Hacia el final de la democracia

En estos días, Horacio Cartes se preguntó cómo sería el Paraguay sin el Partido Colorado. Su audiencia, sorprendida, quedó expectante por la respuesta de tan repentino desafío intelectual. Nadie se había hecho tan filosófica pregunta cuya contestación exige un elaborado conocimiento del pasado y el presente del país; sobre todo, mucha honestidad para acercarse a la realidad.

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Es de suponer que a Cartes le quebrantaba imaginarse la inexistencia del coloradismo en la vida nacional. Para formularse la pregunta es posible que haya partido de su propia experiencia -empirismo- y concluir que sin el Partido Colorado no hubiera existido ni él mismo.

La duda “cartesiana” supone, también, la reiteración infinita de la propaganda oficialista de que el Paraguay le debe su existencia misma al coloradismo. Sus dirigentes se desloman en la tarea de regalar bienestar a la población sin posibilidad de que el país vuelva a un pasado de necesidades mientras el cartismo esté en el gobierno.

En un gesto inusual de modestia, Cartes incluyó en su pregunta a la totalidad del Partido Colorado. De acuerdo con su reconocida soberbia, habrá pensado en su movimiento, Honor Colorado, como el hacedor del progreso nacional. Honor Colorado lleva sus iniciales como marca propietaria del Partido.

¿Cómo hubiera sido el Paraguay sin el Partido Colorado? Las respuestas, desde la más estricta objetividad, son muchas y preocupantes. Sin el coloradismo no existiría Honor Colorado, este grupo que atracó las instituciones del Estado vaciándolas de contenido democrático y moral. Nos dejó la cáscara como producto del asalto arrollador. Utiliza su mayoría en todos los Poderes para aplastar los intentos desafiantes de la minoría que busca un país mejor.

El movimiento, la fracción, se convirtió en la totalidad del Partido. Un Partido arrogante que desafía a la misma Corte Suprema de Justicia colocándose por encima de ella. Un ejemplo: La fiscalía recomendó a la Corte Suprema de Justicia “hacer lugar a la acción de inconstitucionalidad interpuesta por Kattya Mabel González”, en su demanda por la arbitraria destitución resuelta por los senadores cartistas y satélites. Estos reaccionaron de inmediato con el grito de guerra de que no van a acatar la resolución de la Corte si se diera en coincidencia con la fiscalía.

El argumento para esta barbarie es que en el Poder Legislativo manda el Poder Legislativo y ningún otro Poder del Estado debe insmicuirse en sus asuntos.

La independencia que la Constitución acuerda a los tres Poderes no es absoluta. De ser así, el El ejecutivo no podría, por dar un ejemplo, vetar las leyes sancionadas por el Congreso; ni el Congreso destituir al presidente de la República, los ministros de la Corte, Fiscal General del Estado, etc. “que podrán ser sometidos a juicio político por mal desempeño de sus funciones, por delitos cometidos en el ejercicio de sus cargos o por delitos comunes”, (Art. 225 de la CN) En cuanto al Poder Judicial “es el custodio de esta Constitución. La interpreta, la cumple y la hace cumplir (Art. 247) “Los que atentasen contra la independencia del Poder Judicial y la de sus magistrados, quedarán inhabilitados para ejercer toda función pública por cinco años, además de la pena que fije la ley” (Art, 248)

En el artículo 3 de la CN se lee “…El gobierno es ejercido por los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial en un sistema de separación, equilibrio, coordinación y recíproco control”.

¿De dónde, entonces, el cartismo saca que no cumplirá una disposición de la Corte Suprema de Justicia porque sería, supuestamente, una intromisión en el Poder Legislativo? ¿Cómo interpreta el “recíproco control” y la obligación del Poder Judicial de interpretar la Constitución, cumplirla y hacerla cumplir?

Es otra expresión arrogante del cartismo que conduce al país hacia el final de su frágil democracia que mucho ha costado construir.

alcibiades@abc.com.py

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