América Latina y la formación de un orden mundial multipolar

América Latina presenta un elevado grado de unidad cultural, que deviene de su colonización ibérica, en que las diferencias entre la colonización portuguesa y la española, aunque significativas, son poco relevantes si se confrontan con el resto del mundo.

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Es cierto que distintos factores, además de los resultantes de diferencias geoclimáticas operaron, en el sentido de aumentar diferencias, como las que resultaron de la más o menos grande influencia de preexistentes poblaciones indígenas, o del posterior ingreso de pueblos negros y otros. La evolución histórico-social de América Latina, sin embargo, siguió un camino semejante, lo que acentuó las comunes características culturales de la región.

Tales circunstancias y condiciones condujeron a su tiempo a la CEPAL, y al BID, a preconizar la integración económica de toda América Latina. Diversos esfuerzos se han hecho en esa dirección, como la ALALC y la ALADI, pero con resultados modestos, además de intentos de integración subregional o temática más exitosos, como, principalmente, el MERCOSUR.

Decisivas circunstancias geoeconómicas, sin embargo, condujeron a Latinoamérica, en las últimas décadas del siglo XX, a una división en términos económicos. México entró en TLCAN, con Canadá y Estados Unidos.

Centroamérica y el Caribe sufren una irresistible atracción hacia el polo norteamericano. En cambio, en Suramérica se constituyó una importante integración subregional con MERCOSUR, reuniendo a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Se constituyó, igualmente, otra integración subregional, la Comunidad Andina.

Están en marcha, asimismo, diversas otras propuestas. MERCOSUR aspira a incorporar otros participantes, estando en vías de concretar la adhesión de Venezuela. Entendimientos entre MERCOSUR y el Pacto Andino, como la cúpula presidencial que se reunió en Brasilia en julio-agosto de 2000, conducen al proyecto de un sistema suramericano de cooperación y de libre comercio, programado para concretar hasta el año 2010, con asistencia del BID, la integración física del continente, con una comprensiva red de energía eléctrica, de carreteras y ferrovías y de telecomunicaciones.

Caminando en dirección opuesta, Estados Unidos propone, con el ALCA, un sistema panamericano de libre comercio que implicaría, aunque retóricamente se pretenda negarlo, la supresión de las demás formas de integración de América Latina. ¿Qué consecuencias hay que sacar de todo eso? Hay que diferenciar, en este caso, tres aspectos que integran círculos bastante autónomos: el económico, el cultural y el político.

1. Círculo económico

La integración económica de toda América Latina en el sistema de ALCA, como propone Estados Unidos, en vista de su evidente interés nacional, presenta indudables dificultades resultantes de la gigantesca asimetría entre la economía estadounidense y la latinoamericana.

Un régimen de libre comercio entre la más competitiva economía del mundo y las subcompetitivas economías de América Latina tendría por inevitable efecto la reducción del sistema productivo latinoamericano al nivel de productos primarios o de “commodities”, de bajo valor agregado, como el acero. Mientras tanto, los productos de alto valor agregado, producidos en Estados Unidos, tendrían libre acceso a los mercados latinoamericanos, eliminando su subcompetitiva concurrencia.

La integración económica de México con Estados Unidos, sin embargo, obedece a condiciones distintas y, por tal razón, presenta un saldo favorable, aunque a un elevado precio en otras dimensiones. En efecto, reduciendo la cuestión a sus aspectos esenciales, se observa que, en virtud de la larguísima frontera territorial entre México y Estados Unidos, atravesada por excelentes carreteras y ferrovías y medios de comunicación, la integración condujo a importantes industrias estadounidenses a desplazar, algunos kilómetros al sur de la frontera, sus unidades productivas, gozando así de condiciones más baratas de producción.

Con tal ventaja, exportan masivamente sus productos hacia el norte, contribuyendo para que se eleve a la significativa cifra de 150 mil millones de dólares las exportaciones mexicanas (comparada a los 60 mil millones de Brasil), más de 80% destinadas a Estados Unidos.

El régimen del ALCA, aunque manteniendo discriminaciones no tarifarias, podría ser favorable para Centroamérica y el Caribe, porque ampliaría significativamente sus exportaciones de bienes primarios, que son los únicos que hacen, y les proporcionaría productos americanos más baratos, además de facilidades financieras. Pero en ese caso se trataría, más bien, de una ampliación de TLCAN.

En lo que se refiere a Suramérica, es importante hacer distinciones entre tres casos: (1) el de los países de avanzada industrialización; (2) el de los que se encuentran insertados en una integración subregional que podría abrirles espacios apropiados para su industrialización y (3) el de países que podrían ingresar en una integración subregional y disponer de las facilidades antes mencionadas.

El caso del país de avanzada industrialización se aplica, en primer lugar, a Brasil. Eso explica el porqué ese país duda de ingresar en ALCA y se niega a hacerlo si todas las barreras no aduanales no fueren suprimidas, lo que difícilmente ocurrirá. Es también el caso de Argentina, aunque ese país, insensatamente, haya sacrificado importantes segmentos de su industria durante el período militar. Las excelentes condiciones de Argentina para tener alta competitividad en industrias livianas o de relevante cuota de “design”, como en el caso de Italia, hacen muy fácil y rápida la recuperación industrial de Argentina en el ámbito de MERCOSUR, siempre que adopte firmemente esa política y que Brasil, como no puede dejar de hacerlo, le dé total respaldo.

El caso de países como Paraguay y Uruguay, insertados en MERCOSUR, presenta grandes oportunidades para una concertada especialización industrial en el ámbito del sistema. Importa, por tanto, que los países miembros abandonen sus más recientes conductas neoliberales, asumidas por influencia americana, y vuelvan a la postura originaria de MERCOSUR -que pasa ahora por una seria crisis- postura esa que es la de crear, concertadamente, condiciones para la optimización económica de todos los miembros. Una vez más, Brasil y Argentina, necesariamente, deberán respaldar tal política.

2. Círculo cultural

América Latina presenta un alto nivel de unidad cultural. Ninguna otra región del mundo ostenta esa condición. Inútil subrayar la pluralidad cultural y lingüística de Europa que, sin embargo, logró su integración en la Unión Europea. Lo mismo cabe decir de África y Asia. Y si es cierto que el Islam proporciona a los países que lo integran un elevado nivel de unidad cultural, hay que reconocer que sus lenguas no permiten un recíproco (como ocurre básicamente entre el portugués y el español) directo entendimiento oral. Solo son inteligibles por escrito. La unidad cultural de América Latina es un raro tesoro de que disponen sus países y que, obviamente, hay que cultivar.

Todas las culturas contemporáneas están expuestas, en mayor o menor grado, a la influencia cultural del inglés que se tornó, como el latín en la Edad Media o el francés en la Ilustración, en la lengua franca del mundo civilizado. Esa influencia es mucho más fuerte en Latinoamérica por causa de la poderosa influencia americana y la inmediata vecindad de Estados Unidos con el norte de América Latina. ¿Y entonces, qué pasa y qué hacer?

También es evidente que la literatura, la música y las artes plásticas de América Latina ocupan, merecidamente, un amplio espacio en el mundo. Hay que proseguir en esa influencia y desarrollarla. Sin embargo, todavía hay algo más de lo que los latinoamericanos, y el mundo en general, no se han enterado debidamente. Se trata del hecho como la segunda lengua internacional de Occidente. Este hecho, que no fue provocado deliberadamente pero que se constituyó en algo corriente, merece sustentación por los latinoamericanos, incluso los de habla portuguesa, sin restricciones provocadas por infundados celos.

América Latina dispone, en su cultura, tanto a nivel popular como a nivel erudito, de una de las contribuciones que más necesita el mundo: el humanismo. Simplificando, al extremo, una cuestión muy compleja, se puede afirmar que el mundo contemporáneo y, más aún, el porvenir del mundo, dependen de una feliz articulación entre el progreso científico-tecnológico y el humanismo. Algunos países contribuyen, actualmente, para el progreso científico-tecnológico del mundo, pero carecen, dramáticamente, de algo que otorgue un significado y un valor superior a la vida: un nuevo humanismo. América Latina tiene y contiene ese humanismo, espontáneamente, a nivel del pueblo y articuladamente, a nivel de sus mejores intelectuales.

Carece, sin embargo, para ultimar su modernización, de mejor desarrollo científico-tecnológico. En el mundo americano se dispone de un gigantesco acervo de instrumentos y procesos al servicio de la vida (y también del exterminio de la vida), pero no se sabe lo que se puede hacer de la vida. La gente es esclava del “gadge” y de una tecnología vacía de contenido propio. El mundo latinoamericano abunda, tanto a nivel popular como a nivel erudito, de humanismo, de ese humanismo nuevo, social y ecológico, del que depende la sobrevivencia del mundo, pero carece de más competencia científico-tecnológica.

Allí se encuentra el grande intercambio cultural que necesita el mundo: la modernización científico-tecnológica de América Latina y la humanización de otros sectores del mundo, en general. 3. Círculo político. Contrariamente a las apariencias y al entendimiento corriente de la cuestión, es en el círculo político, más que en el económico, donde residen los intereses más fundamentales de América Latina y de sus procesos de integración. El asunto presenta dos aspectos principales: el que se relaciona con la autonomía de los países latinoamericanos y el que se relaciona con su posible contribución para la formación de un nuevo orden mundial, más equitativo y racional.

El proceso de globalización, en general, notoriamente en el caso de América Latina, tiene poderosos y terribles efectos desnacionalizantes, particularmente sobre los países menos desarrollados. La minimización del Estado, la apertura del mercado a las fuerzas internacionales y la supresión de regulaciones, bajo la suposición de que el mercado se autorregula de forma optimizante para la economía, conducen a la desnacionalización de los países, tanto más fuertemente cuanto más subdesarrollados y periféricos sean. Persiste en tales países, la soberanía formal: himno, bandera, ejércitos de parada y la elección, espíritu de democracia de sus dirigentes.

Todas las decisiones relevantes, entretanto, son exógenas, dictadas por multinacionales y por la potencia hegemónica. Esos países se convierten en meros segmentos del mercado mundial y sus autoridades, subordinadas a las conveniencias de ese mercado son, independientemente de su voluntad (cuando tal voluntad exista), meros administradores de fuerzas exógenas.

El problema resulta muy complicado por el hecho de que, en las actuales condiciones, el antiguo proteccionismo, además de prácticamente fuera del poder de los países débiles, presenta efectos negativos por exacerbar el retraso tecnológico y la carencia de capitales. Por otra parte, la apertura neoliberal conduce a la liquidación del Estado y la dominación exógena de tales países. ¿Qué se puede hacer entonces? La respuesta, que todavía no es disponible para todos los países subdesarrollados (caso de muchos países africanos), consiste en la preservación del más amplio margen posible de su autonomía interna a través de procesos de integración regional o subregional. Esa es la principal contribución de MERCOSUR (con su posible y necesario perfeccionamiento) para sus partícipes. Será la principal contribución de un sistema suramericano de cooperación y libre comercio, como ha sido propuesto por la cumbre de presidentes suramericanos en Brasilia. En el ámbito de tales sistemas, los países dispondrán de condiciones para un desarrollo satisfactoriamente autónomo y, así, de condiciones para generar y perfeccionar sectores productivos que alcancen competitividad internacional.

La preservación, mediante apropiados mecanismos integracionistas, del más amplio margen posible de su autonomía constituye, para los países subdesarrollados, notablemente en el caso de América Latina, el modo por el cual pueden mantener su identidad nacional en el curso de las próximas décadas. Si logran hacerlo, en el caso más probable de que el mundo venga a ser regulado, en la segunda mitad del siglo, por un orden multipolar, esos países podrán superar su actual condición de dependencia y elevarse a aquel nivel intermedio de resistencia, precedentemente referido. Procediendo así, dispondrían de un margen de autonomía mucho más satisfactorio, si se constituyera en el mundo un régimen multipolar.

Si se configurara la consolidación de la hegemonía mundial estadounidense, los países que, mientras tanto, hayan preservado márgenes significativos de autonomía, ingresarían en el nuevo régimen en condiciones mucho más favorables que los que desde ahora están satelizados. Es por tal razón que hay que consolidar, profundizar, perfeccionar y expandir MERCOSUR, y constituir un sistema suramericano de cooperación y libre comercio. La otra relevante dimensión de la cuestión política para América Latina consiste en la posibilidad de contribuir, mediante mecanismos de integración que preserven el más amplio margen posible de su autonomía y adopción de políticas consensuadas, en la configuración de un nuevo orden mundial multilateral más equitativo, sin hegemonías dominantes.

La contribución latinoamericana a ese objetivo tiene una relevancia de la cual no se tiene todavía una debida apreciación. Esa relevancia tiene dos aspectos interrelacionados. Por un lado, deviene del hecho de que una posición de autonomía internacional por una América Latina respaldada por apropiados mecanismos de integración, ejercerá poderosa influencia en el sentido de fomentar las tendencias a una política externa independiente por parte de la Europa “europeísta”. Con eso, contribuirá, significativamente, para la edificación de un orden mundial multilateral y más equitativo. Por otro lado, una política latinoamericana, apropiadamente respaldada, de autonomía internacional, concertada con los sectores europeizantes de la Unión Europea, tendrá un decisivo efecto en la formación de un nuevo orden mundial multipolar. Ese efecto consistirá en la formación de un importante polo, en el ámbito de ese nuevo sistema, que sea independiente de Estados Unidos, pero no antiamericano, ni antioccidental.

Prosigo mi aprendizaje

Preparamos un panel debate con los docentes del área de Ciencias Sociales para analizar cuestiones que hacen al tema estudiado. Algunos puntos pueden ser:

- ¿Qué ventajas del círculo económico serán extensibles a países de Suramérica?

- ¿Qué puede hacer América Latina ante el rol compresor de la globalización?

- ¿Qué contribución puede dar la cultura latinoamericana al mundo?

Fuente: Oportunidades y riesgos del ALCA. Helio Jaguaribe. Edición Nº 62 Mayo - Agosto 2001.
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