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Este aprendizaje desarrolla capacidades de iniciativa, de autogestión, de espíritu investigador y de análisis, para fijarse metas, para enfrentar con agilidad las contingencias y generar oportunidades alternativas.
La práctica de aprender a emprender, quiérase o no, pasa necesariamente por el análisis del telón de fondo sobre el cual se mueve la ilusión y el deseo de muchos potenciales emprendedores; es decir, es preciso entender por qué muchas veces los pequeños y grandes proyectos para encaminarse en la vida van y chocan con un muro de proporciones que impiden los anhelos más nobles, nos referimos a la pobreza, que en un contexto franciscano vendría a ser la dama pobreza, de la cual se podría hacer alarde y, bien asumida, cumple su cometido, pero desde una perspectiva sociológica de experiencias de personas que poseen familia, esto es, esposa y 3 ó 4 hijos, y para darle el broche final el jefe de familia no posee empleo o, si lo posee, no es un trabajo seguro, la realidad se torna diferente y complicada.
Todos estamos de acuerdo al afirmar que la pobreza es un problema nacional, que afecta a todo el territorio; a modo de referencia simplemente ilustrativa, en Paraguay en el año 2001 los pobres ascendían a 1.976.568. (según un documento oficial de la Secretaría de Acción Social de la Presidencia de la República). La pobreza, lejos de disminuir, va en aumento, según el mencionado estudio denominado Estrategia Nacional de Reducción de la Pobreza y la Desigualdad. Sobre esta realidad se entreteje una situación mucho más crucial: uno de cuatro paraguayos tiene entre 15 y 29 años de edad, pero lo más alarmante es que el 40% de la población total tiene menos de 15 años, casi la mitad. En términos más concretos, significa que a nivel nacional solo 4 de cada 100 jóvenes tiene las verdaderas oportunidades de llegar a concretar sus reales y perentorias necesidades insatisfechas, entre ellas, la posibilidad de insertarse en el mundo laboral.
Teniendo en cuenta el dato anterior, y de cara a la tarea educativa en todos los sectores, en especial en organismos rectores como el Ministerio de Educación y Cultura, se imponen las redefiniciones de políticas que puedan llevar a revertir la situación de tantos jóvenes que deambulan por nuestras calles pidiendo las oportunidades debidas para encaminar la vida. Ante las cuestiones de ¿Qué puedo hacer?, ¿en qué puedo invertir mi fuerza de trabajo?, se impone una postura concreta de los entes responsables. Si en este escenario cabría hablar del APRENDER A EMPRENDER, pues es hora de hablar, pero más que hablar se trata de esgrimir las acciones más oportunas para evitar la frustración y la emigración de tantos compatriotas que plantean situaciones extremas para sortear la vida.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra emprender en su acepción más notable significa acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro, esto va asociado con emprendedor, que hace referencia a emprender con resolución acciones dificultosas y azarosas. Ciertamente que la situación que nos toca vivir es de riesgo y conlleva muchas dificultades, y es aquí donde sale al paso la acción educativa, a fin de ilustrar, iluminar, encaminar aquellos anhelos e ilusiones de jóvenes que sin ninguna herramienta quieren forjarse en la vida. Algunos han emprendido el desafío y salieron airosos, pero muchos no lo han intentado o ya se encuentran derrotados. APRENDER A EMPRENDER, es la idea, es la palabra, pero falta el impulso dinamizador para llevar acabo los pequeños, medianos y grandes proyectos. APRENDER A EMPRENDER, debe ser la herramienta que nos lleve a superar nuestras limitaciones de pobreza y hacer que muchos paraguayos muestren nuevamente una sonrisa en el rostro. El cambio de esta realidad calamitosa que venimos arrastrando desde hace tiempo debe tornarse en una realidad benigna que favorezca a muchos, una parte del cambio pertenece a la educación.
La práctica de aprender a emprender, quiérase o no, pasa necesariamente por el análisis del telón de fondo sobre el cual se mueve la ilusión y el deseo de muchos potenciales emprendedores; es decir, es preciso entender por qué muchas veces los pequeños y grandes proyectos para encaminarse en la vida van y chocan con un muro de proporciones que impiden los anhelos más nobles, nos referimos a la pobreza, que en un contexto franciscano vendría a ser la dama pobreza, de la cual se podría hacer alarde y, bien asumida, cumple su cometido, pero desde una perspectiva sociológica de experiencias de personas que poseen familia, esto es, esposa y 3 ó 4 hijos, y para darle el broche final el jefe de familia no posee empleo o, si lo posee, no es un trabajo seguro, la realidad se torna diferente y complicada.
Todos estamos de acuerdo al afirmar que la pobreza es un problema nacional, que afecta a todo el territorio; a modo de referencia simplemente ilustrativa, en Paraguay en el año 2001 los pobres ascendían a 1.976.568. (según un documento oficial de la Secretaría de Acción Social de la Presidencia de la República). La pobreza, lejos de disminuir, va en aumento, según el mencionado estudio denominado Estrategia Nacional de Reducción de la Pobreza y la Desigualdad. Sobre esta realidad se entreteje una situación mucho más crucial: uno de cuatro paraguayos tiene entre 15 y 29 años de edad, pero lo más alarmante es que el 40% de la población total tiene menos de 15 años, casi la mitad. En términos más concretos, significa que a nivel nacional solo 4 de cada 100 jóvenes tiene las verdaderas oportunidades de llegar a concretar sus reales y perentorias necesidades insatisfechas, entre ellas, la posibilidad de insertarse en el mundo laboral.
Teniendo en cuenta el dato anterior, y de cara a la tarea educativa en todos los sectores, en especial en organismos rectores como el Ministerio de Educación y Cultura, se imponen las redefiniciones de políticas que puedan llevar a revertir la situación de tantos jóvenes que deambulan por nuestras calles pidiendo las oportunidades debidas para encaminar la vida. Ante las cuestiones de ¿Qué puedo hacer?, ¿en qué puedo invertir mi fuerza de trabajo?, se impone una postura concreta de los entes responsables. Si en este escenario cabría hablar del APRENDER A EMPRENDER, pues es hora de hablar, pero más que hablar se trata de esgrimir las acciones más oportunas para evitar la frustración y la emigración de tantos compatriotas que plantean situaciones extremas para sortear la vida.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra emprender en su acepción más notable significa acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro, esto va asociado con emprendedor, que hace referencia a emprender con resolución acciones dificultosas y azarosas. Ciertamente que la situación que nos toca vivir es de riesgo y conlleva muchas dificultades, y es aquí donde sale al paso la acción educativa, a fin de ilustrar, iluminar, encaminar aquellos anhelos e ilusiones de jóvenes que sin ninguna herramienta quieren forjarse en la vida. Algunos han emprendido el desafío y salieron airosos, pero muchos no lo han intentado o ya se encuentran derrotados. APRENDER A EMPRENDER, es la idea, es la palabra, pero falta el impulso dinamizador para llevar acabo los pequeños, medianos y grandes proyectos. APRENDER A EMPRENDER, debe ser la herramienta que nos lleve a superar nuestras limitaciones de pobreza y hacer que muchos paraguayos muestren nuevamente una sonrisa en el rostro. El cambio de esta realidad calamitosa que venimos arrastrando desde hace tiempo debe tornarse en una realidad benigna que favorezca a muchos, una parte del cambio pertenece a la educación.