La gravedad de las acusaciones que se cruzan uno y otro bando bastarían para que ninguna persona sensata siquiera evalúe respaldar con sus votos a alguno de ellos.
El cartismo, que aparece como férreo crítico y opositor al Gobierno, pese a ser de su mismo signo político, acusa a Mario Abdo Benítez de absoluta inutilidad, de que su administración tiene un alto grado de corrupción, de falta de patriotismo, de confabularse con un sector de la oposición para gobernar, entre otras cuestiones.
Por su parte, desde el oficialismo acusan al cartismo de ejercer un poder fáctico y de manejar a su conveniencia la fiscalía, el Poder Judicial, el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, además de pisotear la institucionalidad y, veladamente, de tener vínculos oscuros con la delincuencia organizada.
La mención del cartismo a la inutilidad y falta de liderazgo del actual gobierno deja de lado su propia responsabilidad, al tener el manejo del partido y no haber bajado línea política para corregir algo, cuando había tiempo.
El oficialismo hizo varias veces acusaciones sobre los vínculos del cartismo con el contrabando, el lavado de dinero y el crimen organizado, pero solo recientemente y en este año electoral, el ministro Arnaldo Giuzzio presentó ante la Seprelad un pedido oficial de investigación.
Sobre el expresidente Horacio Cartes se tejen acusaciones y conjeturas que en general él o su equipo no salen a aclarar. Existe una versión de que el líder de Honor Colorado no puede poner un pie fuera del país, por el riesgo de una captura internacional, algo que nadie desmiente. Lo concreto: Cartes hace mucho que no viaja al exterior.
Las acusaciones contra el gobierno por parte del cartismo, que arrecian en estos días con un tono apocalíptico, apelan a la desmemoria de la gente.
Durante la gestión de Cartes hubo más secuestros y crímenes mafiosos y de tinte político que en ningún otro periodo. Asesinaron al periodista Pablo Medina. Hubo un atentado en el que mataron a 8 militares en el norte del país. El 20 de noviembre de 2014, en sesión del Senado, el entonces senador Giuzzio dio una lista de narcopolíticos, proporcionada por la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), que la obtuvo “pinchando” algunos teléfonos. Las conversaciones se reprodujeron en el diario ABC en esos días. Los mencionados fueron los entonces diputados colorados Bernardo Villalba (ahora cartista), Marcial Lezcano y Fredy D’Ecclesiis, el diputado suplente colorado Rubén Sánchez (a) Chicharõ, entre otros. La revelación no motivó renuncias ni pedidos de investigación. Nada se aclaró.
También se produjo durante el cartismo el asesinato del joven Rodrigo Quintana en la sede del PLRA, en el marco de un plan para aprobar la posibilidad de reelección presidencial. Este solo hecho hubiera bastado para un juicio político al entonces presidente Cartes. Ni siquiera se inició porque controlaba ambas cámaras legislativas.
Sería conveniente no olvidar nada de esto y no ser incauto ante las escenas que montan estos personajes rasgándose las vestiduras, pretendiendo que todos en este país son ingenuos o estúpidos, capaces de tragarse cualquier cosa.