En 1870, el descubrimiento de la lámpara de incandescencia, por Thomas Edison, supuso una revolución con respecto al alumbrado. Sin embargo, la iluminación por bombillas de filamento incandescente resultaba excesivamente costosa para las grandes ciudades, por los muchos puntos de luz de gran potencia.

Para solventar el problema, en la década de 1930 se desarrollaron los tubos fluorescentes, capaces de proporcionar una luz potente y prácticamente blanca, con un consumo eléctrico muy inferior al de las bombillas.

La tecnología ha aportado nuevas técnicas, como: focos de cuarzo empleados en fotografía, cine y espactáculos; pequeños focos de luz utilizados en microcirugía; fuentes luminosas especiales, como rayos láser, ultravioletas e infrarrojos, así como lentes, reflectores y otros dispositivos ópticos.

Iluminación artificial en distintos ambientes

La iluminación de locales y estancias adquiere una relevancia especial en distintos tipos de ambientes.

En los hogares, la iluminación constituye un elemento fundamental de la decoración y en gran medida condiciona el bienestar que proporciona una vivienda. Las viviendas, con abundante luz natural pueden alcanzar cotizaciones superiores que la viviendad pobremente iluminadas.

En el trabajo se presta mayor atención a criterios funcionales para determinar la iluminación conveniente en un determinado local. Por otro lado, se precisa suficiente luz para desarrollar el trabajo, además se debe considerar el costo de la instalación y el mantenimiento, con el fin de reducir en lo posible el consumo energético.

La solución más frecuentemente adoptada por la mayoría de las empresas es la disposición de tubos fluorescentes en toda la planta, esto no descarta la posibilidad de que se utilice eventualmente algún foco de luz incandescente en un lugar determinado.