El hedonismo: Culto al placer y al tener

Se afirma que estamos en la época de la vida fácil. Esto, desde luego, es una expresión de deseo más para la mayoría, ya que son por todos conocidos los graves problemas en que se debate la humanidad.

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Los y las jóvenes, en su mayoría, rehuyen cada vez más las responsabilidades y los compromisos; se inscriben en el grupo de los que practican la ley del menor esfuerzo; carecen de ideales, y sólo les importa vivir el presente.

Esta actitud de los jóvenes es consecuencia, entre otras, de las propagandas difundidas a través de los medios masivos de comunicación, y que ofertan sin cesar artículos de toda clase y, lógicamente, el que los posee, logrará “ser feliz”.

Los discursos y los ejemplos de los mayores relativizan el ser y ponen el acento en el tener. El éxito de la persona está en el tener, de ahí la importancia de incentivar la adquisición de cosas.

El mundo actual es una oferta de vitrinas innecesarias, que promete a los jóvenes una vida más placentera. Todo pasa a ser un ansia frenética de satisfacción inmediata, sin tiempo para la reflexión ponderada, ni disposición para el esfuerzo que supondría el reconocimiento claro de los valores capaces de humanizar y darle armonía y trascendencia a la existencia.

Es muy saludable señalar que, felizmente, no todos los jóvenes viven en la superficialidad y en el deseo de tener cosas. Con satisfacción se constata la existencia de grupos juveniles que se organizan en pos de acciones positivas, de nobles ideales, y luchan y realizan actividades para el bien común.

Esta actitud da esperanza y hace mirar con optimismo el futuro inmediato. Nuestro país está siendo testigo del surgimiento de una juventud (hasta ahora minoritaria) que rompe los parámetros de la mayoría, y se aboca a reflexionar y a realizar acciones que benefician a la comunidad.

La violencia intrafamiliar

En las situaciones de violencia, los más perjudicados son los/as niños/as y las mujeres. La manifestación violenta se da tanto en lo físico como en lo psicológico, y en nuestro país adquiere gran magnitud. En lo físico produce daño a la integridad de los miembros de la familia, a veces irreparable; y en lo psicológico, produce inseguridad, insatisfacción, amargura, temores y casos extremos de importantes dificultades emocionales.

Además de su inhumanidad básica y sus múltiples repercusiones sobre la mujer y los niños, en la mayoría de los casos, la violencia doméstica causa daños graves a la estructura familiar, con repercusiones negativas de todo tipo en los hijos y las hijas. A su vez, un modelo de referencia con posibilidades de ser reproducido por los descendientes, lo que llevará en el futuro a que también constituyan familias con serias deficiencias.

Las realidades cotidianas de desocupación, subocupación, informalidad y otros procesos de deterioro económico, tensan al máximo las relaciones intrafamiliares, y crean ambientes propicios a este fenómeno, muy perjudicial para la integridad de la familia.

Niños, niñas y jóvenes trabajadores de la calle

Otra situación que no podemos dejar de mencionar son los niños, niñas y jóvenes que se convierten en sostenedores económicos, en reemplazo del adulto. Hoy, en nuestro país, esa población es cada vez más creciente. Los mismos viven en las calles, realizando tareas durante muchas horas, para conseguir unos pocos guaraníes con que aportar a la subsistencia del hogar.

Estos niños y niñas sobreviven en situaciones cruentas, expuestos a todo tipo de riesgos, sin posibilidades de vivir una infancia normal, carentes de educación, atención a la salud, de alimentación adecuada y, sobre todo, sin posibilidades de recibir “el calor del hogar”.

La situación de los niños y niñas de la calle es un fenómeno social no atendido suficientemente, y que constituye un problema, porque la respuesta de la sociedad en general es represiva, en lugar de invertir recursos para que tengan las oportunidades de desarrollarse y crecer en todas las dimensiones a las que como personas tienen derecho.

Los procesos de desarticulación de la familia, la constitución de familias precarias, las tensiones extremas al interior del núcleo familiar y la pauperización, minan silenciosamente la capacidad de las mismas, de mantener en su seno a estos niños.
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