsqueda de aquel “método”, y también los procedimientos, los instrumentos y las modalidades que parecen resultar más idóneos para llegar al resultado previsto; es decir, que el docente llegue a profesionalizar su servicio educativo de una manera tal, que sea agradable a sí mismo como para su auditorio.

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En su exigencia de constituirse como ciencia, la pedagogía ha advertido el problema de organizarse según su propia metodología. Es el problema que vislumbró, por primera vez de manera suficientemente adecuada, Amós Komensky, sobre todo en su obra “Didáctica magna”. Aparte de la ambigüedad en el uso del término -didáctica y no metodología- el pedagogo busca el “método universal”, o sea, el “modo seguro de fundar en cada lugar de un reino cristiano escuelas tales, que toda la juventud de ambos sexos se pueda formar en los estudios, ennoblecer en las costumbres, nutrir en devoción, y en los años de la primera juventud, instruirse en lo que sirve para la vida de este mundo y del otro con ahorro de tiempo y de fatiga, con amor y solidez. Las razones de todo lo que se aconseja en esta obra se recaban de la naturaleza de las cosas”.

Sobre esta base naturalista -la naturaleza de las cosas- se construye el “tratado del arte universal de enseñar todo a todos”, como precisa el subtítulo de la obra. En la senda de este “método natural” se ponen tanto Locke (1632-1704) como Rousseau (1712-1778), ambos, llevados a basar la educación en la “naturaleza” del educando, que se convierte de esta forma en el protagonista, en el sujeto-artífice de la propia mejora. El naturalismo objetivo o subjetivo se hace así “método” para la construcción de una pedagogía que, saliendo de la costumbre de una tradición o del prestigio del arte magistral y liberándose también de la dependencia de la política, de la teología o de la cultura académica, se hace ciencia.

Es claro que si la metodología de la pedagogía debe remitirse al marco metodológico propio de todas las ciencias humanas, también debe individuarse en relación con el doble aspecto en el que se presenta la pedagogía: ciencia de la praxis educativa o ciencia para la praxis educativa. Esta segunda orientación obligará a la metodología, a provocar una metodología y una didáctica disciplinarias, cuando no también organizadoras, de la educación en acto. No debe sorprender si, a su vez, la teoricidad de una pedagogía, entendida como doctrina de la praxis, se constituye gracias al método estructuralmente retórico, como pueden documentar los más recientes estudios sobre las ciencias humanas (derecho, política ética, religión).

Es el “argumentar y no el demostrar” (ni siquiera el mostrar) el que se hace método primario y privilegiado para entender la relación y la comunicación educativa, rechazando así tanto los vínculos deterministas del matematicismo y logicismo radical en el que se arraigaría la actividad humana, según la cibernética como la liberalidad aparente del discurso persuasivo, que en realidad es igualmente vinculante, en cuanto se hace explícito todo sólo en los modos sicológicos.

Sólo con el argumentar (y a través de él, con la recuperación del método dialógico) es posible salvaguardar aquella libertad, que es condición esencial para la realización de un acontecimiento auténticamente educativo. En cuanto a la pedagogía, entendida como doctrina para la acción educativa, es inevitable que esa metodología debe tener en cuenta la concreción, incluso la singularidad de la situación; la puntualiza las “posibilidades” efectivas de obrar del educando (edad, condiciones sicológicas, socio-culturales, instrumentos a disposición, entre otros) y que reconoce analíticamente los objetivos a realizar. En suma, se trata de buscar aquel “método” y también los procedimientos, los instrumentos y las modalidades que parecen resultar más idóneos para llegar al resultado previsto.

Claro que la previsión en el obrar humano está muy distante de la previsión, estadísticamente bastante mayor, que se puede encontrar en el ámbito de las ciencias de la naturaleza: quiere decir que el resultado educativo -el acontecimiento realizado- no puede ser nunca garantizado por ninguna doctrina educativa, que no por esto pretende excluirse de su propia metodología científica.

Próxima entrega: El método científico y método empírico.
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