Apuntándolo con el dedo índice, de modo amenazante, el presidente de la República, Santiago Peña, arremetía contra el periodista de ABC, Claudio Genes, que le había preguntado si había conflicto de intereses en una transacción entre el IPS y un banco vinculado a un holding donde él tiene acciones. Peña lo hizo días después de firmar la Declaración de Chapultepec, sobre la defensa de la libertad de expresión.
También desde la tarima, el vicepresidente de la República, Pedro Alliana, atacó a los medios de comunicación. “No haremos caso a las críticas destructivas de algunos medios de comunicación. A tu lado siempre Santi, sé a lo que te referías, a esos medios de comunicación que todos los días critican que no hay seguridad, que no hay mamógrafos, que se dilapidan los recursos del Estado”, dijo.
Si se bajase un rato de su arasá mata, Alliana sabría que la falta de mamógrafos es real, al igual que los asaltos que sufren las mujeres camino al hospital, en busca de medicamentos que no hay porque se dilapidan los recursos del Estado, por ejemplo, en nepobabies, como su hija.
En la misma línea, el ministro de Urbanismo, Vivienda y Hábitat, Juan Carlos Baruja, en un acto oficial, en Curuguaty, pidió a los jóvenes: “ani jagueroviapa la prénsape oje´éa (no creamos del todo lo que se dice en la prensa) porque muchas veces la prensa ndo-representái los intereses de los paraguayos, sino representa sus intereses comerciales”. Les pidió que usen las redes sociales para hacer hurras al Gobierno de Peña.
El rol de periodismo es ser contrapoder, contralor y denunciante de los hechos de corrupción que se den desde el Estado, con fondos públicos, en la función pública. Amedrentar a quienes ejercen este trabajo, de alta relevancia para la democracia, es señal, no solo de temor, sino de autoritarismo.
En este marco, el viernes Santiago Peña anunció su intención de realizar una reforma constitucional. Aunque dijo que quiere tocar lo referente al impuesto inmobiliario, el trasfondo sería permitir el intento de reelección como Presidente de Horacio Cartes que, de todos modos, ya decide cómo avanza, o retrocede, el Paraguay. De lograrlo, un título para ese lamentable capítulo de la democracia paraguaya sería: “Horacio Cartes. El retorno del tiranosaurio”. Y, ciertamente, sería un capítulo de terror.