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Deseo de consumir.
La necesidad de consumir es irresistible, y, aunque muchos usuarios de drogas niegan tener este deseo incontrolable, sus acciones generalmente demuestran lo contrario.
Disminución de la capacidad de control.
El paciente no consigue cumplir con sus planes de consumo; por ejemplo; la persona planea tomarse una "cervecita" y sale tras haber tomado cinco o seis; decide consumir cocaína un sábado y el lunes por la mañana aún no ha conseguido parar.
Abstinencia.
Se debe preguntar sobre todo por los primeros actos del día: cómo se encuentra entonces la persona. Si se ha consumido la sustancia u otra parecida para aliviar algún malestar, no cabe duda de que se está presentando el síndrome.
Tolerancia.
La persona ha ido aumentando la dosis para conseguir los mismos efectos que originalmente producían dosis más bajas. Otra posibilidad es que no haya cambiado significativamente la dosis, pero utilice vías de consumo más agresivas. Es muy probable que exista tolerancia si ha habido un cambio desde la vía digestiva o intranasal (mucosas) a la vía pulmonar o parenteral.
Abandono progresivo de otras fuentes de placer o diversiones.
Es importante si el tiempo dedicado a la dependencia (obtención de la sustancia, consumo y recuperación) ya no cabe en los períodos de ocio. Si el lunes por la mañana no se puede trabajar, si se ha dejado de atender a los hijos, si ha dejado de hacer deporte o se han abandonado otras aficiones. El número de horas diarias o semanales que ocupa el consumo es un buen reflejo de la gravedad de la dependencia.
La dependencia ya se ha producido
Cuando este trastorno se instaura el consumo de la sustancia se agrava y sus consecuencias también.
Aparecen enfermedades, conflictos familiares, dificultades laborales y se suceden los cuadros de intoxicación o abstinencia.
Además, la persona afectada sufre otros trastornos inducidos por sustancias, que determinan síntomas muy desagradables como insomnio, ansiedad, irritabilidad y depresión.
Por detrás de esta maraña de complicaciones, persiste el deseo de consumir, que aproxima al individuo una y otra vez a la sustancia.
Cuando la persona afectada decide dejar de consumir, se establece un profundo conflicto interior. Por un lado, quiere controlar el consumo por las complicaciones de la adicción. Por el otro, persiste la atracción compulsiva por la sustancia.
Muchas personas consiguen detener el consumo por sí solas. Otras fracasan en el intento y solicitan la ayuda profesional.
(Prever, Paraguay)
La necesidad de consumir es irresistible, y, aunque muchos usuarios de drogas niegan tener este deseo incontrolable, sus acciones generalmente demuestran lo contrario.
Disminución de la capacidad de control.
El paciente no consigue cumplir con sus planes de consumo; por ejemplo; la persona planea tomarse una "cervecita" y sale tras haber tomado cinco o seis; decide consumir cocaína un sábado y el lunes por la mañana aún no ha conseguido parar.
Abstinencia.
Se debe preguntar sobre todo por los primeros actos del día: cómo se encuentra entonces la persona. Si se ha consumido la sustancia u otra parecida para aliviar algún malestar, no cabe duda de que se está presentando el síndrome.
Tolerancia.
La persona ha ido aumentando la dosis para conseguir los mismos efectos que originalmente producían dosis más bajas. Otra posibilidad es que no haya cambiado significativamente la dosis, pero utilice vías de consumo más agresivas. Es muy probable que exista tolerancia si ha habido un cambio desde la vía digestiva o intranasal (mucosas) a la vía pulmonar o parenteral.
Abandono progresivo de otras fuentes de placer o diversiones.
Es importante si el tiempo dedicado a la dependencia (obtención de la sustancia, consumo y recuperación) ya no cabe en los períodos de ocio. Si el lunes por la mañana no se puede trabajar, si se ha dejado de atender a los hijos, si ha dejado de hacer deporte o se han abandonado otras aficiones. El número de horas diarias o semanales que ocupa el consumo es un buen reflejo de la gravedad de la dependencia.
La dependencia ya se ha producido
Cuando este trastorno se instaura el consumo de la sustancia se agrava y sus consecuencias también.
Aparecen enfermedades, conflictos familiares, dificultades laborales y se suceden los cuadros de intoxicación o abstinencia.
Además, la persona afectada sufre otros trastornos inducidos por sustancias, que determinan síntomas muy desagradables como insomnio, ansiedad, irritabilidad y depresión.
Por detrás de esta maraña de complicaciones, persiste el deseo de consumir, que aproxima al individuo una y otra vez a la sustancia.
Cuando la persona afectada decide dejar de consumir, se establece un profundo conflicto interior. Por un lado, quiere controlar el consumo por las complicaciones de la adicción. Por el otro, persiste la atracción compulsiva por la sustancia.
Muchas personas consiguen detener el consumo por sí solas. Otras fracasan en el intento y solicitan la ayuda profesional.
(Prever, Paraguay)