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Cuanto mejor sea el ejemplo que usted dé, mayor será el éxito que obtendrá en la formación de la autodisciplina. Proponemos algunas cualidades que todos los maestros debemos tener siempre presentes:
1. Confiabilidad: Cuando diga sí, signifique sí y cuando diga no, a menos que le demuestren que está equivocado, en cuyo caso debe admitirlo, no lo oculte.
2. Honradez: Jamás mienta ni distorsione los hechos, si puede evitarlo. Sea honesto respecto de sus errores, y sus alumnos no lo serán respecto de los suyos.
3. Puntualidad: Realice las actividades educativas tal como lo ha planificado con sus alumnos en el tiempo indicado. Si usted sabe que no podrá devolver los trabajos con rapidez, dígalo y explique por qué. Dicho de otro modo, sea usted puntual como espera que sean sus alumnos.
4. Sensibilidad: Demuestre que tiene conciencia de sus clases, del grupo en su conjunto, así como de sus integrantes.
5. Autocontrol: Demuestre que ejerce usted el control de sus facultades y particularmente de sus facultades expresivas, que son normalmente superiores a las de sus alumnos; además utilícelas con responsabilidad. Esto no implica que deba hablar en forma pedante, sino con consideración hacia quienes le escuchan. Y cuando se presente la oportunidad, trate de demostrar de qué modo se controlan las emociones, haciendo saber a la clase los sentimientos que le producen ciertos tipos de comportamiento en lugar de dejarse llevar por esos mismos sentimientos.
6. Imparcialidad: Prácticamente no hay que moleste más a los niños que la injusticia. Jamás tenga un alumno preferido, o si lo tiene (sin duda, hay niños que gustan o complacen con mayor facilidad que otros), manténgalo en secreto. A veces existen buenas razones para tratar a un alumno de manera distinta.
Intentemos por todos los medios posibles formar en cada uno de nuestros alumnos el respeto de sí mismos y el sentimiento de autocontrol. Demasiadas experiencias concluyen con el sentimiento, de parte de los alumnos, de que son un fracaso como personas; tendemos a sustentar o predicar modelos que nuestros alumnos no son capaces de satisfacer, y luego les corregimos y les regañamos hasta que ellos, sintiéndose rebajados, atacados y anonadados se encolerizan o se repliegan y permiten que sean sus emociones, y no su inteligencia, las que guíen en sus acciones.
Una de las principales oportunidades con que contamos para ayudar a los alumnos a desarrollar la autodisciplina y una conducta adecuada radica en nuestras conversaciones a solas con ellos.
Es el método que da mejor resultado en una reunión tranquila y privada con el alumno, pero también se puede utilizar (brevemente) en medio de una clase cuando la conducta de alguno de sus integrantes lo hace necesario. Centre siempre su atención en el comportamiento y la forma en que el mismo puede ser modificado. Que la atmósfera del encuentro sea cálida, amistosa y objetiva.
FUENTE DE CONSULTA: Enciclopedia Práctica del Docente
1. Confiabilidad: Cuando diga sí, signifique sí y cuando diga no, a menos que le demuestren que está equivocado, en cuyo caso debe admitirlo, no lo oculte.
2. Honradez: Jamás mienta ni distorsione los hechos, si puede evitarlo. Sea honesto respecto de sus errores, y sus alumnos no lo serán respecto de los suyos.
3. Puntualidad: Realice las actividades educativas tal como lo ha planificado con sus alumnos en el tiempo indicado. Si usted sabe que no podrá devolver los trabajos con rapidez, dígalo y explique por qué. Dicho de otro modo, sea usted puntual como espera que sean sus alumnos.
4. Sensibilidad: Demuestre que tiene conciencia de sus clases, del grupo en su conjunto, así como de sus integrantes.
5. Autocontrol: Demuestre que ejerce usted el control de sus facultades y particularmente de sus facultades expresivas, que son normalmente superiores a las de sus alumnos; además utilícelas con responsabilidad. Esto no implica que deba hablar en forma pedante, sino con consideración hacia quienes le escuchan. Y cuando se presente la oportunidad, trate de demostrar de qué modo se controlan las emociones, haciendo saber a la clase los sentimientos que le producen ciertos tipos de comportamiento en lugar de dejarse llevar por esos mismos sentimientos.
6. Imparcialidad: Prácticamente no hay que moleste más a los niños que la injusticia. Jamás tenga un alumno preferido, o si lo tiene (sin duda, hay niños que gustan o complacen con mayor facilidad que otros), manténgalo en secreto. A veces existen buenas razones para tratar a un alumno de manera distinta.
Intentemos por todos los medios posibles formar en cada uno de nuestros alumnos el respeto de sí mismos y el sentimiento de autocontrol. Demasiadas experiencias concluyen con el sentimiento, de parte de los alumnos, de que son un fracaso como personas; tendemos a sustentar o predicar modelos que nuestros alumnos no son capaces de satisfacer, y luego les corregimos y les regañamos hasta que ellos, sintiéndose rebajados, atacados y anonadados se encolerizan o se repliegan y permiten que sean sus emociones, y no su inteligencia, las que guíen en sus acciones.
Una de las principales oportunidades con que contamos para ayudar a los alumnos a desarrollar la autodisciplina y una conducta adecuada radica en nuestras conversaciones a solas con ellos.
Es el método que da mejor resultado en una reunión tranquila y privada con el alumno, pero también se puede utilizar (brevemente) en medio de una clase cuando la conducta de alguno de sus integrantes lo hace necesario. Centre siempre su atención en el comportamiento y la forma en que el mismo puede ser modificado. Que la atmósfera del encuentro sea cálida, amistosa y objetiva.
FUENTE DE CONSULTA: Enciclopedia Práctica del Docente