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Hay muchos que no quieren aceptar para nada el hecho de que somos primates. Porque es un hecho científico, tanto como ese otro hecho de que existe la gravedad y que las veces que dejemos de sostener un tenedor, aunque lo hagamos miles de veces, caerá al suelo. Estamos definitivamente emparentados con los monos, pero ¿cuánto de indio americano hay en nuestros genes? Eso debemos tener en cuenta para el estudio de la antropología que nos corresponde.
No solamente tenemos genes indígenas, sino de toda la tierra, empezando por África. Aunque no podemos hablar propiamente de una filosofía americana, intentamos al menos hacer una antropología filosófica de nuestro continente. No queremos ser monos y es difícil aceptar que genéticamente estamos como contaminados de la etnia cobriza.
No debería ser así, puesto que el Zoltzkin, es decir, el calendario de los mayas es superior al gregoriano, que se supone una obra maestra del pensamiento humano. Los mayas no tuvieron la necesidad de crear los años bisiestos, merced a la perfección de sus cálculos. Eso no quiere decir que dentro de dos años desaparezca el mundo.
Es a partir de estos conceptos que habremos de teorizar sobre nuestro origen: ¿Es cierto que vinimos a este continente hace casi 20.000 años? Nuevos hallazgos parecen indicar que ese tiempo puede ser aún mayor.
EL ORIGEN DEL HOMBRE
Hace unos 12.000 años, terminó la última edad glacial y es entonces cuando aparece el Cromañón, que somos todos actualmente. Los últimos datos antropológicos hablan de una Eva científica, llamada También Eva mitocondrial, una mujer que vivió en el continente africano hace unos 200.000 años, nuestra madre primordial que dio origen primeramente al Neandertal.
Antes de terminar la década del 50, en el siglo anterior, la Iglesia aceptó, tras la labor de sus astrónomos, que después de todo, no tenía nada de malo aceptar que el universo se hubiera formado con lo que ahora se conoce como Big-Bang. Pensar que muchos pensadores fueron a parar en la hoguera por haberse atrevido a afirmar que la Tierra no era el centro del universo.
Hay una afirmación taxativa de la Iglesia que tiene plena vigencia: se trata de la frase "polvo eres y en polvo te convertirás". Hasta parece una contradicción para el dogma, pero es absolutamente científica. El hierro de nuestra sangre y el calcio de nuestros huesos se formaron en las estrellas y eso somos, polvo de estrellas.
Así es como ciencia, técnica y hasta religión tienen su origen allende el infinito. Sin embargo, no nos damos cuenta de todo esto; al menos no lo tenemos presente. Sin embargo, aquí estamos, en América, llegados hace mucho tiempo desde el Viejo Mundo, que a su vez provino de un mundo mucho más antiguo.
EL DESARROLLO AMERICANO
Cristóbal Colón, aparentemente, murió sin saber que había encontrado un nuevo continente, pero al parecer tampoco supo el estropicio que inició. Cuando su nave, la carabela Santa María colapsó debido a la embriaguez de sus tripulantes, estos quedaron en tierra firme y tras recibir hospitalidad y comida de parte de los nativos, se dedicaron a robarles y violar a sus mujeres y terminaron por ser todos asesinados, como se merecían.
Los europeos hicieron eso y peor; cuando se cansaron de matar indígenas, les contagiaron enfermedades y arrasaron con su cultura. Nosotros, que somos el hombre americano, estamos apenas sobreponiéndonos de aquel gran naufragio que sufrimos hace siglos. Tal vez sea cierto, como diría el poeta, que los del viejo continente se llevaron el oro y nos dejaron el idioma, pero nos costó muchísimo.
Somos americanos, mestizos de cobrizos salvajes y de aventureros europeos no menos salvajes; hemos desarrollado nuestra propia idiosincrasia y nuestras particulares pautas de conducta, pero aquí estamos y debemos proveernos para nuestro sustento, con los desatinos de nuestra doble herencia.
No solamente tenemos genes indígenas, sino de toda la tierra, empezando por África. Aunque no podemos hablar propiamente de una filosofía americana, intentamos al menos hacer una antropología filosófica de nuestro continente. No queremos ser monos y es difícil aceptar que genéticamente estamos como contaminados de la etnia cobriza.
No debería ser así, puesto que el Zoltzkin, es decir, el calendario de los mayas es superior al gregoriano, que se supone una obra maestra del pensamiento humano. Los mayas no tuvieron la necesidad de crear los años bisiestos, merced a la perfección de sus cálculos. Eso no quiere decir que dentro de dos años desaparezca el mundo.
Es a partir de estos conceptos que habremos de teorizar sobre nuestro origen: ¿Es cierto que vinimos a este continente hace casi 20.000 años? Nuevos hallazgos parecen indicar que ese tiempo puede ser aún mayor.
EL ORIGEN DEL HOMBRE
Hace unos 12.000 años, terminó la última edad glacial y es entonces cuando aparece el Cromañón, que somos todos actualmente. Los últimos datos antropológicos hablan de una Eva científica, llamada También Eva mitocondrial, una mujer que vivió en el continente africano hace unos 200.000 años, nuestra madre primordial que dio origen primeramente al Neandertal.
Antes de terminar la década del 50, en el siglo anterior, la Iglesia aceptó, tras la labor de sus astrónomos, que después de todo, no tenía nada de malo aceptar que el universo se hubiera formado con lo que ahora se conoce como Big-Bang. Pensar que muchos pensadores fueron a parar en la hoguera por haberse atrevido a afirmar que la Tierra no era el centro del universo.
Hay una afirmación taxativa de la Iglesia que tiene plena vigencia: se trata de la frase "polvo eres y en polvo te convertirás". Hasta parece una contradicción para el dogma, pero es absolutamente científica. El hierro de nuestra sangre y el calcio de nuestros huesos se formaron en las estrellas y eso somos, polvo de estrellas.
Así es como ciencia, técnica y hasta religión tienen su origen allende el infinito. Sin embargo, no nos damos cuenta de todo esto; al menos no lo tenemos presente. Sin embargo, aquí estamos, en América, llegados hace mucho tiempo desde el Viejo Mundo, que a su vez provino de un mundo mucho más antiguo.
EL DESARROLLO AMERICANO
Cristóbal Colón, aparentemente, murió sin saber que había encontrado un nuevo continente, pero al parecer tampoco supo el estropicio que inició. Cuando su nave, la carabela Santa María colapsó debido a la embriaguez de sus tripulantes, estos quedaron en tierra firme y tras recibir hospitalidad y comida de parte de los nativos, se dedicaron a robarles y violar a sus mujeres y terminaron por ser todos asesinados, como se merecían.
Los europeos hicieron eso y peor; cuando se cansaron de matar indígenas, les contagiaron enfermedades y arrasaron con su cultura. Nosotros, que somos el hombre americano, estamos apenas sobreponiéndonos de aquel gran naufragio que sufrimos hace siglos. Tal vez sea cierto, como diría el poeta, que los del viejo continente se llevaron el oro y nos dejaron el idioma, pero nos costó muchísimo.
Somos americanos, mestizos de cobrizos salvajes y de aventureros europeos no menos salvajes; hemos desarrollado nuestra propia idiosincrasia y nuestras particulares pautas de conducta, pero aquí estamos y debemos proveernos para nuestro sustento, con los desatinos de nuestra doble herencia.