Contra el mundo, si el mundo se opone

Y son estos versos del Himno Nacional que entonó el pueblo cuando en dos ocasiones marchó al campo de batalla para rubricar con su sangre la libertad y la soberanía nacional.

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Contra el mundo, si el mundo se opone,
Si intentare su prenda insultar
Batallando vengarla sabremos
O abrazados con ella expirar.


Verdaderos inspiradores de un patriotismo férreo.
- La guerra en la lírica mundial. El impacto de la epopeya paraguaya en la lírica mundial comenzó con Nenia del poeta argentino Carlos Guido y Spano. En esta joya clásica de las letras americanas se da por muerta la nacionalidad paraguaya con acento que arrancó lágrimas a muchas generaciones:
Llora, llora urutaú
En las ramas del yatay,
Ya no existe el Paraguay
Donde nací como tú.
Llora, llora, urutaú
Apuntes de cultura paraguaya E. Cardozo

Muchos poetas americanos cantaron el heroísmo paraguayo: el peruano Manuel del Castillo, el argentino Olegario Andrade, el peruano Juan de Dios Peza; Máximo Lira y Eusebio Lillo (chilenos), Rufino Blanco Fombona (venezolano). En la lírica nacional se señalan las poesías de Juan E. O’Leary, Leopoldo Ramos Giménez, Padre Marcelino Noutz, Alejandro Guanes, Manuel Ortiz Guerrero y Augusto Roa Bastos, entre otros.

- Música en la gran epopeya: Los paraguayos usaban un pintoresco instrumento musical para hacer burla de los aliados. “Cuando comenzaban los bombardeos”, refiere Juan Crisóstomo Centurión, “los paraguayos que se habían surtido de astas al propósito, rompían con una música infernal que iniciada en una extremidad iba repitiéndose sucesivamente hasta la otra, produciendo un alboroto diabólico. Estas astas tenían en la punta una pequeña abertura por donde se soplaba, produciendo un sonido parecido al de una trompeta; los llamaban turututúes y ponían a Caxías fuera de juicio”. “La animación y el entusiasmo subían al máximo de su intensidad”.

- El grabado en la gran epopeya: El viejo arte del grabado en madera, ya cultivado por los indios de las misiones, resucitó al soplo de la gran epopeya del 70. Para ilustrar “Cabichu’í”, “El Cacique Lambaré”, “El Centinela” y “La Estrella”. Los dibujantes comentaban los sucesos heroicos o satirizaban al enemigo. Los 95 números de “Cabichu’í” aparecieron cada uno con tres caricaturas cuando menos. Representan el desarrollo del drama bélico y la trayectoria psicológica de la defensa. Se conocen los nombres de nueve de los artistas que contribuyeron con sus dibujos a mantener en alto el espíritu festivo de los combatientes. Fueron Julián (o Inocencio) Aquino, M. Pereira, Francisco Ocampo, Gregorio Baltazar Acosta, Gerónimo Gregorio Cáceres, J. Vargas, Francisco Velasco, J. B. S., a los cuales hay que agregar el nombre de Saturio Ríos. Si se exceptúa a este último, ninguno de los grabadores tenía gran versación dibujística. En algunos casos, la ausencia de disciplina académica es absoluta. “Es precisamente”, comenta Josefina Plá, era ingela que urgida por un espontáneo, fervoroso impulso interior, se traduce en estas composiciones vitalmente ricas y transparentes de sentido plenamente significativas.
Los dibujos se grababan con lancetas y punzo en duras maderas, directamente por los dibujantes o por grabadores especiales. Las planchas xilográficas de una gran parte de esas ilustraciones se conservan en el Museo de la Escuela Militar.

-Música y bailes en las trincheras: El arraigado espíritu musical de los paraguayos alivió las penurias de las trincheras y creaba un ambiente de optimismo en el frente, en los pueblos y en la capital. Los soldados no se separaban de sus arpas y guitarras. Los rumores de sus canciones llegaban hasta las líneas enemigas y suscitaban el cese del fuego de la artillería. El coronel español León Palleja, al servicio de los uruguayos, refiere en sus Memorias la honda impresión que producían el guitarreo y los alegres cánticos. Recordemos que 65 años después se imitaba con idéntico esmero ese sentimiento musical, pero con otros nombres ilustres.
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