¡Hambre!

En 25 de cada 100 hogares paraguayos hay inseguridad alimentaria moderada o grave. Son hombres, mujeres y niños que viven en condiciones de extrema pobreza, abandonados a su suerte, en un país en el que la brecha entre ricos y pobres es cada vez más amplia. Muchos de esos ricos, lastimosamente llegaron a ese estadio a costa de cargos y del dinero público que debió ser utilizado para mejorar las condiciones de vida de quienes menos tienen.

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Hoy es el Día Mundial de la Alimentación. Más de 639.000 personas pasan hambre en Paraguay, concentrándose la mayoría en San Pedro, Caazapá e Itapúa, según la Encuesta de Hogares del tercer trimestre de 2021. Además, según la FAO, en 25 de cada 100 hogares paraguayos hay inseguridad alimentaria moderada o grave, mientras que en 5 de cada 100 hogares, la inseguridad alimentaria es directamente grave.

Las estadísticas prueban que en Paraguay hay casas donde familias enteras no tienen qué comer hoy. No les importa mañana, no interesan los debates en el Congreso, cuál es la tendencia en Twitter, ni el ombligo de Tini. Son padres y madres que sienten la impotencia de no poder poner un plato de comida en la mesa de sus hijos, que engañan al estómago como pueden y que, muchas veces, están al borde de la desnutrición. A veces es por falta de un trabajo seguro, otras veces por falta de apoyo económico para salir adelante con productos agropecuarios. La formación académica también marca la diferencia en estos casos.

Las condiciones de extrema pobreza en que viven estas familias son caldo de cultivo para otras situaciones, aún más complicadas. A veces, en la desesperación, padres, madres, niños y adolescentes recurren a robos, asaltos o a la venta de estupefacientes ilegales y terminan con sus huesos en la cárcel, donde las condiciones de vida son todavía más duras. Otras veces, el estado de vulnerabilidad permea la protección que deberían tener los niños y ocurren casos escalofriantes, como el que ocurrió en Caaguazú, donde una pareja y su hijo, “atraían” niñas de la zona ofreciéndoles un plato de comida y luego las sometían a abusos sexuales.

El hambre que pasan estos miles de familias llama a que se encaren urgentes políticas públicas de asistencia integral. En cambio, políticos que desde hace décadas conforman el Gobierno Nacional se aprovechan de la situación. No les interesa mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas, sino cuánto provecho pueden sacar del cargo que ocupan. Cada cinco años ofrecen un pancho, un billete, dos promesas, y obtienen la cantidad de votos necesarios para mantenerse en el poder. ¿Cómo quebrar el statu quo?. A lo mejor alguna vez, del hambre, el cansancio y la indignación, surja la respuesta liberadora.

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