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Una de las consecuencias de esta disminución de la mortalidad fue el progresivo aumento de la tasa de esperanza de vida (promedio de años que vivirán los nacidos en un año concreto). A comienzos del presente siglo, la norteamericana se situaba por debajo de los 50 años, mientras que a mitad del siglo, tanto la norteamericana como la del resto de las naciones occidentales habían sobrepasado los 60.
La urbanización, que había tenido un espectacular desarrollo en el siglo XIX, se incrementó en mayor proporción en el XX. Las grandes ciudades, especialmente en las naciones industrializadas, se convertirán en importantes centros de riqueza y cultura.
En el Tercer Mundo, sin embargo, la situación es diferente, ya que gran parte de su población está compuesta por inmigrantes campesinos que han ocupado el extrarradio y los suburbios de la ciudad. Este crecimiento es típico de las principales ciudades de Iberoamérica.
El origen de los inmigrantes en el siglo XX no ha variado con respecto a los siglos pasados. Los movimientos migratorios llegaron a su más alta cota en los años previos a la Primera Guerra Mundial, siendo Europa, principalmente la que proporcionaba el mayor número de personas, que en su mayoría se dirigían a Estados Unidos.
El conflicto bélico, junto con la adopción por parte de los Estados Unidos de una política antimigratoria detuvo esta corriente. En los últimos años, la mayor parte corresponde a refugiados asiáticos, especialmente vietnamitas e iberoamericanos (mexicanos o espaldas mojadas).
Europa, aunque en menor proporción que Norteamérica, también recibió inmigrantes a lo largo del siglo XX. Tras el derrocamiento de los zares, una gran parte de la nobleza rusa y simpatizantes de la destronada dinastía buscaron cobijo en la Francia republicana. La Segunda Guerra Mundial aceleró este proceso y dio lugar a que millones de personas que sufrieron las consecuencias de la guerra cambiasen de lugar de residencia.
Gran parte de estos refugiados se dirigieron hacia la República Federal Alemana, cuyo esfuerzo económico agradeció la llegada masiva de trabajadores, ya que la demanda de mano de obra era superior a la oferta. Emigrantes portugueses, españoles, turcos, yugoslavos, entre otros, suplieron esta escasez.
Los recursos
El espectacular crecimiento de la población europea durante el siglo XX dio lugar a una demanda de recursos mundiales como no se había conocido hasta ese momento, respondida de forma positiva por parte de la economía mundial. Los avances tecnológicos y su aplicación práctica fueron en buena medida culpables de que así fuera.
El cambio más importante del siglo XX está relacionado con las fuentes de energía. El carbón, imprescindible para los decimonónicos, fue sustituido por otras formas de energía, especialmente gas natural y petróleo, cuya producción y difusión se han extendido a gran velocidad por todo el planeta, convirtiéndose en los recursos energéticos más utilizados.
La tecnología
Los avances tecnológicos que contribuyeron a la difusión de la industrialización, a principios del siglo XIX, continuaron desempeñando un importante papel durante el siglo XX: Mediante su aplicación a los transportes y a las comunicaciones se revolucionó la forma y velocidad de los desplazamientos a lo largo del planeta, y la posibilidad de comunicarse entre los puntos más lejanos de la Tierra; una posibilidad impensable a finales del siglo XIX.
Estos avances tecnológicos propiciaron una auténtica revolución industrial con la aparición de líneas de montaje que, aplicadas a las industrias produjeron un considerable aumento de la producción de bienes (automóviles, aviones...).
El desarrollo de las ciencias consiguió hacer realidad los que parecían irrealizables sueños de Julio Verne: en 1969 el hombre realizó su primer viaje a la Luna, mientras que, gracias al desarrollo técnico de los medios de comunicación, pudo ser contemplado por millones de personas.
Las relaciones internacionales
La estructura institucional del mundo económico no quedó ajena a los cambios antes mencionados, por lo que su transformación la convirtió en algo completamente distinta a lo que era a principios de siglo.
Europa y los Estados Unidos tenían el control del mundo económico. A la altura del primer cuarto de siglo, esta situación había sufrido algún cambio, motivado por la I Guerra Mundial y la revolución bolchevique. Varios de los más importantes estados europeos desaparecieron. El imperialismo ruso fue sustituido por la Unión Soviética, que implantó un nuevo modelo económico: la planificación imperativa. El imperio austro-húngaro fue reemplazado por una serie de estados, en los que pronto comenzarán conflictos de carácter étnico y nacionalista.
Sin embargo, las consecuencias económicas más importantes tuvieron lugar en puntos alejados de Europa. Japón, que había iniciado una política expansionista, se convirtió en una potencia económica, mientras que Estados Unidos aumentó su influencia en el comercio mundial, superando a la propia Europa.
La II Guerra Mundial supuso el afianzamiento de los Estados Unidos como potencia económica mundial, al tiempo que comenzaba una confrontación político-económica entre el sistema capitalista y el sistema comunista, representados por Estados Unidos y la URSS, a consecuencia del cual se produjo la división entre países capitalistas, amparados por Estados Unidos, y países comunistas, bajo los auspicios soviéticos.
La urbanización, que había tenido un espectacular desarrollo en el siglo XIX, se incrementó en mayor proporción en el XX. Las grandes ciudades, especialmente en las naciones industrializadas, se convertirán en importantes centros de riqueza y cultura.
En el Tercer Mundo, sin embargo, la situación es diferente, ya que gran parte de su población está compuesta por inmigrantes campesinos que han ocupado el extrarradio y los suburbios de la ciudad. Este crecimiento es típico de las principales ciudades de Iberoamérica.
El origen de los inmigrantes en el siglo XX no ha variado con respecto a los siglos pasados. Los movimientos migratorios llegaron a su más alta cota en los años previos a la Primera Guerra Mundial, siendo Europa, principalmente la que proporcionaba el mayor número de personas, que en su mayoría se dirigían a Estados Unidos.
El conflicto bélico, junto con la adopción por parte de los Estados Unidos de una política antimigratoria detuvo esta corriente. En los últimos años, la mayor parte corresponde a refugiados asiáticos, especialmente vietnamitas e iberoamericanos (mexicanos o espaldas mojadas).
Europa, aunque en menor proporción que Norteamérica, también recibió inmigrantes a lo largo del siglo XX. Tras el derrocamiento de los zares, una gran parte de la nobleza rusa y simpatizantes de la destronada dinastía buscaron cobijo en la Francia republicana. La Segunda Guerra Mundial aceleró este proceso y dio lugar a que millones de personas que sufrieron las consecuencias de la guerra cambiasen de lugar de residencia.
Gran parte de estos refugiados se dirigieron hacia la República Federal Alemana, cuyo esfuerzo económico agradeció la llegada masiva de trabajadores, ya que la demanda de mano de obra era superior a la oferta. Emigrantes portugueses, españoles, turcos, yugoslavos, entre otros, suplieron esta escasez.
Los recursos
El espectacular crecimiento de la población europea durante el siglo XX dio lugar a una demanda de recursos mundiales como no se había conocido hasta ese momento, respondida de forma positiva por parte de la economía mundial. Los avances tecnológicos y su aplicación práctica fueron en buena medida culpables de que así fuera.
El cambio más importante del siglo XX está relacionado con las fuentes de energía. El carbón, imprescindible para los decimonónicos, fue sustituido por otras formas de energía, especialmente gas natural y petróleo, cuya producción y difusión se han extendido a gran velocidad por todo el planeta, convirtiéndose en los recursos energéticos más utilizados.
La tecnología
Los avances tecnológicos que contribuyeron a la difusión de la industrialización, a principios del siglo XIX, continuaron desempeñando un importante papel durante el siglo XX: Mediante su aplicación a los transportes y a las comunicaciones se revolucionó la forma y velocidad de los desplazamientos a lo largo del planeta, y la posibilidad de comunicarse entre los puntos más lejanos de la Tierra; una posibilidad impensable a finales del siglo XIX.
Estos avances tecnológicos propiciaron una auténtica revolución industrial con la aparición de líneas de montaje que, aplicadas a las industrias produjeron un considerable aumento de la producción de bienes (automóviles, aviones...).
El desarrollo de las ciencias consiguió hacer realidad los que parecían irrealizables sueños de Julio Verne: en 1969 el hombre realizó su primer viaje a la Luna, mientras que, gracias al desarrollo técnico de los medios de comunicación, pudo ser contemplado por millones de personas.
Las relaciones internacionales
La estructura institucional del mundo económico no quedó ajena a los cambios antes mencionados, por lo que su transformación la convirtió en algo completamente distinta a lo que era a principios de siglo.
Europa y los Estados Unidos tenían el control del mundo económico. A la altura del primer cuarto de siglo, esta situación había sufrido algún cambio, motivado por la I Guerra Mundial y la revolución bolchevique. Varios de los más importantes estados europeos desaparecieron. El imperialismo ruso fue sustituido por la Unión Soviética, que implantó un nuevo modelo económico: la planificación imperativa. El imperio austro-húngaro fue reemplazado por una serie de estados, en los que pronto comenzarán conflictos de carácter étnico y nacionalista.
Sin embargo, las consecuencias económicas más importantes tuvieron lugar en puntos alejados de Europa. Japón, que había iniciado una política expansionista, se convirtió en una potencia económica, mientras que Estados Unidos aumentó su influencia en el comercio mundial, superando a la propia Europa.
La II Guerra Mundial supuso el afianzamiento de los Estados Unidos como potencia económica mundial, al tiempo que comenzaba una confrontación político-económica entre el sistema capitalista y el sistema comunista, representados por Estados Unidos y la URSS, a consecuencia del cual se produjo la división entre países capitalistas, amparados por Estados Unidos, y países comunistas, bajo los auspicios soviéticos.