Antropología de David Hume (1776)

En su ensayo de antropología filosófica Tratado de la naturaleza humana, Hume buscaba convertirse en una especie de Newton de la ciencia moral. Pensaba que las ciencias en general se fundamentan en la concepción del ser humano, para cuyo cometido, era posible la aplicación del mencionado sistema matemático. Consideraba que la moral era la ciencia del hombre, y que su perfeccionamiento llevaría a un conocimiento universal unificado sobre la naturaleza humana.

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Sin embargo, descubre Hume que el sistema de Newton no es como pensaba. Aunque brillante, simplemente no era posible usarlo para estudiar al hombre. Sobre este emprendimiento cae en una suerte de escepticismo.

A partir de entonces renuncia al estudio del entendimiento humano y potencia su empirismo, estudiando la posibilidad de determinar hasta dónde, hasta qué punto puede llegar el ser humano por medio del conocimiento. Tras su investigación, sostiene que la experiencia que proporcionan los sentidos es la única fuente válida del conocimiento humano.

Así mantiene que el hombre solo puede adquirir conocimiento mediante la experiencia y pasa a afirmar categóricamente que cuando se traspasa dicho límite sensible, se llega a donde empieza la falsedad.

SOLO NUESTRA PERCEPCIÓN

Escribe Hume: “Todos los materiales del pensar se derivan de nuestra percepción interna o externa”, lo que significa que todo conocimiento adquirido queda siempre dentro del sujeto, quedando a su vez el entendimiento, condenado a conformarse solo con los datos de los sentidos, sin poder incorporar de la realidad más que sus datos sensibles.

De este modo, Hume concibe que toda la realidad, el universo que nos rodea, solo es percibido mediante nuestros sentidos, que nos hacen desear o repeler a otros seres u objetos del mundo, sensaciones a las que llama percepciones intensas, a diferencia de las ideas, a las que llama simplemente, percepciones menos intensas. Si percibimos un peligro que se acerca, esta percepción es la menos intensa, pero la sensación de miedo es la percepción más intensa. A las percepciones muy fuertes las denomina “impresiones”.

Según Hume, no podemos pensar, no somos capaces de concebir algo que no haya estado previamente en nuestros sentidos, proveniente ya sea del exterior o de nuestra interioridad. Niega de este modo, la existencia de ideas innatas. Cualquier idea, afirma, por ambigua o abstracta que pueda parecer, remite siempre a una experiencia sensible anterior.

NATURALEZA DE LAS IDEAS

Nuestras ideas, según Hume, se enlazan de manera ordenada, mediante el principio de semejanza, la contigüidad, y por causa y efecto. Todo lo que vemos nos lleva de inmediato a los conceptos que nos hemos formado antes en nuestra experiencia; por ello, por semejanza reconocemos un perro blanco, aunque anteriormente sólo hubiéramos visto otros, negros o marrones.

Del mismo modo, por contigüidad, si vemos un río, asociamos con ello la posibilidad de que no lejos haya un puente o una embarcación. Mediante la asociación, asimismo, si vemos nublarse el cielo, entendemos que si llueve, será efecto de aquella causa.

Por todo lo expuesto, Hume niega la existencia de las ideas abstractas por sí solas.

Del mismo modo que cuando vemos manchas en las paredes, tendemos a formarnos imágenes concretas y vamos de lo general a lo particular, lo único que hacemos señala el filósofo, es “descifrar” una creación compleja de la mente, descomponiéndola en dibujos que no tienen nada de abstractos. Así, la mancha completa, es un conjunto de imágenes concretas.
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