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Entonces, ¿cuál es la idea de persona que tenemos?
Haciendo un análisis rápido podríamos pensar que la persona es producto de las estructuras sociales y económicas. ¿Pero será esta la visión de persona que dará sentido a su acción en el mundo?.
Si esto fuera real, nuestra visión de persona entonces se halla degradada, es decir, hemos perdido de vista el sentido personal, aunque paradójicamente pregonemos sobre su dignidad, sus derechos y su valor.
Estamos frente a la devaluación de la persona. Nuestra primera reflexión tiene un soporte más claro en el análisis que realiza González de Cardenal, cuando nos muestra algunos aspectos que han incidido en el pensamiento y la práctica social de la persona, que afirma que se resquebrajó la racionalidad en el ser humano, y que le confiere primacía a la inmediatez sobre la reflexión, a la apariencia sobre la realidad, al
opinar sobre el razonar.
También se ha resquebrajado su sentido de trascendencia, que lo muestra con una actitud cerrada y alejada de su propia subjetividad.
Esta pérdida del sentido personal nos muestra la necesidad de un proceso de personalización, para lo cual se requiere de la presencia de valores que den sentido a la educación, tomando como centro a la persona.
Es importante un proceso de crecimiento, que busque la realización personal mediante opciones libres y creativas, en interacción con la realidad circundante y desde una posición más autónoma.
J. A. Walgrave remarca esta necesidad diciendo: la persona verdaderamente personalizada sabe lo que piensa; tiene convicciones sólidas. Sabe lo que quiere; permanece fiel a sí mismo. Emplea todas las fuerzas de que dispone para realizar el proyecto de su ser.
No cambia de la noche a la mañana. La impresión que nos da es de fortaleza, de claridad, de precisión. Además, no se pierde en la masa. No se deja seducir por el prestigio.
Es verdaderamente independiente, es alguien que obra por sí mismo, en posesión de sí mismo con toda su capacidad y su fuerza; alguien que tiene el dominio de sí y que sigue siendo lo que es, fiel a sus convicciones, a su ideal, a su plan de vida, a pesar de sus diferentes estados de ánimo, de sus emociones transitorias, de sus impulsos naturales; sean cuales fueren las reacciones de los demás, los cambios de la opinión pública o la evolución de las circunstancias.
Está por encima de las fuerzas de la naturaleza en sí mismo; tiene las riendas en sus manos, ve claro, domina la situación, se sirve de los medios, sabe dirigir. Se mantiene igualmente por encima del juego incierto del mundo. Es independiente, libre, concentrado en su propia fuerza; es y sigue siendo él mismo.
¿Qué perspectivas permiten el desarrollo de la persona? Una primera es convertir a la persona como referente de la lectura e interpretación de la realidad, porque su crecimiento supone poner en un acto, la capacidad de dar sentido a las acciones en el mundo para guiar nuestras conductas y motivaciones éticas.
Precisamente, el sentido de nuestros actos se orienta a la percepción de los valores; estos encuentran su fundamento en la concepción de la PERSONA que poseemos.
Si nuestras percepciones están centradas en las personas como valor absoluto, nuestra visión de la realidad será muy diferente de aquellas donde el valor se halla en los objetos o en contenidos de las materias, o en donde tener vale más que el ser. De allí la importancia de reconfigurar al sujeto en una dimensión de valor.
Esta nueva configuración de la persona forma parte de nuestra tarea educativa, en relación con las redes sociales, que facilitan un cambio de concepto sobre un sujeto. Hoy se lo reconoce como un ciudadano consumidor y cliente, más que como un sujeto que obra, como un actor que transforma su medio material y social, que toma decisiones y establece relaciones culturales.
¿Dónde ponemos nuestros esfuerzos en la institución educativa? En apoyar al joven a reconocerse, a comprenderse, a valorarse para desarrollar capacidades, aptitudes y actitudes que faciliten sus acciones en su entorno, en su mundo.
Sólo la persona que se conoce, se comprenderá, se valorará, se amará y será capaz de reconocer a los otros y a convivir con ellos.