Antropología de Thomas Hobbes

Hobbes comienza a estudiar al hombre en términos fisiológicos colocándolo al mismo nivel que los animales. En vez de subrayar los elementos diferenciales con los animales, como hacían los escolásticos, subraya los comunes.

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El hombre pertenece al mundo de la vida que está regido por una norma básica: todo cuerpo vivo trata instintivamente de conservar y aumentar su vitalidad o empuje interior que lo pone en movimiento (en el cuerpo vivo el movimiento procede de él mismo) y evitar lo que pueda perjudicar su vitalidad. Este impulso de conservación es el principio básico que rige el movimiento de la vida, equivalente al principio de inercia que rige el movimiento de los cuerpos no vivos. El bien supremo es la existencia, y el mal supremo es la muerte. Por eso la vida es una incansable búsqueda de los medios para permanecer en la existencia.

LAS PASIONES

En el hombre los elementos de este dinamismo, es decir, las fuerzas que lo mueven desde dentro, son las pasiones: el hombre está visto como un ser pasional. Este ser pasional tiene dos objetivos básicos. Objetivo positivo, favorecer la vitalidad; objetivo negativo, evitar perjudicarla.

Estos objetivos pueden expresarse sintetizados en el antagonismo placer-dolor: objetivo positivo, conseguir el placer; objetivo negativo, evitar el dolor o las molestias. Las fuerzas que mueven al hombre respecto a estos dos objetivos son las pasiones o apetitos que se polarizan en dos direcciones fundamentales: el deseo (aproximación) y la aversión (alejamiento). Este dinamismo humano puede condensarse en una sola palabra, la felicidad, que Hobbes define como la continua satisfacción de nuestros deseos y anulación de nuestros temores.

INTELIGENCIA E INSTINTO

El hombre se diferencia de los animales por su razón. Pero la razón es una facultad ambivalente, porque puede salvar al hombre de su inseguridad, pero también lo arrastra a una situación de inestabilidad. Efectivamente, en los animales el instinto los mueve a la satisfacción inmediata del deseo, los animales solo sienten sus necesidades inmediatas. Pero la razón mira más lejos, puede renunciar a la satisfacción inmediata en pro de otra futura y puede proyectar los deseos hacia el futuro y prever las contingencias que pueden traer peligro, lo cual quiere decir que el hombre ha de extender su apetito natural a todo aquello que pueda garantizarle su futuro: la necesidad aparentemente modesta de seguridad se transforma en una necesidad infinita de poder de toda especie. Por eso nace en el hombre un deseo insaciable de poder. Y por eso el hombre se constituye en el más peligroso de los animales, por ser un animal en constante insatisfacción.

LA COMPETENCIA

El hombre no está solo, sino que de hecho se encuentra con los otros hombres. ¿Cómo se relaciona con ellos? El hombre hobbesiano no tiene tendencias sociales, no es el hombre escolástico; pero tampoco las tiene antisociales, el hombre no disfruta haciendo daño a sus semejantes. ¿Cuál es el principio que organiza su relación con los otros hombres?: la competencia. La lectura de los capítulos X y XI de Leviatán deja bien claro que los conceptos con los que Hobbes desarrolla su antropología proceden, como no podía ser menos, de la observación de la sociedad en la que vive. Es decir, en la base de su antropología está el modelo de sociedad burguesa de mercado en la que cada individuo compite continuamente con los demás para conseguir más poder utilizando, si es preciso, a los otros para acrecentar su propio poder.

Estos seres humanos insaciables y competitivos son los elementos con los que hay que construir la sociedad, por supuesto entendida como conjunto pacífico de actividades cooperativas. ¿Cómo es posible?
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