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Cuando uno pronuncia el nombre de Blas Cristaldo, no puede evitar hablar de Cerro Porteño. Así de simple.
Como pocos, Blas Marcelo Cristaldo se ha sabido ganar el respeto de los rivales y aficionados paraguayos, a fuerza de seriedad y pura actitud, tanto en su carrera como futbolista y como prometedor entrenador de fútbol.
En su trayectoria solo hay un equipo, pero qué equipo, el Club Cerro Porteño, uno de los más grandes del fútbol paraguayo y de Latinoamerica. No es fácil ser ídolo en un club como Cerro Porteño: a uno lo debe respaldar una trayectoria de entrega, de talento y temple, nada extraño para el Mazinger.
Arrancó su carrera como profesional en 1985, siendo suplente de centrales como Catalino Rivarola, Teófilo Barrios y Justo Jacquet, nada fácil para un jovenzuelo que fue ganándose el puesto con mucho sacrificio, algo que años despues seguiría transmitiendo a jóvenes deportistas.
En el equipo de barrio Obrero jugó exactamente diez años, desde el '85 al '95 y, sinceramente, se convirtió en toda una institución en el equipo azulgrana. Por eso, difícil es hablar de Blas Marcelo Cristaldo sin pensar de inmediato en Cerro Porteño.
En sus diez años de trayectoria disputó siete finalísimas del torneo nacional, ganando cuatro de ellas y siendo capitán del equipo en las últimas dos.
Ganó los campeonatos de 1987, 1990, 1992 y 1994, derrotando dos veces a Olimpia, y dos veces a Libertad. Fue vicecampeón en 1991, 1994 y 1995, cayendo frente a Sol de América y frente a Olimpia en dos oportunidades.
Cristaldo también tuvo sus convocatorias a la selección nacional paraguaya, jugando en total seis partidos, cinco de ellos como titular. Cuatro en la Copa América de Chile 1991, en la cual Paraguay quedó eliminado en la fase de grupos, ganando dos partidos (Perú y Venezuela), y perdiendo otros dos (Chile y Argentina), con lo cual solo sumó cuatro puntos (N. de R.: en la época las victorias sumaban dos puntos).
Los siguientes partidos fueron amistosos, por la Copa Paz del Chaco que ganó Paraguay en el '91.
Al finalizar su carrera como futbolista, a la temprana edad de 31 años, comenzó casi de inmediato su otra feceta, algo más cercano para las nuevas generaciones: entrenador.
Como muchos equipos del mundo, el cuadro azulgrana quiso conservar a Cristaldo en el club para que este transmita todo su profesionalismo y, por sobre todo, su "cerrismo", si uno lo pudiera plantear de esa manera.
Como entrenador de las divisiones inferiores estuvo ocho años trabajando en el equipo azulgrana, pasando de una categoría a otra, hasta ser el coordinador de la inferiores, cargo que ejerció hasta marzo del 2011, momento en el cual decidió tomar una de las decisiones más difíciles de su vida: dejar Cerro Porteño.
Cristaldo era un soldado de la causa azulgrana, dirigió la reserva, interinó como entrenador de la primera en dos ocasiones, la última con un recordado triunfo ante el Colo Colo por 5-2 en la Olla azulgrana.
Tras la salida de Cerro Porteño, pasó a ser asistente de Francisco "Chiqui" Arce en el cuerpo técnico de Rubio Ñu, equipo con el cual trabajó hasta finales de julio del presente año, momento en el cual pasa a la selección paraguaya de fútbol, acompañando al "Chiqui", quien por muchos años fue su compañero de cuarto en las concentraciones del equipo de barrio Obrero.
No serán pocas las oportunidades en las que, en el presente, Cristaldo agradezca ese momento de su vida en el cual decidió dar un paso arriesgado, dejar algo seguro para atreverse a la aventura y buscar nuevos horizontes, el cambio de aire que a veces el ser humano necesita para seguir creciendo.
El Mazinger tal vez sea siga siendo un símbolo y un ejemplo a tomar, no solo por el pasado pelotero, sino por el presente exitoso. Ese presente que solo conocen las personas que trabajan pensando que aún hay escaleras que subir, que nunca se contentan con frases como "Es lo que hay".
Cristaldo no fue un crack, pero sí un fuera de serie, un obrero dentro y fuera del campo, como jugador y como entrenador. Que lo digan los Barreto, Julio dos Santos, los Salcedo, los Cáceres, Piris, Iturbe, Torres y Da Silva. Un maestro, forjador de talentos y un terco soñador. Solo Mazinger, un superhéroe de los campos de fútbol.
Como pocos, Blas Marcelo Cristaldo se ha sabido ganar el respeto de los rivales y aficionados paraguayos, a fuerza de seriedad y pura actitud, tanto en su carrera como futbolista y como prometedor entrenador de fútbol.
En su trayectoria solo hay un equipo, pero qué equipo, el Club Cerro Porteño, uno de los más grandes del fútbol paraguayo y de Latinoamerica. No es fácil ser ídolo en un club como Cerro Porteño: a uno lo debe respaldar una trayectoria de entrega, de talento y temple, nada extraño para el Mazinger.
Arrancó su carrera como profesional en 1985, siendo suplente de centrales como Catalino Rivarola, Teófilo Barrios y Justo Jacquet, nada fácil para un jovenzuelo que fue ganándose el puesto con mucho sacrificio, algo que años despues seguiría transmitiendo a jóvenes deportistas.
En el equipo de barrio Obrero jugó exactamente diez años, desde el '85 al '95 y, sinceramente, se convirtió en toda una institución en el equipo azulgrana. Por eso, difícil es hablar de Blas Marcelo Cristaldo sin pensar de inmediato en Cerro Porteño.
En sus diez años de trayectoria disputó siete finalísimas del torneo nacional, ganando cuatro de ellas y siendo capitán del equipo en las últimas dos.
Ganó los campeonatos de 1987, 1990, 1992 y 1994, derrotando dos veces a Olimpia, y dos veces a Libertad. Fue vicecampeón en 1991, 1994 y 1995, cayendo frente a Sol de América y frente a Olimpia en dos oportunidades.
Cristaldo también tuvo sus convocatorias a la selección nacional paraguaya, jugando en total seis partidos, cinco de ellos como titular. Cuatro en la Copa América de Chile 1991, en la cual Paraguay quedó eliminado en la fase de grupos, ganando dos partidos (Perú y Venezuela), y perdiendo otros dos (Chile y Argentina), con lo cual solo sumó cuatro puntos (N. de R.: en la época las victorias sumaban dos puntos).
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Los siguientes partidos fueron amistosos, por la Copa Paz del Chaco que ganó Paraguay en el '91.
Al finalizar su carrera como futbolista, a la temprana edad de 31 años, comenzó casi de inmediato su otra feceta, algo más cercano para las nuevas generaciones: entrenador.
Como muchos equipos del mundo, el cuadro azulgrana quiso conservar a Cristaldo en el club para que este transmita todo su profesionalismo y, por sobre todo, su "cerrismo", si uno lo pudiera plantear de esa manera.
Como entrenador de las divisiones inferiores estuvo ocho años trabajando en el equipo azulgrana, pasando de una categoría a otra, hasta ser el coordinador de la inferiores, cargo que ejerció hasta marzo del 2011, momento en el cual decidió tomar una de las decisiones más difíciles de su vida: dejar Cerro Porteño.
Cristaldo era un soldado de la causa azulgrana, dirigió la reserva, interinó como entrenador de la primera en dos ocasiones, la última con un recordado triunfo ante el Colo Colo por 5-2 en la Olla azulgrana.
Tras la salida de Cerro Porteño, pasó a ser asistente de Francisco "Chiqui" Arce en el cuerpo técnico de Rubio Ñu, equipo con el cual trabajó hasta finales de julio del presente año, momento en el cual pasa a la selección paraguaya de fútbol, acompañando al "Chiqui", quien por muchos años fue su compañero de cuarto en las concentraciones del equipo de barrio Obrero.
No serán pocas las oportunidades en las que, en el presente, Cristaldo agradezca ese momento de su vida en el cual decidió dar un paso arriesgado, dejar algo seguro para atreverse a la aventura y buscar nuevos horizontes, el cambio de aire que a veces el ser humano necesita para seguir creciendo.
El Mazinger tal vez sea siga siendo un símbolo y un ejemplo a tomar, no solo por el pasado pelotero, sino por el presente exitoso. Ese presente que solo conocen las personas que trabajan pensando que aún hay escaleras que subir, que nunca se contentan con frases como "Es lo que hay".
Cristaldo no fue un crack, pero sí un fuera de serie, un obrero dentro y fuera del campo, como jugador y como entrenador. Que lo digan los Barreto, Julio dos Santos, los Salcedo, los Cáceres, Piris, Iturbe, Torres y Da Silva. Un maestro, forjador de talentos y un terco soñador. Solo Mazinger, un superhéroe de los campos de fútbol.