El editorial del diario madrileño, “El País”, recordó en su edición del martes: “Donald Trump juró ayer por segunda vez preservar y defender una Constitución, la de los Estados Unidos, que vulneró hace cuatro años cuando el mismo Capitolio donde se celebró su nueva toma de posesión fue asaltado por sus partidarios con la pretensión de negar el resultado de la urnas y evitar la alternancia democrática”. Estos asaltantes, que cumplían pena carcelaria, ya fueron todos indultados.
Trump regresó al poder con la promesa de hacerse del canal de Panamá y otros actos bárbaros. La sola expresión de deseo de intervenir en otro país es motivo suficiente de rechazo unánime de las demás naciones latinoamericanas. Sus gobernantes estuvieron ausentes con excepción de los invitados especiales de Argentina, El Salvador y Ecuador. Nuestro país también estuvo ausente de la ceremonia pero no como expresión de rechazo. Fue por una risible, bochornosa y humillante situación. Sin invitación, Santiago Peña viajó igual en la creencia desatinada de que lo iban a aceptar. Conociéndolo, es posible que no esperara saludar a Trump pero se presentó otro pretexto para viajar, para alzarse con un montón de dinero del contribuyente tan necesario para tantas necesidades.
En la lista de invitados para la investidura de Trump figuran, a más de los citados sudamericanos, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, el primer ministro húngaro, Viktor Orhbán; el líder del nacionalpopulismo inglés, Nigel Farage; el ultra francés, Eric Zemmour; el colíder de la ultraderecha alemana de AFD, Tino Chrupalla, Santiago Abascal, presidente de Vox, la ultraderecha española. Este es –dice “El País”- “Un mensaje nítido al resto del mundo sobre qué pretende hacer Trump con ese poder (…) Es una celebración del auge del nacionalismo extremista (…) Esta amalgama ideológica tiene desde hoy un amigo en el despacho oval. Es una internacional reaccionaria cohesionada por el populismo antiestablishment y el desprecio por el progreso social. Desde hoy, se puede llamar la internacional trumpista. Quizá el norteamericano medio no conozca bien a esos amigos extranjeros que rodean a Trump. Europa y Latinoamérica sí los conocen, y no pueden mirar hacia otro lado. La lista es una potente señal de las afinidades, y en cierto modo también de las fobias, del Gobierno de Estados Unidos para los próximos cuatro años. No conviene llamarse a engaño pensando que las exigencias de la acción de gobierno y la superficialidad de Trump acabarán por limar este sustrato ideológico”.
“No pueden mirar hacia otro lado”. Es la recomendación sensata. Es no hacerse los desentendidos frente a los grandes problemas que se avecinan por el desprecio a la democracia, a los problemas sociales, a los latinoamericanos a quienes no necesitan, según afirmó. “No pueden mirar hacia otro lado” ante la catástrofe que se avecina. A esto Santiago Peña le llama “un sueño hecho realidad”. Para él es una dicha la expulsión inmisericorde de cientos de miles –tal vez millones- de indocumentados que huyeron de sus respectivos países del hambre, la violencia, la corrupción. No sabemos cuántos paraguayos estarán en la lista del terror.
“Es un sueño hecho realidad”. ¿El sueño de quiénes? ¿Quiénes son los bárbaros que sueñan con un mundo convulsionado por las ideologías extremas?
Santiago Peña, en otro gesto que demuestra el poco aprecio que le tiene al país, multiplicó el presupuesto de pasajes y viáticos para sus viajes este año al exterior. Quiere decir, que seguirá viniendo de vez en cuando al Paraguay. Veremos hasta cuándo su devoción a Trump.