Dimensiones del desarrollo personal (II)

La acción educativa se desarrolla en función a un modelo de persona y de sociedad considerado necesario en un lugar y en un momento histórico y social determinado. ¿Cuáles son las dimensiones que componen a una persona?

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Desde las ideas de Abilio de Gregorio de García, queremos realizar algunas reflexiones acerca de las mismas.

Si definiéramos a la persona como una sola dimensión, sería unidimensional (sería sólo un organismo biológico, por ejemplo). Sin embargo, se concibe a la persona unidad biológica, con sus dimensiones psico-social y trascendente. Todas ellas interactúan y se configuran en un sujeto; por tanto, cualquier trabajo que realicemos en una de las dimensiones inciden en todos los demás aspectos de la persona.

Sin embargo, el verdadero sentido de las cosas está más allá de la misma realidad, por dicho motivo se habla de la dimensión trascendente, que supone siempre la salida del yo en busca del significado de su ser y su hacer, por ello transita desde lo biológico y psíquico del yo en busca de algo que le dé significado a ese yo.

Desde esta perspectiva, es importante constatar que cada una de las dimensiones actúa como una tendencia, que se constituye como una fuerza que moviliza la conducta de la persona (motivación) y se convierte en una necesidad que no cesa en tanto no se canaliza hacia la satisfacción de la misma.

El joven en el contexto familiar y ambiental

Hemos estado hablando de las dimensiones de la persona y del contexto donde se desarrolla, por lo cual consideramos necesario reflexionar acerca del ámbito donde el/ la Joven vivencia las primeras experiencias de relación con los valores; la familia.

La familia

“La familia es el grupo relacional primario y privilegiado de la condición humana”. Esta afirmación está sostenida por las siguientes razones:

» El hijo pequeño no tiene capacidad de elegir a quien confiarse, lo que implica precisamente la imperiosa necesidad de dependencia de alguien.

» A la vez, necesita un tiempo mucho mayor de sostén, hasta su maduración mínima que le permita la suficiente capacidad para valerse por sí mismo, lo cual genera en el/la hijo/a, junto con la mayor dependencia, una mayor disponibilidad para incorporar, en contacto con los padres, !os modelos de vida y las interpretaciones valorativas de la realidad.

Debido a las múltiples significaciones que se ha dado a la familia, surge la conceptualización cultural de hogar: como su ámbito propio; lugar de calor, de luz, de seguridad, de alimentos y afectos compartidos.
Julio Labake (1995) caracteriza a la familia como un espacio genuino donde se reconoce la vida, se tiene seguridad afectiva y se reciben modelos de comportamientos, actitudes y valores.

Lo denomina ámbito de vida, porque es el lugar donde se nace y se permanece durante los años claves de máxima dependencia y necesidad. Una parte importante del tiempo útil de los niños y adolescentes transcurren en él.

Es un ámbito privilegiado de seguridad afectiva, puesto que allí se establecen vínculos altamente significativos con los padres y hermanos. Es en él donde se busca descanso, refugio y protección de lo que ocurre en el medio externo, y allí se encuentra la certeza de la aceptación y el amor incondicional.

Si la familia es verdaderamente un hogar, los niños y adolescentes encontrarán en ella el clima afectivo para compartir sus cuitas, enjugar sus lágrimas y exteriorizar sus alegrías y sus ilusiones. En una época como ésta, de grandes preocupaciones e incertidumbres, la familia tiene que ser el núcleo social que contenga las ansiedades y dé aliento para proseguir la marcha. Es un ámbito privilegiado de plasmación y asimilación de modelos.

Dada la profunda relación que se establece, los hijos y las hijas idealizan a sus padres a un punto de considerarlos cuasi perfectos modelos referenciales desde donde se ”mira” y se juzga los estilos de vida de los demás. Los padres constituyen para los hijos pequeños héroes semi-omnipotentes capaces de proteger y sostener las debilidades propias de la corta edad.

Más tarde, cuando pasen los años y en la medida de la evolución y el crecimiento, el adolescente se abrirá y buscará su propio modelo al definir existencialmente su propia identidad, pero siempre tomando como imprescindible referencia los valores vivenciados en su hogar.

Es natural que los padres sean los principales modelos de los/as hijos / as y es ideal que así sea, porque nadie estará mejor dispuesto para la tarea de acompañar a crecer y madurar a esa nueva vida que aquellos que la hicieron existir. Es por ello que los padres son los primeros responsables y en quienes reside el fundamental derecho y la mejor posibilidad de educar a sus hijos / as.
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