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Las más sobresalientes de estas vidrieras se encuentran en las catedrales francesas de Chartres y Notre-Dame de Paris, así como en la de León en España.
Aumentó la producción de tapices, que decoraban las habitaciones de los palacios y casas señoriales, cobraron auge el arte de las miniaturas y la pintura de caballete sobre tabla, fácil de transportar y muchas veces destinada a componer retablos.
Durante los siglos XIII y XIV, la pintura era lineal, muy estilizada, de ritmo curvilíneo y dominada por el dibujo y la elegancia formal.
Los temas fueron: vidas de santos, las Sagradas Escrituras y los relatos caballerescos.
El refinado mundo cortesano, que concedía una singular importancia a la mujer, logró en el siglo XV un nuevo estilo, conocido como internacional.
La minuciosa pintura flamenca al óleo llegó a ser el estilo más apreciado en el mundo gótico. La utilización del óleo permitió uno colores más vivos y brillantes, y un mayor detallismo.
Ya en el siglo XIX, cuando Europa vivía el pleno apogeo del historicismo artístico el estilo gótico fue reivindicado por el arquitecto francés Eugene-Emmanuel Viollet-le-Duc, y por los románticos británicos.
Miniaturas
En París se había fundado la Universidad que había favorecido la circulación de libros, donde residían las familias nobles que ambicionaban la posesión de preciosos códices miniados como un signo de distinción. De la técnica de la vidriera, las miniaturas derivan los colores vivaces y la división de la superficie en círculos y rombos; la animación y la caracterización intensa de los personajes es similar a la de los esmaltes.