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Debe expresarse, en obsequio de la verdad, que la documentación paraguaya era muy superior, desde tales puntos de vista, a la que produjo, por el mismo tiembla la revolución de Buenos Aires. En las provincias del Sur era voz común que los paraguayos son los que saben.
Es casi seguro que el doctor Francia fue el autor, único o principal, de algunos de esos documentos, pero de esto no cabe inferir que fuera él solo capaz de redactarlos. Es sabido que estuvo totalmente alejado del gobierno por largos meses, primero en agosto y setiembre de 1811, y luego desde diciembre de 1811 a noviembre de 1812, y en uno y otro período, sobre todo en el segundo, fueron numerosos los documentos emanados de la Junta, que en nada difieren de los que llevan la firma de Francia.
Algunos de ellos son verdaderamente notables, como las instrucciones a los maestros de escuelas y los bandos de enero de 1812. Lo cierto es que el nivel intelectual de los demás próceres no era muy inferior al del doctor Francia, por más que éste se solazara en burlarse de la supuesta falta de conocimiento de sus colegas.
» El Paraguay fue el primero en lanzar a la faz del Río de la Plata la idea de la confederación de iguales para preservación de la unidad de las provincias del fenecido virreinato y aun del resto de América. La inspiración principal la tuvieron los próceres en la Constitución de los Estados Unidos, de que tanto Francia como de la Mora eran excelentes conocedores. Pero la idea no fue del agrado de Buenos Aires, que destacó a Asunción al general Belgrano, esta vez como diplomático para tratar de persuadir al Paraguay sobre la necesidad de que esté sujeto a Buenos Aires.
El ejemplo del Paraguay tentaría a las otras provincias a imitarlo, y a separarse de la obediencia a su antigua capital, aparte que ante los graves problemas que confrontaba la revolución, amenazada por españoles y portugueses, los vínculos de la federación no bastaban para conjurarlos. Si Belgrano no obtenía el sometimiento liso y llano del Paraguay, debía proponer una alianza militar.
Es lo que el Paraguay aceptó por el tratado del 12 de octubre de 1811. Las negociaciones por la parte paraguaya estuvieron a cargo del Dr. Francia.
- Los soberbios e inquietos mancebos. Elemento importante en los disturbios políticos fueron los mancebos de la tierra, que, como sus padres, pronto tomaron gusto por la acción política. Reconocida para ellos la igualdad política, por ser el mayor número su voto, se volvió de entre la deposición y elección de gobernantes. En ellos se apoyó el obispo Fernández de la Torre para derrocar al gobernador Felipe de Cáceres e imponer en su reemplazo a Martín Suárez de Toledo.
En su adhesión entusiasta encontró Hernandarias el apoyo para su triunfal carrera política. No se limitaron a actuar como electores. Comenzaron a copar, prevalidos del mayor número, los oficios del Cabildo, primero en las ciudades pendientes y luego en la propia ciudad de Asunción.
El presidente de la Audiencia de Charcas, licenciado Cepeda, elevó en 1591 el grito al cielo contra los soberbios e inquietos mozos criollos y mestizos que mandan (la provincia del Río de la Plata) y van usurpando los oficios de justicia y república, que no puede pasar bien la tierra que tal gente rige y manda. El Virrey de Lima, por su parte pidió a la Corona remedio contra tierra tan libre y separada.
No sé -decía- cómo se puede satisfacer a la Real conciencia de V.M. nombrando a los gobiernos de ellas a la voluntad de los que allá viven y están tan cargados de hijos e hijas mestizas, ya que quedarían nuestros súbditos y vasallos con tener a estos por superiores y ser gobernados de ellos.
- La Real Provisión del 12 de septiembre de 1537 facultó a los conquistadores para designar gobernador en caso de vacancia, poder no otorgado a ninguno de los otros centros españoles de América, y que fue incansablemente ejercido por los habitantes del Paraguay, tanto para el caso previsto, como para deponer gobernantes y aun prelados que habían perdido el favor popular. (Fue la verdadera Constitución del Paraguay por espacio de más de 200 años).
El espíritu de autonomía de los conquistadores se puso de manifiesto en la fundación del Cabildo de Asunción, el 16 de setiembre de 1541, al que no estaban autorizados. Su fundación fue una atrevida innovación y un reto a la autoridad real.
El único orden admitido en el Río de la Plata por las capitulaciones de Mendoza era el militar. El Cabildo convertía a la Casa Fuerte en ciudad, y a los soldados en ciudadanos. Desde entonces esa institución fue el verdadero centro político de la Colonia.
Asumió en muchas oportunidades el gobierno de la Provincia y alegó siempre la representación de la misma, sin ningún basamento en la legislación indiana.
También en el ejército, las modalidades y necesidades históricas impusieron su cuño. La guerra incesante con los indios del Chaco en el Occidente y con los bandeirantes en el Oriente, convirtió al Paraguay en un cuerpo militar.
Todos los hombres aptos estaban perpetuamente sobre las armas, pero no había ejército pues, el Paraguay nunca logró que se crearan milicias pagas. Rigió un servicio militar obligatorio de características singulares no previstas en la legislación indiana. El mantenimiento de las milicias era a costa de los vecinos, hasta que la Provincia creó sus propios impuestos, el llamado ramo de guerra, que tampoco estaba autorizado por la Corona.
Es casi seguro que el doctor Francia fue el autor, único o principal, de algunos de esos documentos, pero de esto no cabe inferir que fuera él solo capaz de redactarlos. Es sabido que estuvo totalmente alejado del gobierno por largos meses, primero en agosto y setiembre de 1811, y luego desde diciembre de 1811 a noviembre de 1812, y en uno y otro período, sobre todo en el segundo, fueron numerosos los documentos emanados de la Junta, que en nada difieren de los que llevan la firma de Francia.
Algunos de ellos son verdaderamente notables, como las instrucciones a los maestros de escuelas y los bandos de enero de 1812. Lo cierto es que el nivel intelectual de los demás próceres no era muy inferior al del doctor Francia, por más que éste se solazara en burlarse de la supuesta falta de conocimiento de sus colegas.
» El Paraguay fue el primero en lanzar a la faz del Río de la Plata la idea de la confederación de iguales para preservación de la unidad de las provincias del fenecido virreinato y aun del resto de América. La inspiración principal la tuvieron los próceres en la Constitución de los Estados Unidos, de que tanto Francia como de la Mora eran excelentes conocedores. Pero la idea no fue del agrado de Buenos Aires, que destacó a Asunción al general Belgrano, esta vez como diplomático para tratar de persuadir al Paraguay sobre la necesidad de que esté sujeto a Buenos Aires.
El ejemplo del Paraguay tentaría a las otras provincias a imitarlo, y a separarse de la obediencia a su antigua capital, aparte que ante los graves problemas que confrontaba la revolución, amenazada por españoles y portugueses, los vínculos de la federación no bastaban para conjurarlos. Si Belgrano no obtenía el sometimiento liso y llano del Paraguay, debía proponer una alianza militar.
Es lo que el Paraguay aceptó por el tratado del 12 de octubre de 1811. Las negociaciones por la parte paraguaya estuvieron a cargo del Dr. Francia.
- Los soberbios e inquietos mancebos. Elemento importante en los disturbios políticos fueron los mancebos de la tierra, que, como sus padres, pronto tomaron gusto por la acción política. Reconocida para ellos la igualdad política, por ser el mayor número su voto, se volvió de entre la deposición y elección de gobernantes. En ellos se apoyó el obispo Fernández de la Torre para derrocar al gobernador Felipe de Cáceres e imponer en su reemplazo a Martín Suárez de Toledo.
En su adhesión entusiasta encontró Hernandarias el apoyo para su triunfal carrera política. No se limitaron a actuar como electores. Comenzaron a copar, prevalidos del mayor número, los oficios del Cabildo, primero en las ciudades pendientes y luego en la propia ciudad de Asunción.
El presidente de la Audiencia de Charcas, licenciado Cepeda, elevó en 1591 el grito al cielo contra los soberbios e inquietos mozos criollos y mestizos que mandan (la provincia del Río de la Plata) y van usurpando los oficios de justicia y república, que no puede pasar bien la tierra que tal gente rige y manda. El Virrey de Lima, por su parte pidió a la Corona remedio contra tierra tan libre y separada.
No sé -decía- cómo se puede satisfacer a la Real conciencia de V.M. nombrando a los gobiernos de ellas a la voluntad de los que allá viven y están tan cargados de hijos e hijas mestizas, ya que quedarían nuestros súbditos y vasallos con tener a estos por superiores y ser gobernados de ellos.
- La Real Provisión del 12 de septiembre de 1537 facultó a los conquistadores para designar gobernador en caso de vacancia, poder no otorgado a ninguno de los otros centros españoles de América, y que fue incansablemente ejercido por los habitantes del Paraguay, tanto para el caso previsto, como para deponer gobernantes y aun prelados que habían perdido el favor popular. (Fue la verdadera Constitución del Paraguay por espacio de más de 200 años).
El espíritu de autonomía de los conquistadores se puso de manifiesto en la fundación del Cabildo de Asunción, el 16 de setiembre de 1541, al que no estaban autorizados. Su fundación fue una atrevida innovación y un reto a la autoridad real.
El único orden admitido en el Río de la Plata por las capitulaciones de Mendoza era el militar. El Cabildo convertía a la Casa Fuerte en ciudad, y a los soldados en ciudadanos. Desde entonces esa institución fue el verdadero centro político de la Colonia.
Asumió en muchas oportunidades el gobierno de la Provincia y alegó siempre la representación de la misma, sin ningún basamento en la legislación indiana.
También en el ejército, las modalidades y necesidades históricas impusieron su cuño. La guerra incesante con los indios del Chaco en el Occidente y con los bandeirantes en el Oriente, convirtió al Paraguay en un cuerpo militar.
Todos los hombres aptos estaban perpetuamente sobre las armas, pero no había ejército pues, el Paraguay nunca logró que se crearan milicias pagas. Rigió un servicio militar obligatorio de características singulares no previstas en la legislación indiana. El mantenimiento de las milicias era a costa de los vecinos, hasta que la Provincia creó sus propios impuestos, el llamado ramo de guerra, que tampoco estaba autorizado por la Corona.