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Para determinar cómo (y qué) conocemos, se habrá de alcanzar un modo de definir la realidad, que sea de general aceptación, un lenguaje común de investigación (análisis empírico). Para determinar cómo debemos utilizar lo que sabemos (análisis normativo), se sigue un proceso diferente, aunque subjetivo y personal. Las ideologías y los sistemas políticos aportan los medios necesarios para estructurar las preferencias de los diversos individuos.
El análisis empírico trata de desarrollar y emplear un lenguaje común y objetivo para describir la realidad política.
El análisis normativo trata de desarrollar y examinar fines subjetivos, valores y reglas morales que nos guíen al aplicar lo aprendido de esa realidad. El análisis empírico sin sensibilidad con las cuestiones normativas puede llevar a una estructura factual en el vacío, y el análisis normativo sin el fundamento empírico, puede llevar a juicios de valor apartados de la realidad.
La investigación política debe servirse de ambos tipos de análisis para comprender la realidad de la manera más completa posible. La investigación científica es una manera eficaz de conocer, que tiene en cuenta todos los hechos y adquiere una comprensión amplia y compartida. La investigación científica es un modo de conocimiento autocorrector en continuo desarrollo, ya que es explícita (las reglas están establecidas), sistemática (cada elemento está vinculado a otro por la razón o la observación) y controlada (observación rigurosa).
Puede definirse la investigación científica como un método para contrastar teorías e hipótesis, mediante la aplicación de ciertas normas de análisis a la observación e interpretación de la realidad, en circunstancias estrictamente delimitadas. El proceso de investigación consta de 6 etapas distintas, pero sumamente interrelacionadas:
1) Formulación de la teoría.
2) Operacionalización de la teoría.
3) Selección de técnicas de investigación.
4) Observación del comportamiento.
5) Análisis de los datos.
6) Interpretación de los resultados.
Formulación de la teoría
Lo primero que hay que hacer es seleccionar un tema de investigación adecuado. Un tema determinado merece investigarse, o porque atiende a una necesidad específica o porque atiende a una necesidad social.
Estos dos tipos de temas de investigación, a los que se suele denominar investigación básica e investigación aplicada no son mutuamente excluyentes, aunque con frecuencia compiten entre sí.
Una vez que hemos determinado el tipo de problema que deseamos abordar y el tipo de contribución que deseamos hacer, tenemos que formular un tema de investigación más especifico. En primer lugar, debemos concretar el aspecto del problema en el que estamos particularmente interesados. El mayor de los errores que podemos cometer es el de emprender una tarea que nos merece escaso interés. Debemos hacer uso de nuestras facultades de observación y raciocinio y, en especial, de la investigación (propia y ajena) que ya se ha realizado sobre temas afines, para establecer los factores principales relacionados con el comportamiento que tratamos de comprender.
El proceso de afinamiento del tema de investigación mediante una selección documentada (uso de la lógica y de las publicaciones para encontrar los factores adecuados para la teoría) es lo que entendemos por formulación de la teoría.
Operacionalización de la teoría
La operacionalización consiste en la conversión o redefinición de nuestras nociones teóricas, relativamente abstractas, en términos concretos que nos permitan realmente medir aquello que nos proponemos. Supone el paso del plano conceptual (reflexión sobre un problema) al plano operacional (cómo resolverlo). Requiere que aprendamos a pensar en términos prácticos.
En cuanto tenemos un concepto abstracto en la mente, debemos hallar el modo de definir de manera más explícita lo que para nosotros significa; y a continuación, habremos de formular nuestra definición en una pregunta o medida lo más inequívoca posible. De lo que se trata es de elegir opciones inteligentes, aunque arbitrarias, entre numerosos matices de significado.
Tan pronto como hemos establecido alguna hipótesis o tema de investigación, tenemos que examinar muy de cerca lo que queremos decir exactamente con cada frase utilizada, y traducir esa definición más precisa en indicadores mensurables. Lo que buscamos, en efecto, es el mínimo común denominador de significado (por ejemplo, aunque no todos asignaría el mismo significado a la expresión status socioeconómico, casi todos entenderían lo mismo por ingresos anuales en moneda nacional). En el proceso, se reducen nuestros conceptos y se pierden matices de significado, pero, precisamente por eso, se afina muchos más nuestro pensamiento y aumenta en gran medida nuestra capacidad de comunicar lo realizado en términos claros e inequívocos. Este proceso de conversión y simplificación, que llamamos operacionalización, es la clave más importante para realizar una investigación con sentido.
Selección de técnicas de investigación
Una vez que hemos determinado lo que deseamos evaluar, habremos de determinar el modo de hacerlo. Debemos idear una estrategia de investigación. En primer termino, hemos de seleccionar una técnica o una combinación de técnicas que nos permitan formular las preguntas concretas (medir las variables concretas) que nos interesan, y hemos de hacerlo de manera coherente con nuestras operacionalizaciones. El hecho es que la conveniencia de emplear una técnica de investigación determinada viene dada en gran parte por el problema cuyo estudio hemos elegido.
Hay una segunda consideración que podríamos denominar viabilidad. Debemos cerciorarnos de que, cualquiera que sea el método o técnica que escojamos, puede emplearse adecuadamente en el particular conjunto de condiciones que muy probablemente habremos de afrontar. En cada circunstancia habremos de hallar el modo más idóneo posible de medir las variables esenciales. Así pues, la técnica viable es aquella que ofrece la máxima eficacia dentro de las limitaciones de la situación en que se encuentra el investigador.
En resumen, debemos encontrar una manera de medir las variables que deseamos medir, que sea:
1.- Coherente con nuestras definiciones de trabajo de las variables.
2.- Factible. Debemos ser todo lo científico que sea posible, pero sólo podemos serlo en la medida que las circunstancias permitan.
Observación del comportamiento
La cuarta etapa del proceso de investigación supone la aplicación real de la estrategia de investigación desarrollada en la tercera. Son numerosos los factores que se han de tomar ahora en consideración, pero hay dos de ellos que merecen mención especial: el primero es la posibilidad de generalización, y el segundo, la reactividad.
La posibilidad de generalización es la posibilidad de generalizar o ampliar con cierto grado de seguridad las conclusiones a que hemos llegado observando el comportamiento en algunos casos al comportamiento presumible de toda una población. Debemos establecer una estrategia, que suele llamarse procedimiento de muestreo, que nos permita determinar, entre esos numerosísimos casos, unos cuantos que podamos estudiar para llegar a conclusiones aplicables a todos ellos. En este punto, hemos de precisar cuántos casos vamos a estudiar y cómo seleccionarlos, y tratar de evaluar su representatividad. La clave para obtener las máximas posibilidades de generalización radica en seleccionar, para su observación, aquellos casos que mejor puedan representar a todos los existentes, es decir, que sean más característicos del conjunto.
La reactividad alude a la sospecha de que la persona que realiza el estudio o los métodos del propio estudio puedan influir en el modo de comportarse o de pensar de los sujetos observados, o modificarlos, en ausencia del investigador. Dicho de otra manera, existe el riesgo de que el propio acto de observación haga cambiar el comportamiento de los observados y de que, en consecuencia, los resultados de la observación sean engañosos.
Podríamos provocar reactividad aun habiendo aleccionado al entrevistador debidamente para que haga la pregunta correcta. No basta lanzarse al ruedo armado con unas cuantas preguntas y empezar a buscarles respuesta. Hemos de determinar con sumo cuidado cómo y dónde vamos a hacerlo, cómo y a quién vamos a observar. La mejor teoría y el mejor plan de ataque pueden malograrse si no afinamos nuestra observación.
Análisis de los datos
Los elementos de información sobre cada caso que reunimos durante nuestras observaciones se llaman datos, y una vez que los tenemos en nuestro poder, vislumbramos el final. En ese momento, se trata de asegurarnos de las respuestas que hemos hallado a nuestro interrogante de investigación. Podemos hacerlo, en muchos casos, contestando a tres preguntas:
En primer lugar, ¿Existe alguna vinculación entre el comportamiento que esperamos explicar o comprender mejor y los factores que, según creemos, pueden ayudarnos a hacerlo? Lo primero que se ha de averiguar al evaluar una hipótesis, es si las dos variables están estadísticamente relacionadas.
En cuanto se ha establecido esa relación, debemos hacernos una segunda pregunta no menos importante: ¿Cómo están relacionadas las dos variables?
Por ultimo, debemos hacernos una tercera pregunta, tal vez menos obvia. ¿Qué probabilidad hay de que cualquier relación que hayamos encontrado entre las variables en el estudio de un pequeño número de casos la hallemos también al estudiar todo el conjunto del que los hemos escogido, o de extrapolar? Este es, sencillamente, un modo estadístico de preguntarnos hasta dónde hemos conseguido que nuestra pequeña muestra sea representativa de la totalidad. Si hemos tomado las decisiones adecuadas al seleccionar los casos concretos de estudio, podemos afirmar con seguridad que nuestras conclusiones, aunque sólo estén basadas en unos cuantos casos, pueden aplicarse a todos.
Interpretación de los resultados
En esencia, hemos acabado por reducir algún aspecto del comportamiento político a una serie de números que quizá puedan revelar relaciones estadísticas. Hemos de determinar lo que esas relaciones nos dicen sobre la respuesta al interrogante de nuestra investigación.
La investigación en ciencia social se utiliza cada vez más como base para las políticas públicas y las decisiones jurídicas. Por lo tanto, es también cada vez más importante que los ciudadanos puedan juzgar los méritos de la investigación para cumplir sus responsabilidades en una sociedad democrática.
Cada elemento de investigación es un enriquecimiento potencial de nuestro conocimiento y comprensión. Pero ese potencial sólo puede cristalizarse si la propia investigación resiste un análisis crítico y si se ajusta a las normas admitidas.
El análisis empírico trata de desarrollar y emplear un lenguaje común y objetivo para describir la realidad política.
El análisis normativo trata de desarrollar y examinar fines subjetivos, valores y reglas morales que nos guíen al aplicar lo aprendido de esa realidad. El análisis empírico sin sensibilidad con las cuestiones normativas puede llevar a una estructura factual en el vacío, y el análisis normativo sin el fundamento empírico, puede llevar a juicios de valor apartados de la realidad.
La investigación política debe servirse de ambos tipos de análisis para comprender la realidad de la manera más completa posible. La investigación científica es una manera eficaz de conocer, que tiene en cuenta todos los hechos y adquiere una comprensión amplia y compartida. La investigación científica es un modo de conocimiento autocorrector en continuo desarrollo, ya que es explícita (las reglas están establecidas), sistemática (cada elemento está vinculado a otro por la razón o la observación) y controlada (observación rigurosa).
Puede definirse la investigación científica como un método para contrastar teorías e hipótesis, mediante la aplicación de ciertas normas de análisis a la observación e interpretación de la realidad, en circunstancias estrictamente delimitadas. El proceso de investigación consta de 6 etapas distintas, pero sumamente interrelacionadas:
1) Formulación de la teoría.
2) Operacionalización de la teoría.
3) Selección de técnicas de investigación.
4) Observación del comportamiento.
5) Análisis de los datos.
6) Interpretación de los resultados.
Formulación de la teoría
Lo primero que hay que hacer es seleccionar un tema de investigación adecuado. Un tema determinado merece investigarse, o porque atiende a una necesidad específica o porque atiende a una necesidad social.
Estos dos tipos de temas de investigación, a los que se suele denominar investigación básica e investigación aplicada no son mutuamente excluyentes, aunque con frecuencia compiten entre sí.
Una vez que hemos determinado el tipo de problema que deseamos abordar y el tipo de contribución que deseamos hacer, tenemos que formular un tema de investigación más especifico. En primer lugar, debemos concretar el aspecto del problema en el que estamos particularmente interesados. El mayor de los errores que podemos cometer es el de emprender una tarea que nos merece escaso interés. Debemos hacer uso de nuestras facultades de observación y raciocinio y, en especial, de la investigación (propia y ajena) que ya se ha realizado sobre temas afines, para establecer los factores principales relacionados con el comportamiento que tratamos de comprender.
El proceso de afinamiento del tema de investigación mediante una selección documentada (uso de la lógica y de las publicaciones para encontrar los factores adecuados para la teoría) es lo que entendemos por formulación de la teoría.
Operacionalización de la teoría
La operacionalización consiste en la conversión o redefinición de nuestras nociones teóricas, relativamente abstractas, en términos concretos que nos permitan realmente medir aquello que nos proponemos. Supone el paso del plano conceptual (reflexión sobre un problema) al plano operacional (cómo resolverlo). Requiere que aprendamos a pensar en términos prácticos.
En cuanto tenemos un concepto abstracto en la mente, debemos hallar el modo de definir de manera más explícita lo que para nosotros significa; y a continuación, habremos de formular nuestra definición en una pregunta o medida lo más inequívoca posible. De lo que se trata es de elegir opciones inteligentes, aunque arbitrarias, entre numerosos matices de significado.
Tan pronto como hemos establecido alguna hipótesis o tema de investigación, tenemos que examinar muy de cerca lo que queremos decir exactamente con cada frase utilizada, y traducir esa definición más precisa en indicadores mensurables. Lo que buscamos, en efecto, es el mínimo común denominador de significado (por ejemplo, aunque no todos asignaría el mismo significado a la expresión status socioeconómico, casi todos entenderían lo mismo por ingresos anuales en moneda nacional). En el proceso, se reducen nuestros conceptos y se pierden matices de significado, pero, precisamente por eso, se afina muchos más nuestro pensamiento y aumenta en gran medida nuestra capacidad de comunicar lo realizado en términos claros e inequívocos. Este proceso de conversión y simplificación, que llamamos operacionalización, es la clave más importante para realizar una investigación con sentido.
Selección de técnicas de investigación
Una vez que hemos determinado lo que deseamos evaluar, habremos de determinar el modo de hacerlo. Debemos idear una estrategia de investigación. En primer termino, hemos de seleccionar una técnica o una combinación de técnicas que nos permitan formular las preguntas concretas (medir las variables concretas) que nos interesan, y hemos de hacerlo de manera coherente con nuestras operacionalizaciones. El hecho es que la conveniencia de emplear una técnica de investigación determinada viene dada en gran parte por el problema cuyo estudio hemos elegido.
Hay una segunda consideración que podríamos denominar viabilidad. Debemos cerciorarnos de que, cualquiera que sea el método o técnica que escojamos, puede emplearse adecuadamente en el particular conjunto de condiciones que muy probablemente habremos de afrontar. En cada circunstancia habremos de hallar el modo más idóneo posible de medir las variables esenciales. Así pues, la técnica viable es aquella que ofrece la máxima eficacia dentro de las limitaciones de la situación en que se encuentra el investigador.
En resumen, debemos encontrar una manera de medir las variables que deseamos medir, que sea:
1.- Coherente con nuestras definiciones de trabajo de las variables.
2.- Factible. Debemos ser todo lo científico que sea posible, pero sólo podemos serlo en la medida que las circunstancias permitan.
Observación del comportamiento
La cuarta etapa del proceso de investigación supone la aplicación real de la estrategia de investigación desarrollada en la tercera. Son numerosos los factores que se han de tomar ahora en consideración, pero hay dos de ellos que merecen mención especial: el primero es la posibilidad de generalización, y el segundo, la reactividad.
La posibilidad de generalización es la posibilidad de generalizar o ampliar con cierto grado de seguridad las conclusiones a que hemos llegado observando el comportamiento en algunos casos al comportamiento presumible de toda una población. Debemos establecer una estrategia, que suele llamarse procedimiento de muestreo, que nos permita determinar, entre esos numerosísimos casos, unos cuantos que podamos estudiar para llegar a conclusiones aplicables a todos ellos. En este punto, hemos de precisar cuántos casos vamos a estudiar y cómo seleccionarlos, y tratar de evaluar su representatividad. La clave para obtener las máximas posibilidades de generalización radica en seleccionar, para su observación, aquellos casos que mejor puedan representar a todos los existentes, es decir, que sean más característicos del conjunto.
La reactividad alude a la sospecha de que la persona que realiza el estudio o los métodos del propio estudio puedan influir en el modo de comportarse o de pensar de los sujetos observados, o modificarlos, en ausencia del investigador. Dicho de otra manera, existe el riesgo de que el propio acto de observación haga cambiar el comportamiento de los observados y de que, en consecuencia, los resultados de la observación sean engañosos.
Podríamos provocar reactividad aun habiendo aleccionado al entrevistador debidamente para que haga la pregunta correcta. No basta lanzarse al ruedo armado con unas cuantas preguntas y empezar a buscarles respuesta. Hemos de determinar con sumo cuidado cómo y dónde vamos a hacerlo, cómo y a quién vamos a observar. La mejor teoría y el mejor plan de ataque pueden malograrse si no afinamos nuestra observación.
Análisis de los datos
Los elementos de información sobre cada caso que reunimos durante nuestras observaciones se llaman datos, y una vez que los tenemos en nuestro poder, vislumbramos el final. En ese momento, se trata de asegurarnos de las respuestas que hemos hallado a nuestro interrogante de investigación. Podemos hacerlo, en muchos casos, contestando a tres preguntas:
En primer lugar, ¿Existe alguna vinculación entre el comportamiento que esperamos explicar o comprender mejor y los factores que, según creemos, pueden ayudarnos a hacerlo? Lo primero que se ha de averiguar al evaluar una hipótesis, es si las dos variables están estadísticamente relacionadas.
En cuanto se ha establecido esa relación, debemos hacernos una segunda pregunta no menos importante: ¿Cómo están relacionadas las dos variables?
Por ultimo, debemos hacernos una tercera pregunta, tal vez menos obvia. ¿Qué probabilidad hay de que cualquier relación que hayamos encontrado entre las variables en el estudio de un pequeño número de casos la hallemos también al estudiar todo el conjunto del que los hemos escogido, o de extrapolar? Este es, sencillamente, un modo estadístico de preguntarnos hasta dónde hemos conseguido que nuestra pequeña muestra sea representativa de la totalidad. Si hemos tomado las decisiones adecuadas al seleccionar los casos concretos de estudio, podemos afirmar con seguridad que nuestras conclusiones, aunque sólo estén basadas en unos cuantos casos, pueden aplicarse a todos.
Interpretación de los resultados
En esencia, hemos acabado por reducir algún aspecto del comportamiento político a una serie de números que quizá puedan revelar relaciones estadísticas. Hemos de determinar lo que esas relaciones nos dicen sobre la respuesta al interrogante de nuestra investigación.
La investigación en ciencia social se utiliza cada vez más como base para las políticas públicas y las decisiones jurídicas. Por lo tanto, es también cada vez más importante que los ciudadanos puedan juzgar los méritos de la investigación para cumplir sus responsabilidades en una sociedad democrática.
Cada elemento de investigación es un enriquecimiento potencial de nuestro conocimiento y comprensión. Pero ese potencial sólo puede cristalizarse si la propia investigación resiste un análisis crítico y si se ajusta a las normas admitidas.