Día de la Bandera

Apenas iniciada su vida independiente, el Paraguay buscó un símbolo que fortaleciera la identidad nacional; el mismo serviría para diferenciar a nuestro país de los demás estados, y consolidaría la unidad entre los paraguayos.

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El 14 de agosto recordaremos a este símbolo sagrado de la patria, por ese motivo le dedicamos esta oración.

Oración a la bandera
Miradla teñida de rojo por la sangre de los que defendieron la libertad, blanca por los campos de gloria, azul como los ensueños. Arriba siempre por la euritmia de sus símbolos, por el valor de los corazones que la van pasando de generación a generación, como una antorcha encendida, incólume, y siempre invicta.

Surgió defendiendo la libertad de los hermanos del Plata; se sostuvo en alto entre tormentas y huracanes; tremoló deshilachada, a punto de desgarrarse, y asombró luego al mundo ascendiendo cerca del firmamento, atada a la sombra de un titán.

Ahí quedó más sagrada y más triunfante. Más roja de heroísmo, más azul de ensueño, más serena por la sal del sufrimiento, sublimada por las santas reacciones que dejan en las almas la emoción del sacrificio, la fascinación del heroísmo.

De nuevo la embistió la codicia y como siempre quedó invicta, atada a su asta inconmovible: el corazón del paraguayo. Ahí está, sonriente como una aurora, intangible como la llama, elegante como un tajy florecido, dialogando con el viento sobre sus triunfos y sus glorias.

Bandera tricolor, impregnada de heroísmos y saturada de ensueños; lleva en sus pliegues una historia que jamás América ni otro pueblo en la tierra igualó. Bandera incomparable, que cumplida la obra de la defensa quedó flameando apacible, bajo su signo de Paz y de Justicia.

Bandera generosa cuyos pliegues conserva el ára reza, la pupila del universo, esa estrella del idealismo huidiza en todos los firmamentos de la época; la conserva entre símbolos y la traduce en abnegación, fervor, hospitalidad, en todos esos generosos sentimientos que elevan el alma humana y se hallan fugitivos por la tierra.

Bandera sacrosanta, más sagrada que todas las banderas del mundo por heroica y por altiva y por noble, bandera que cobija todos los hombres de buena voluntad: que los paraguayos la vayan pasando de generación a generación, intangible como una llama, siempre en alto como su estrella.

Invocación
Bandera inmaculada.
Emblema de la Patria.
Encarnación purísima de nuestras glorias.
A tu sombra acudimos a recibir,
las sagradas inspiraciones del patriotismo.
Al contemplarte,
nuestras almas
llenas de entusiasmo,
te veneran
y aclaman en este día.
¡Qué tú seas, por siempre,
la madre altiva de nuestras instituciones!

Juramento
En este día venimos a depositar bajo tu sombra la ofrenda de nuestro patriotismo, a fin de que ondees siempre bella y triunfante donde quiera te lleve la fuerza del destino.

¡Compañeros!: ¿Queréis que el rojo de nuestra bandera sea siempre el símbolo de la gloria que evoque el deber de todo paraguayo de verter su sangre en defensa de la integridad e independencia de nuestra Patria?

Coro: ¡Sí, lo queremos!
¿Queréis que el blanco de nuestra bandera sea siempre evocadora de la paz y confraternidad en el horizonte de nuestra Patria?

Coro: ¡Sí, lo queremos!
¿Queréis que el azul de nuestra bandera sea siempre evocadora de libertad y grandeza como el cielo de nuestra Patria?

Coro: ¡Sí, lo queremos!
¿Queréis en fin, que esta tricolor bandera sea siempre la evocadora de paz, justicia y libertad; de prosperidad y bienestar?

Coro: ¡Sí, lo queremos!
Pues bien: Juremos en este día memorable que la amaremos eternamente y la defenderemos con todo el fervor y entusiasmo de nuestro corazón y con toda la energía de nuestros brazos.

Coro: (extendiendo el brazo derecho) ¡Lo juramos!
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