Es un escenario fantástico del que pocos países podrían presumir. Desde un voto clave en algún foro internacional por toda la sacudida y la crisis que afronta el mundo hasta ser el centro de eventos que se convocan tanto en Asunción como en otras ciudades del interior.
Pero como nos encanta autoboicotearnos, por la isla mental en la que vivimos y amamos enfrascarnos en rencillas partidarias inverosímiles y estériles, lo más probable es que salgamos perdiendo.
Lo ocurrido en Asunción con la presencia del ministro para América Latina de la República Popular de China, Xu Wei, marca un punto de inflexión y ratifica un poco lo expuesto en el párrafo anterior.
Xu Wei llegó hasta Asunción como parte de la delegación china que participaba de la reunión para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco.
Varios se quedaron con el título de “O con China o con Taiwán”.
No. Yo prefiero las entrelíneas. De esas que muestran –al final– con claridad el fondo de la cuestión.
Xu dijo, y posiblemente pasó desapercibido para muchos, que “Todavía tengo un hueco en mi mapa de América Latina y que se llama Paraguay, que está en el corazón de Sudamérica”. Y acá viene lo importante “mi propósito de esta visita es promover y acelerar el proceso de llenar el hueco (...). Subrayen eso. Porque se viene más. China no se detendrá. Hay una estrategia trazada.
Tras viralizarse las expresiones de Xu y el revuelo posterior a nivel diplomático y político, conversé con Juan Pablo Cardenal, investigador, autor de varios libros internacionalistas sobre China Popular, acerca del movimiento que hizo el alto funcionario del Gobierno de Pekín y coincidíamos que fue “inusualmente agresivo”. Juan Pablo, que recorrió unos 25 países investigando cómo se mueve la diplomacia china para conquistar el mundo, no recordaba un hecho de esta magnitud.
Por lejos lo que sucedió en Asunción no fue una cuestión espontánea y aleatoria. Xu logró lo que quería: marcar presencia y sentar un hito. Habló nada menos que desde el Congreso Nacional. Y aunque para los paraguayos solo pudo haber sido el pasillo, para el mundo esto es representativo, por lo que significa la institución. Un poder de Estado.
Con frecuencia, China hace un lobby en silencio hasta cazar a su “presa”. Pero esta vez fue abierto y directo. Inusual. Y vienen por más.
Por su parte, Taiwán ejerce su legítima defensa de soberanía. Una potencia tecnológica que puede hacer mucho más si Paraguay realmente sabe lo quiere y a dónde quiere llegar. Dejar atrás la enfermedad de país chico: mendicante.
Ahora, la cuestión es ¿cómo responderemos a partir de este suceso? ¿estamos a la altura de anteponer con firmeza lo que nos conviene y sacar todas las ventajas posibles con la coyuntura favorable?
Admitámoslo. Nos quieren. Un poco de ego nos vendrá bien, un poco de nacionalismo, también.
Habrá que dejar de lado el romanticismo de la recurrente y gastada frase diplomática “de valores comunes compartidos” y “fortaleza de la amistad”.
Lord Palmerston, político y ex primer ministro del Reino Unido, acuñó una frase espameable, de hecho pondría un pasacalles frente a la Cancillería paraguaya: “Las naciones no tienen amigos ni enemigos, solo intereses permanentes».