En cuanto a las expectativas para el 2021, los hechos de las últimas semanas se han encargado de volverlas tan tenebrosas como si nuestras autoridades de los tres poderes del Estado se hubieran puesto de acuerdo en poner en todos los calendarios la máxima que Dante Alighieri imaginó para la entrada del infierno: “Abandonen toda esperanza”.
Primero se desataba el escándalo protagonizado nada menos que por el Procurador General de la República (que al menos tuvo a bien renunciar), el presidente de Petropar y un ex Contralor General de la República. Un procurador es el encargado de defender legalmente los intereses del Estado y un contralor, como todos sabemos, debe cuidar el buen uso del dinero público, así que uno tiene la impresión de que nuestros gobiernos (el actual y también los anteriores) eligen sistemáticamente zorros para cuidar todos los gallineros.
Cuando parecía que nada peor podría pasar ya en la recta final del año, un tribunal de sentencia “castigó” con durísimas palmaditas en la espalda a los acusados del más grave de los crímenes y el más vergonzoso hecho de corrupción: el uso del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados para perseguir y amedrentar jueces y fiscales; en cambio, amenazó duramente a los testigos y fiscales, es de suponer que con la idea de evitar que las víctimas y testigos presten testimonio contra los corruptos.
El Colegio de Abogados se pronunció al respecto, diciendo: “la justicia falló” y calificando a los integrantes del tribunal (Héctor Capurro, María Fernanda García de Zúñiga y Juan Carlos Zárate, recordar los nombres es importante en estos casos) de sumisos al poder político e ineptos. Con toda lógica, como se trata de una organización integrada por profesionales del derecho, se abstuvieron de usar los epítetos que he escuchado a ciudadanos comunes.
En el año de la pandemia, en el año de la crisis sanitaria, en el año de la saturación de los hospitales y las terapias intensivas, en el año de la crisis económica, en el año de las ollas populares, en el año de la mayor inundación y la mayor sequía de las últimas décadas, en este año de catástrofe educativa, en este 2020 en que tantos trabajadores han perdido sus empleos y tantas personas han sido víctimas de la delincuencia, tenemos un Gobierno, un Parlamento y una justicia trabajando activamente para que todo siga igual, para que sigan siendo zorros los encargados de cuidar las gallinas.
Las mil cepas infecciosas de la corrupción, los cientos de virus mutantes de la impunidad han mostrado su peor cara en las últimas semanas del malhadado 2020. Sin embargo, me resisto a creer que el país está en un callejón sin salida, me resisto a aceptar el abandono de toda esperanza, como si estuviera ingresando en el infierno de Dante y no en un nuevo año. Hay una esperanza muy real en la furia ciudadana que se ha desatado, ahora que todas las miserias de nuestra clase política han quedado al descubierto sin ninguna careta.