Navegar mar adentro

La gente se agolpaba alrededor de Jesús para escuchar su predicación, pues él anunciaba la Buena Nueva, y Dios sabe cuánto la humanidad la necesita. Buena Nueva que la Iglesia sigue anunciando fielmente como su principal misión.

audima

En cierto momento el Señor ordenó a Pedro: “Navega mar adentro, y echen las redes”.

El apóstol contestó que ellos habían usado toda su técnica, su capacidad de organización y conocimientos humanos y no habían pescado nada, pero añadió: “Si Tú lo dices, echaré las redes”.

Es una realidad que se repite en nuestra vida: uno lucha, procura hacer lo mejor posible, busca orientación profesional, luces de la ciencia, y al final, como Pedro, exclama desilusionado: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si Tú lo dices, echaré las redes”.

Es relevante el esfuerzo humano, pero es insuficiente para lograr cambios profundos y positivos en nuestro mundo: necesitamos oír con más sinceridad las palabras de Jesús.

Navegar mar adentro es un desafío de nunca terminar, pues es el empeño de no vivir en la superficialidad de las cosas y construir castillos de naipes.

Uno es superficial cuando trata de agradar a tirios y troyanos, ya que demuestra una falta de metas, falta de camino claro por donde transitar: en definitiva, una falta de personalidad. Está peligrosamente latente el tova mokõi, que genera relaciones falsas y de conveniencias mezquinas.

Asimismo, escuchar distraído la Palabra del Señor, que es útil para enseñar, reprender, corregir y educar en la justicia (2 Tim 3,16) y dar más valor a las suposiciones humanas, tantas veces despistadas, egoístas y que conducen a montones de frivolidades.

Hemos de navegar mar adentro y escuchar al Señor, que susurra en nuestra conciencia: haz el bien y evita el mal. Hay que huir del mundanal ruido que tanto desordena y conduce a la búsqueda de la felicidad fuera de uno mismo, cosa que jamás se va a encontrar.

El hombre moderno tiene miedo del silencio interior, teme atender la voz de Dios, aunque solamente esto le dará un sentido de vida. Prefiere el cruel juego de las apariencias y una existencia de “haz de cuenta que ...”.

Jesús quiere que rememos mar adentro, pues sabe que para nuestra realización debemos ser “pescadores de hombres”, es decir, personas que se dedican a amparar a aquellos que están hundidos en el fango de las trivialidades.

Ojalá que estos tiempos de vacaciones faciliten el viaje a nuestro propio espíritu, donde el Señor nos espera con la mesa puesta.

Paz y bien

Lo
más leído
del día