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Desde la profundidad se esfuerza en nosotros un resquicio de esperanza, que nos lleva a creer nuevamente que el desarrollo en el cual estamos embarcados nos puede llevar a salir de la postración de la pobreza que vemos expresada en cada niño que deambula por nuestras calles pidiendo una moneda o un trozo de pan para paliar su miseria.
La claridad de la Luna en la noche, pone un poco de sosiego en nuestra alma agitada por tanta destrucción: bosques arrasados, nacientes contaminadas y tierras de labranzas empobrecidas; lamentablemente muy pronto la luz de un sol resplandeciente, que surge impetuoso a la mañana, devela la devastación que hemos perpetrado en nombre del progreso, justificando, entre otras cosas, la muerte ocasionada por la guerra.
Nuevamente absorbemos el aire fresco matutino, y contemplamos a hombres que se movilizan para iniciar su trajín cotidiano. Este movimiento inquieto de hombres que salen a buscar la vida, movilizan nuestras fuerzas y un espíritu interior exhala un grito casi salvaje: ¡¡Ánimo!!
Desde las experiencias trágicas del Viernes Santo, pero más propiamente desde la Pascua resplandeciente del Cristo que sale a nuestro encuentro, empezamos a buscar, y a no encontrar; y cada vez más se agiganta en nosotros la angustia y la desesperación de no poder ver los rostros alegres de hombres que quieran empeñar la vida. Finalmente, muy a lo lejos se divisa una mujer joven, con estado de gravidez tal, niño en brazos y una canasta llena de productos que sostiene en la cabeza, y entonces decimos
En nombre de aquellos que por encima de la desesperanza, el cansancio, la miseria, la explotación, la injusticia y el hambre, siguen creyendo que mañana puede ser mejor, comprometamos más y más esta frágil y temerosa vida que se nos ha otorgado en el Dios de la vida, y en el cual se sustenta la vida de casi seis mil millones de personas que habitamos este planeta.
Si pudiéramos ahora mismo ponernos de pie y realizar un voto solemne en favor de la vida, bien podríamos empezar a diseñar y deleitarnos en la vida de las presentes y futuras generaciones, es decir, de nuestros hijos, y de los hijos de nuestros hijos. Hoy, aquí y ahora, este es el momento, no tenemos más, las oportunidades se van agotando.
Creemos que este tipo de locura no se puede postergar; por el contrario, deben cristalizarse en hechos concretos, incluso a costa de malograr la propia existencia. La vida adquiere consistencia cuando lo fructificamos en aquellas causas que se resisten a instaurarse.
A imagen del Cristo de la Pascua, los docentes seguimos caminando y transmitiendo destellos de la pascua.