Del movimiento hacia su negación

Heráclito de Éfeso (540-475 a.C.) Heráclito fue un filósofo griego, quien sostenía que el fuego era el origen primordial de la materia, y que el mundo entero se encontraba en un estado constante de cambio.

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Era natural de Éfeso, Asia Menor. Lo llamaban “el oscuro”, pues sus contemporáneos consideraban su filosofía abstrusa y compleja. Él mismo era un solitario.

Sin embargo, Heráclito es considerado un iniciador de la metafísica, con fuerte influencia de la escuela jónica.

Afirmaba que el fuego era la sustancia primordial o principio que, a través de la condensación y rarefacción, creaba los fenómenos del mundo sensible.

Heráclito incorporó a la noción de “ser” de sus predecesores el concepto de “devenir” o flujo, al que consideró una realidad básica subyacente a todas las cosas, incluso a las más estables en apariencia. Para aclararlo, afirmaba que una persona no podía bañarse dos veces en el mismo río.

EL SER CONSISTE EN NO SER

Explicaba Heráclito, que el ser de las cosas consiste precisamente en un no ser. Todo cambia continuamente sin detenerse jamás, afirmaba. Si vivimos desde que nacemos en la ribera de un río y nos bañamos en el desde niños, y seguimos haciéndolo cuando adultos y luego cuando ancianos, notaremos que hemos cambiado. Que no hemos dejado de hacerlo, y que el mismo río ha estado continuamente, y ya no es el mismo aunque lo siga siendo.

Soslayando los pensamientos de los eleáticos Jenófanes y Parménides, tomaremos como contrapunto a las ideas de Heráclito, a Zenón de Elea (fl. siglo V a.C.), matemático y filósofo, también de la escuela eleática.

Discípulo de Parménides, a Zenón se lo conoce por sus paradojas filosóficas. Los eleáticos se empecinaban en afirmar todo lo contrario de lo que sostenía Heráclito.

LAS PARADOJAS

Zenón aceptaba la creencia de Parménides de que el universo, o el ser, es una sustancia indiferenciada, simple, única, aunque pueda parecer lo contrario para los sentidos.

Zenón atacó las sensaciones a través de una serie de argumentos o paradojas sobre el espacio y el tiempo, que han perdurado hasta nuestros días como mosaicos intelectuales complejos.

Una de sus paradojas afirma, que un corredor no puede llegar a la meta porque, para lograrlo, debe recorrer una distancia; pero no puede recorrer esa distancia sin primero recorrer la mitad de ella, y así infinitamente.

Puesto que existe un número infinito de bisecciones en una distancia espacial, uno no puede recorrer una distancia en tiempo finito, a menos que acorte la distancia o aumente la velocidad.

Este argumento, como muchos otros de Zenón, se proponía demostrar la imposibilidad lógica del movimiento. Zenón desencadenó los debates filosóficos que favorecen la discusión razonada.
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