Educación, antídoto contra la miseria y el crimen

El sistema de educación pública en nuestro país, hay que decirlo sinceramente, es inservible.

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Solo es útil como caldo de cultivo para el populismo y la demagogia, para seguir manteniendo al pueblo en las mismas condiciones de pobreza y atraso, cosa que no deja de extrañar que todavía suceda, siendo las autoridades actuales de otro signo político que el que lampiñó al país y sometió a sus ciudadanos por 60 años, pero que hasta ahora no hacen nada para cambiar esta situación de cosas tan lamentables. En su último libro, titulado "¡Basta de historias!", el conocido periodista y escritor argentino Andrés Oppenheimer trata sobre la educación, y más específicamente sobre la educación que sirve para el desarrollo y la prosperidad de las sociedades. Esta obra viene a desnudar una vez más el fracaso al cual nos conducen los modelos educativos vigentes en la región y, por supuesto, en el Paraguay. En nuestros países, las escuelas se han convertido en un lugar donde se hace cualquier cosa, menos adquirir conocimiento y capacidad para pensar. Si se pretende revertir esta realidad, es necesario y urgente extraer y aplicar la experiencia y el conocimiento de países que lograron superar la pobreza, la ignorancia y el atraso en general mediante la educación, la que constituye el mejor antídoto contra la miseria y el crimen.El sistema de educación pública actual en nuestro país, hay que decirlo sinceramente, es inservible. Solo es útil como caldo de cultivo propicio para el populismo y la demagogia, para seguir manteniendo al pueblo en las mismas condiciones de pobreza y atraso, cosa que no deja de extrañar que todavía suceda, siendo las autoridades actuales de otro signo político que el que lampiñó al país y sometió a sus ciudadanos por 60 años, pero que hasta ahora no hacen nada para cambiar esta situación de cosas tan lamentables.

El último libro publicado por el conocido periodista y escritor argentino Andrés Oppenheimer, titulado "¡Basta de historias!", trata en gran parte de la educación, y más específicamente sobre la educación que sirve para el desarrollo y la prosperidad de las sociedades. Esta obra viene a desnudar una vez más el fracaso al cual nos conducen los modelos educativos vigentes en la región y, por supuesto, en el Paraguay.

Según apunta el autor, que para escribir utilizó su vasta experiencia y buena cantidad de información reunida en viajes, entrevistas, estudios comparativos, estadísticas y debates, la causa principal de la ausencia de prosperidad y desarrollo en América Latina es el fracaso en la política educacional, lo cual se revela claramente cuando se contrasta con la realidad de otros países ejemplares en esta materia, como Singapur, Israel, Taiwán, Corea del Sur, China y pocos más, que fueron capaces de poner en práctica modelos educativos idóneos para lograr su desarrollo porque priorizaron el crecimiento, la innovación, el pensamiento y las ventajas de la globalización.

Conforme se apunta en el libro, en los países citados el modelo educativo empleado se basa en algunos ejes centrales como la promoción y el fomento de carreras técnicas, reduciendo el papel de las humanísticas, en cuanto no guarden vinculación con la ciencia y la tecnología. En China continental, por ejemplo, ingresan cada año un millón doscientos mil estudiantes a ingeniería y muy pocos a las llamadas "carreras blandas". Para demostrar cómo el absurdo está presente en el Paraguay en este sentido, basta saber que en un país agrícola-ganadero como el nuestro hay nada menos que 25.000 abogados... ¡y con tendencia a seguir creciendo!

Otro elemento importante que exaltan aquellos países que salieron del atraso y el subdesarrollo es el aprendizaje de idiomas, especialmente el inglés, simplemente porque es el de la globalización. Lo estudian en forma obligatoria no solo como segunda lengua, sino en varias asignaturas ya propiamente dadas en este idioma. La absurda contrapartida de lo comentado se ve, por ejemplo, en nuestro país, donde ninguna importancia oficial se otorga a los idiomas extranjeros, que tanta ventaja les darán en el futuro a niños y jóvenes, mientras que mediante la imposición legal –¡hasta se aprobó una ley!– se pretende forzar la enseñanza, ya que no el aprendizaje, del guaraní. Si se pusiera el mismo empeño favoreciendo la enseñanza y el aprendizaje de idiomas universales, tendríamos al menos la esperanza de poder competir con alguna posibilidad en el mundo de las próximas décadas.

El libro mencionado da cuenta de que en países como Japón, Corea del Sur, Tailandia, Holanda, India, etc., el año escolar llega a 243 días y los niños en el nivel primario estudian 12 o más horas por día. En nuestro país, por lo general, en las escuelas públicas llega apenas a 4 horas por día y no pasa en teoría de 180 días de clases al año, interrumpidos por paros, huelgas y manifestaciones de docentes que se pasan todo el tiempo reclamando ventajas y beneficios en su carácter de "trabajadores de la educación".

De esta forma, las escuelas se han convertido en un lugar donde se hace cualquier cosa menos adquirir conocimiento y capacidad para pensar. Es la explicación del porqué en nuestro país no hay casi investigación científica, no se desarrollan productos nuevos y el registro de patentes de invención es casi nulo. Así, muchas escuelas públicas tienden a convertirse en simples comedores para la niñez pobre.  

Si se pretende revertir esta lacerante realidad, es necesario y urgente extraer y aplicar la experiencia y el conocimiento de esos países modelo que lograron superar la pobreza, la ignorancia y el atraso en general mediante la educación, la que constituye el mejor antídoto contra la miseria y el crimen.
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